La edad media en los trastornos alimentarios baja hasta los 12 años
La asociación TCA Aragón señala que en la comunidad hay casos de niñas con 9 Los expertos dicen que el problema está en los contenidos que los menores ven en las redes sociales
La pandemia supuso un antes y un después para las enfermedades mentales relacionadas con la alimentación y la autopercepción de la imagen corporal. Según los datos recogidos por la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) del Hospital Clínico de Zaragoza, que atiende a pacientes infantojuveniles, en 2023 se contabilizaron 103 nuevos pacientes por este tipo de trastornos y, hasta febrero de 2024, ya han acudido 14 menores al centro. Según Pedro Ruiz, jefe de la sección psiquiátrico-infantil del hospital Clínico, esta cifra «no es un registro real de la situación». Explica que alrededor de un 5% de los jóvenes que sufren estas enfermedades no son diagnosticados y «salen a la luz cuando acudimos a los centros a dar charlas sobre TCA». Aun así, asegura que cada año «siempre hay un centenar de casos nuevos» y la mayoría de ellos se dan entre los menores de 12 y 13 años de edad.
La principal causa de esta bajada de la media de edad son «las redes sociales y las pantallas», asegura Ruiz. El psiquiatra afirma que aplicaciones móviles como Tiktok o Instagram muestran imágenes o contenidos que son «poco saludables para todos y más para los menores, mucho más vulnerables».
Además, se trata de plataformas de contenido que crean adicción entre los jóvenes y, a mayor exposición a este tipo de vídeos o fotografías, «más vulnerables son y mayores síntomas y trastornos se generan», asegura.
Desde la asociación TCA Aragón también han notado una bajada de edad entre los nuevos casos de anorexia, bulimia o vigorexia. «Aquí hay niños con 9 años», señalan desde la entidad.
Definen este tipo de trastornos como «la pandemia del siglo XXI» y aseguran que, cada vez que acuden a los colegios e institutos a dar charlas sobre este tipo de trastornos, «nos encontramos con 3 o 4 alumnos con algún TCA no diagnosticado por aula».
En total, la asociación cuenta con más de 100 familias entre las que hay menores que padecen TCA. «Muchos padres y madres acuden a nosotros porque no saben cómo ayudar a sus hijos», mencionan y señalan que el principal problema es la falta de ayuda en este tipo de trastornos desde Sanidad. «Aunque ahora los médicos saben más del tema, falta mucho por hacer», puntualizan. Y, para ello, insisten en que «es necesario hacer estadísticas reales para saber cuántos casos hay de verdad en Aragón. Sin datos no se puede saber el alcance real y los medios que de verdad se necesitan», denuncian.
En cuanto al perfil de los afectados, el número de mujeres sigue siendo el dominante en cuanto a trastornos de la alimentación. Sin embargo, Ruiz asegura que en la actualidad «hay muchos chicos que también acuden al hospital por este tipo de enfermedades». Serían, según el experto, de cada nueve afectados «al menos uno de ellos son hombres» y la gran mayoría «presentan vigorexia, más que otro tipo de trastorno».
La dismorfia muscular está, según Ruiz, «más presente que nunca en nuestra sociedad, aunque en muchos casos no saben que están enfermos y creen que lo que hacen es saludable». Destaca que en los hombres «el problema está en que no piden ayuda, porque no saben que están enfermos».
Otro de los TCA a la orden del día es el de la sobreingesta compulsiva (también conocido como trastorno por atracones). Ruiz señala que el 30% de las personas adultas con obesidad sufre este tipo de enfermedad mental, algo que sorprende si se tiene en cuenta que «la mitad de la población adulta en España sufre obesidad o sobrepeso», puntualiza.
El ‘boom’ de la pandemia
En los institutos hay, aproximadamente, 3 o 4 casos por aula que no son diagnosticados
«El año después del covid fue un boom en este tipo de trastornos, después la cosa ha ido a menos, aunque anualmente aparecen aproximadamente un centenar de casos nuevos», explica Ruiz. En 2021 las primeras visitas acumuladas a fecha de diciembre de 2021, según señalan desde la unidad del centro, fueron 140 (13 varones y 127 mujeres). Ello supone el doble que en 2019, cuando fueron 71. En noviembre de ese mismo año ascendieron a 132, el 76% de incremento respecto a 2020, cuando hubo 81.
Las redes sociales fueron el gran entretenimiento durante la cuarentena. Por aquel entonces, las aplicaciones móviles como Instagram o Tiktok se inundaron de tips o trucos alimenticios que se mostraban como dietas saludables «sin ser nada de eso», señala el psiquiatra. Los realfooders llegaron para quedarse y, ahora que se acerca el buen tiempo y el calor, sus perfiles se llenan de dietas milagro o ayunos que «dicen que ayudan a la salud, pero en realidad hacen todo lo contrario», puntualiza Ruiz.
Pone de ejemplo el famoso ayuno intermitente para explicar que este tipo de régimen puede ser perjudicial para la salud de las personas. «Estar tantas horas sin comer puede crear un trastorno obsesivo de la comida, problemas renales, cerebrales o, incluso, cardiacos», asegura.
Una práctica que en algunos casos se vuelve una obsesión y dedicación excesivamente planificada. Hasta el punto de que «muchas veces los enfermos de ortorexia no pueden llevar una vida normal», confirma Peralta.
Ir a comer a un restaurante supone no saber con exactitud qué calidad tienen los alimentos que consumes. Algo que para una persona con este tipo de trastorno mental «puede generar que sienta culpa cuando no puede seguir las pautas que se ha marcado en su dieta», señala la psicóloga. Por ello, «las personas con ortorexia reducen mucho sus actividades sociales, tanto las que tienen que ver con la alimentación, como cualquier tipo de plan que le impida seguir su calendario de comidas», explica.
La excesiva restricción alimentaria por conseguir una salud perfecta, según la experta, acaba teniendo el efecto contrario entre estos enfermos. «Deja de ser saludable para ellos porque su obsesión les lleva a reducir mucho lo que consumen y, de esta manera, no obtienen ni las proteínas ni las vitaminas necesarias para su cuerpo», explica.
Este tipo de conductas y restricciones a la hora de comer, a diferencia de otros TCA, no tienen un perfil de género marcado. «Lo pueden sufrir mujeres y hombres por igual, porque no se trata tanto de la imagen física, sino del cuidado de la salud. Aunque, el control obsesivo a veces puede derivar también en conseguir un cuerpo perfecto, en principio no tiene que ver con ello», asegura. Lo que si tienen en común aquellos que padecen esta enfermedad es que «son personas controladoras, excesivamente perfeccionistas y muy autoexigentes», concreta Peralta.
A pesar de que sea una enfermedad que cada vez está más presente en la sociedad, todavía no está registrada como un problema alimentario ni en el DSM5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales).