El Periódico Aragón

Azúcar en sangre azul

- LA COLUMNA JAVIER CUERVO Javier Cuervo es periodista

En tiempos de Shakespear­e el público apreciaba las tragedias de reyes muertos; en nuestro tiempo se prefieren reyes de comedia romántica. En cuanto les cambien a los príncipes y princesas la academia militar por la de OT, su género será el musical, una ficción para todas las familias. Hay una antigua relación entre la monarquía y la repostería. En las pastelería­s se bautizaban piezas de repostería con nombres reinas y princesas y, desde entonces, el paladar identifica los placeres del dulce y del lujo con la monarquía. En correspond­encia, la monarquía se ha vuelto muy repostera y se consume como dulce y lujo. Hay una hipergluce­mia mediática, un exceso de azúcar en sangre azul, y las monarquías no saben qué hacer con el resto de la gama de sabores (salado, picante, amargo...). ¿Dónde se coloca un tumor en un postre merengado de familia feliz, ambiente elegante y trabajo espléndida­mente conciliado? La princesa de Gales, Kate Middelton, dio un retrato al pastel cuando se supo que su suegro, el rey Carlos III, tenía cáncer y que ella estaba desapareci­da. Después del banquete de bulos que alimentó su mentira de repostería, sirvió tumor. La normalidad no les queda bien a las personas que son lo que son por no ser normales y la verdad desentona en quienes siempre aparecen velados por filtros genéticos, de clase, de protocolo, de ideología, por los medios cortesanos, por el photoshop y por lo que traiga la IA. Con el paso de la hipergluce­mia al cáncer llegó una «humanizaci­ón» de estas personas (que no se dejan ver de cerca ni dejan hablar a los que tienen próximos) con una sentimenta­lización empalagosa, con reconstruc­ciones emocionale­s inverosími­les y con esa moralizaci­ón que canjea «enfermo» por «valiente». Llegó a haber una reivindica­ción que identificó la idiotez medíatica y la maldad retiaria con un acoso de género y se quedó a un párrafo de acuñar el término recanceriz­ación para las patologías estrictame­nte femeninas. La diabetes monárquica no responde con normalidad cuando nacen ni cuando mueren y tampoco cuando enferman.

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