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El concurso de tambores reúne a los cofrades que comparten la pasión por este instrumento La creación de las marchas comienza en los meses de octubre y noviembre
Es tradición zaragozana celebrar, poco antes del comienzo de la Semana Santa, el Concurso y Exaltación de los Instrumentos Tradicionales, más conocido como el de los tambores, que se celebrará este fin de semana. Para las cofradías, explica Alejandro Blasco, el día va más allá de la competición:
«Es especial por muchos motivos, pequeños detalles que lo hacen importante». Él es el encargado de su cuadrilla en la Coronación de Espinas, y participa en el evento desde 2010. Luis Villacampa, delegado de instrumentos de la Entrada de Jesús en Jerusalén, lo considera «el día de los amigos, de disfrutar de gente de otras cuadrillas con la que no te juntas de forma habitual».
La jornada se celebra tras meses y meses de preparación que, como expresa Villacampa, son de bastante trabajo para las cofradías: «A finales de octubre se comienzan a planear las líneas maestras de la marcha». David Lázaro, encargado del concurso y cofrade de la Columna, añade: «Yo estoy en verano en la playa con mi mujer y, si se me ocurre algo bueno, cojo el móvil y me grabo la voz».
Sin embargo, los ensayos no empiezan hasta enero, cuando el ayuntamiento les otorga los permisos necesarios. Lo que hacen hasta el momento es, cuenta Blasco, «buscarse la vida». Detrás de ellos hay un sentimiento de pasión por la tradición y amor hacia el sonido del tambor. Villacampa lo vive así: «Soy el mayor de la cuadrilla. El resto son chavales, niños a los que enseñé a tocar cuando participaban en la exaltación infantil. Ahora hago de padre, y eso es mucho orgullo».
El concurso de tambores es largo, define Blasco: «Los últimos años ha empezado a las 10.00 horas y no ha terminado hasta las 15.00 horas». Para vivirlo con energía, cada cofradía realiza sus pequeños rituales. En la Entrada de Jesús en Jerusalén «hacen un corro antes de salir a tocar, dicen palabras de agradecimiento y rezan un padrenuestro», explica Luis. Lázaro relata cómo se vive el día en la Columna: «Quedamos pronto a almorzar, vamos al pabellón Príncipe Felipe y luego comemos juntos».
La competición consigue «que en Semana Santa las procesiones salgan a la calle de muy buena manera», expresa Blasco. Y añade: «El concurso es muy importante para las secciones de instrumentos porque hace que la gente tenga afán de mejorar, de comprometerse». La relación de cada cofrade con su instrumento es especial, afirma Villacampa: «Me puede doler lo que sea que, cuando toco, desaparece. Somos solo la maza, el bombo y yo». Blasco, que empezó con el tambor a los cinco años, lo considera «una de sus señas de identidad».
La votación del jurado se realiza en torno a tres parámetros: la originalidad, la dificultad y la coordinación. Villacampa, que es uno de sus integrantes, explica el funcionamiento: «Cada cofradía toca dos marchas que se puntúan en los tres aspectos. Al finalizar, se suma y se saca la media sobre diez». La clave es, cuenta él, «hacer anotaciones mientras las escuchas para, luego, poder juzgar la mejor». Algo que, como comenta Lázaro, es cada vez más complicado: «Al ser un concurso libre, el nivel ha ido aumentando».
Aunque el orden de salida se escoge mediante sorteo, cada cuadrilla tiene sus preferencias. En la Entrada de Jesús en Jerusalén, narra Villacampa, «se quiere actuar o un poco antes o justo después del descanso». Sin embargo, en la Coronación de las Espinas son más de «salir al principio porque así no esperas toda la mañana», explica Blasco. Y añade: «Me gusta ir en el bloque de las cofradías que suelen recibir premio porque son con las que aspiro a competir».
El objetivo final es, para Blasco, «que la gente se vaya con una buena sensación después de tanto trabajo». Lázaro comparte esa idea: «Al margen del resultado, estás todo el día con gente que te apoya en algo a lo que le has echado muchas ganas. Es un esfuerzo que merece mucho la pena».
«Me puede doler lo que sea que desaparece. En ese momento somos la maza, el bombo y yo»