Aragón apuesta por más espacios libres de humo pero sin prohibir
La asociación contra el cáncer cree que se «pierde la sensación de riesgo» y pide que haya valentía, una legislación clara y se incluya el vapeo La universidad valora su declaración
Una muerte cada 10 minutos, 140 al día y 50.000 al año. Son las que provoca el tabaco. Además, más de 450 jóvenes comienzan a fumar cada día. El Ministerio de Sanidad se ha propuesto poner al día la ley (aún tardará) y contar con un plan integral de prevención y control del tabaquismo, que lleva dos años aparcado. Las comunidades autónomas tienen hasta este miércoles, 27 de marzo, para presentar sus alegaciones. Aragón se está adelantando, trabajando en un nuevo plan de adicciones, que entrará en vigor el año que viene; y también en una ley de adicciones. En ese marco es en el que se va a impulsar que haya más espacios libres de humo, pero siempre desde la voluntariedad, nunca desde la prohibición.
Desde la Asociación Española contra el Cáncer llevan ya tiempo trabajando en que se cambie la ley y en la ampliación de lugares donde no esté permitido fumar; pero sobre todo reclaman «una legislación clara» y que se incluyan vapeadores y cigarrillos electrónicos. «Hay en lugares que no tenemos claro si se puede o no», y de ahí que pidan concreción porque la industria siempre «va un paso más allá de la legislación», asegura David Planas, técnico de prevención y promoción de la salud de la asociación. En muchos casos «depende de la voluntad del lugar», señala Planas, porque en ocasiones se ofertan cachimbas e incluso se permiten vapeadores, en bares, discotecas o restaurantes. «Cada vez se está normalizando más», reconoce, sobre todo entre los jóvenes. Y es ahí donde se está centrando la asociación, porque se están dando cuenta de que «se está perdiendo la visión del riesgo».
Además, creen que voluntariamente la población no va a dejar de fumar en según qué espacios, así que cree Planas que la invitación «serviría de poco». «Hay que ser firmes, educar para mejorar la salud», lo que implica prohibir.
También considera que hay que ser valiente para prohibir. Y en este sentido, recuerda Planas cuando en el año 2005 se empezó a delimitar espacios sin humo o en el 2010, cuando se prohibió hacerlo en interiores. «Parece que se iba a caer el mundo. Ahora los argumentos son similares; sin embargo la experiencia no ha sido así, en poco tiempo hemos interiorizado el no poder fumar; y dentro de diez años también se verá raro fumar o vapear en ciertos espacios», señala.
Se refiere sobre todo en las terrazas de los bares, donde critica que se levantara la prohibición tras la pandemia. «Ahora te prohíbo, ahora no», dice, asegurando a continuación que «hay que dejar las cosas claras y ponerlo fácil», señalando si se puede consumir un cigarrillo o un vapeador, o no.
Adhesiones
En estos momentos son espacios libres de humo todos los centros de trabajo y edificios cerrados, centros comerciales, salas de fiesta o juegos. Y en espacios abiertos, en los alrededores de los centros educativos, instalaciones deportivas y parques infantiles. El primer lugar que se unió a la iniciativa de la Asociación Española contra el cáncer en Zaragoza fue el Parque de Atracciones, que se mantiene como espacio libre de humo a día de hoy, pero también hay empresas, ayuntamientos, las piscinas municipales de Tarazona, Utebo, Ariza o Cuarte. «Valoramos que las autoridades y los gobiernos locales vean esa importancia», señala Planas. «La experiencia está siendo positiva», reconoce.
Y siguen queriendo sumar espacios. La Universidad de Zaragoza tiene la voluntad de avanzar en ir ganando espacio al tabaco. «Estamos en ello», aseguran desde el campus público, aunque todavía no se ha firmando ningún convenio con la asociación y se desconoce en qué campus se iniciará la propuesta; pero sí que se ha convocado un concurso para la elaboración de un cartel con el lema Campus libre de humos para promocionar la prevención del tabaquismo.
También cuenta Planas una paradoja. En las piscinas municipales de Zaragoza, por ejemplo, no se puede fumar; pero cuando llegue el verano, se convierten en espacios de ocio y entonces se permite fumar y se colocan ceniceros de barro. «Esto nos preocupa, porque está demostrado que simplemente poniendo unos carteles, la gente fuma menos, aunque siempre hay excepciones».
El día 19 de marzo hizo un mes que Inés Carmona, de 47 años, se fumó el último cigarrillo. Lo decidió como propósito de año nuevo, pero sobre todo porque se lo había pedido su hijo pequeño y ella le prometió que lo haría o por lo menos lo intentaría. El pequeño llevaba tiempo reclamándoselo. De momento lo está consiguiendo. Además, ha pasado por dos tumores y una metástasis, «la última muy grave», explica, y aunque «no podemos evitar que vuelva», sí que quiere intentar «cuidarme un poco mejor», reconoce. La enfermedad «no tenía nada que ver con el tabaco», asevera, aunque también tiene claro que fumar «no mejoraba la situación». Así que un aliciente más para abandonar su adicción.
Ella empezó sola, sin medicación ni ayuda por parte de nadie. El primer paso fue el de reducir el consumo diario porque «estaba en un paquete y medio largo», asegura, para añadir a continuación: «sabía que de golpe no iba a poder». Ahora, un mes y pico después asegura estar bien, aunque todavía siente «un poco de ansia y monillo», pero reconoce haberlo llevado «bastante mejor» que otra vez que también lo intentó dejar. «Lo llevé fatal y no lo conseguí», afirma.
Carmona insiste en que ha sido duro porque lo ha hecho «sin pastillas». Todo a base de «fuerza de voluntad y de la motivación por parte de las psicólogas zaragozanas de la Asociación contra el Cáncer» y de saber que ha cumplido la promesa que le hizo a su hijo pequeño. «Está orgulloso de mí y me anima mucho a seguir», relata.
Sin embargo sigue teniendo algún momento malo. «El peor, el del café, tras el desayuno», que no lo lleva tan bien como el de la comida y la merienda. A su alrededor también fuma cada vez menos gente, lo que ayuda, aunque ella no se define como «fumadora social, ya que lo hacía tanto cuando estaba con gente como sola».
También ha valorado la parte económica porque «llevo varios meses de baja y la situación económica no es muy allá», y, además, «el precio está para pensárselo». En el día a día se nota menos pero «echas cuentas al mes y es bastante dinero».
A Inés le han ayudado mucho las charlas organizadas por la asociación contra el cáncer, que celebraba en el hospital Clínico con dos psicólogas y una enfermera. «Son sobre todo motivacionales, sirven para darte herramientas y ayudarte en la reducción» del consumo de cigarrillos, explica. Además, existe una aplicación que «te va controlando» y a la vez te motiva a seguir cuando se ven los primeros resultados. También sirven de apoyo «las experiencias de otras personas», reconoce. En su caso, en las charlas empezaron seis y solo terminaron 2, el resto se quedó en el camino. «Es una cuestión personal, de querer y de que sea tu momento», concluye Inés, que sigue venciendo en su batalla diaria.