El agua no traiciona a ningún cofrade en Jueves Santo
Zaragoza disfruta de su día grande con más de diez procesiones que recorren sus calles
El día en el que Judas Iscariote traicionó a Jesús de Nazaret, la lluvia decidió amainar y no le jugó una mala pasada a los miles de feligreses que siguieron atentos el día grande por excelencia de la Semana Santa de Zaragoza, Jueves Santo, preludio de la crucifixión y posterior resurrección del Señor. Desde el barrio de Torrero hasta el Casco Histórico, varias procesiones desfilaron por la mañana a lo largo de las calles de la capital aragonesa con salidas desde la Real Maestranza de Caballería, la iglesia de San Antonio de Padua, la parroquia
Posiblemente la introducción del tambor en la celebración de la Semana Santa de Zaragoza fue una de las decisiones que más relevancia ha tenido en el devenir de esta tradición. Mosén Francisco Izquierdo Molins, promotor de la fundación de la Cofradía de las Siete Palabras y oriundo de una localidad del Bajo Aragón, fue el artífice principal de la idea de que los tambores del Bajo Aragón podrían ser un buen reclamo para anunciar a la ciudad el paso de la procesión y la predicación de las Siete Palabras, este sería el punto inicial de los más de 4.000 tambores que salieron a las calles zaragozanas el último año.
Los tambores que se trajeron a Zaragoza provenían del Bajo Aragón, zona donde el toque del tambor durante la Semana Santa estaba fuertemente asentado desde hacía mucho tiempo.
Esta comarca aragonesa comparte con algunas otras zonas el componente del tambor en la celebración. Localidades de la provincia de Albacete como Hellín y Tobarra o de la Región de Murcia como Mula o Moratalla, comparten con el Bajo Aragón la fuerte implantación del tambor en sus celebraciones. Es difícil determinar el origen y la causa de la introducción del tambor en las diferentes zonas, pero sí que parece de Nuestra Señora del Carmen y la iglesia de San Felipe.
Una de las más madrugadoras fue la Cofradía de la Exaltación de la Santa Cruz con su paso de La Elevación del Señor y los tricornios de la Guardia Civil –hermana honorífica de la congregación–, que se dejaron ver desde primera hora de la mañana por las calles zaragozanas. A ellos se unían los hábitos blancos y los capirotes negros de los cofrades que formaron parte del desfile, a quienes siguieron atentos los locales y los foráneos, ayer desprovistos del as que han guardado bajo la manga estos últimos días: el paraguas.
Solo una suave brisa impedía retirar la cazadora a quienes deba
demostrado que este instrumento nació para usarse en las procesiones, seguramente dadas sus características que encajaban muy bien con estas.
En las localidades descritas tuvo un éxito importante y muchos de sus habitantes se unieron a la celebración tocando el instrumento. Con el tiempo, muchas veces se daban comportamientos fuera de la ortodoxia, como usarlos antes y después de las procesiones en las que tenían que participar. O, durante las mismas, los que participaban tocando estos instrumentos no tenían los comportamientos adecuados. Así se fue dando el caso que, en algunas de las localidades, el toque del tambor poco a poco se fue separando de las celebraciones oficiales, llegando incluso actualmente en algunas localidades a no tener ninguna vinculación con las procesiones que se celebran durante la Semana Santa.
En el Bajo Aragón se podría hablar de un modelo mixto en la celebración, donde los tambores participan tanto en las procesiones que se celebran en las diferentes localidades, como fuera de ellas de un modo más profano. Seguramente se llegó a este modelo buscando acotar las horas donde el tambor podía participar durante la Semana Santa, y podría dar una explicación, por ejemplo a los actos de Romper la Hora, que en muchos casos da el pistoletazo de salida de la posibilidad de tocar el tambor libremente durante unas horas.
En Zaragoza se trajo el tambor para participar en la procesión y anunciar el discurrir de las mismas y más de ochenta años desde su llegada aún no ha salido de las mismas. Poco a poco se fue introduciendo en la Semana Santa zaragozana y generalizando en las diferentes cofradías, hasta convertirse en el elemento más identitario de la celebración.
La introducción del tambor en la celebración de Zaragoza fue una de las decisiones más relevantes para su devenir
Bajo Aragón
Mosén Francisco Izquierdo, promotor de Las Siete Palabras, fue el artífice de la idea
El año pasado, más de 4.000 tambores salieron a las calles de la capital aragonesa
tían sobre ello mientras esperaban la salida del paso y escuchaban, de fondo, el relinchar de los caballos. Todos los chascarrillos, desde los nuevos champús que se pueden encontrar en el mercado hasta otros tantos términos anglosajones, comenzaron a interrumpirse pasadas las 10.50 horas con la llegada de la banda de música y su llamada a filas en la calle del Lucero.
Real Maestranza de Caballería
Con una puntualidad que afinó el primer segundo de las 11.00 horas, un redoble de bombos y tambores llamaba la atención de todos los presentes. El silencio echó a correr por los recovecos que rodean a la Real Maestranza, aunque no fue hasta once minutos más tarde cuando se abrieron las puertas del edificio y dio inicio la procesión con las primeras percusiones.
Luego se afinó la banda de música para dar la bienvenida a la imagen al mismo tiempo que algunos se atrevían a corear La muerte no es el final en homenaje a los caídos de las Fuerzas Armadas y los civiles hasta que, entre aplausos, los cofrades sacaron la imagen. También fue reconocida con aplausos la interpretación del himno nacional.
A la misma hora, la Cofradía de la Verónica exhibió a su titular con salida desde la iglesia de Nuestra Señora del Carmen y la Cofradía de la Crucifixión hizo lo propio con la procesión de las Llagas desde la iglesia de San Antonio de Padua. A las 12.00 horas, desde la iglesia de San Felipe partió la Cofradía de la Coronación de las Espinas con la mayor parte de los asistentes ya apoyando los chaquetones entre sus brazos. Entre el olor a incienso y los toques de corneta, los cofrades iniciaron su particular vía crucis para orar en las diferentes estaciones repartidas a lo largo del recorrido que abarca el centro de Zaragoza.
Con el lavado de pies y la traición de Judas a Jesús ya de cerca, la lluvia continuó a resguardo y permitió a los parroquianos disfrutar de más de una decena de procesiones vespertinas. Los primeros que dieron el paso fueron los costaleros de la Cofradía de la Institución de la Sagrada Eucaristía desde la parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Entre otras tantas procesiones, los cofrades del Señor Atado a la Columna tiñeron de rojo el Casco Histórico y, ya en Viernes Santo, La Piedad abandonó la iglesia de Santa Isabel de Portugal.