El fin de la era de las grandes figuras de la oposición rusa
La muerte de Alexéi Navalni en la prisión de Siberia donde cumplía una pena de 19 años de cárcel, tras sufrir anteriormente un largo calvario judicial y médico, no parece que vaya a afectar a la política rusa a un mes de que se celebren elecciones presidenciales en el país. «Creo que su muerte no cambia absolutamente nada del juego político ruso, porque estaba ya apartado de la política real», explica a Prensa Ibérica Juanjo Prego, experto independiente en Rusia. «Desde que lo metieron en la cárcel del Ártico, los tuits y vídeos que publicaba sólo interesaban al círculo de navalnistas. La oposición no ha podido coordinarse alrededor de otro candidato».
El único opositor que podía hacer algo de sombra a Vladímir Putin en las elecciones del 15 al 17 de marzo era Boris Nadezhdin. El Tribunal Supremo tumbó definitivamente su candidatura el jueves, tan solo horas antes de que se conociera la muerte de Navalni.
«La clave ahora es si se producen protestas por su muerte y de qué entidad. Putin había logrado con éxito en los últimos meses silenciar a Navalni y que los mensajes que su equipo intentaba distribuir no llegaran tan fuerte a los ciudadanos rusos», apuntó Eleonora Tafuro, investigadora del instituto ISPI de Milán. «Navalni consiguió popularidad con un mensaje de lucha contra la corrupción, no de temas abstractos, y eso resonaba en la población rusa. Pero no creo que ahora la gente esté dispuesta a bajar a la calle y protestar por su muerte». Navalni expuso, por ejemplo, la riqueza de origen presuntamente ilegal del ex primer ministro Dmitri Medvédev.
Navalni no era solo un opositor, sino un movimiento, y hay que ver si alguien cogerá el testigo. Nunca le permitieron presentarse a elecciones, porque Putin detectó esa fortaleza. El otro opositor con carisma suficiente, Boris Nemtsov, fue asesinado junto al Kremlin en 2015. La lista de críticos apartados por la fuerza de la política rusa es larga y cruenta. «Con Navalni se cierra un ciclo de grandes opositores que empezó con Nemtsov. Era el último gran opositor que le quedaba al Kremlin», subraya Prego.