El Periódico Aragón

«Ese penalti lo tenía que meter sí o sí, solo visualizab­a eso»

Un 20 de abril de 1994 el Zaragoza alzó su cuarta Copa en un partido en el Calderón ante el Celta que acabó 0-0 y que se decidió en la tanda de penaltis. Cedrún paró el lanzado por Alejo e Higuera anotó el decisivo ante Cañizares. Paquete revive aquel mom

- SANTIAGO VALERO FRANCISCO ‘PAQUETE’ HIGUERA Exjugador del Real Zaragoza

Zaragoza — 30 años, cómo pasa el tiempo.

— La verdad es que sí, parece que fue el otro día que estábamos jugando en el Calderón. En la mente está fresco todo, pero obviamente en el aspecto físico los años pasan, eso está claro (sonríe).

— Para usted es una cita inolvidabl­e por aquel penalti.

— Uno de los momentos más especiales que he vivido, en un club como el Zaragoza en el que la máxima ilusión, además de estar con los grandes, pelear por los puestos altos como logramos, era ganar títulos y pasar a la historia. Esa Copa fue la primera para mí, para muchos de los que allí estábamos y fue muy emocionant­e todo, un día inolvidabl­e.

— ¿Ese 20 de abril de 1994 es el momento que usted elegiría de su carrera deportiva?

— Uno de ellos, sin duda. Ese día estará siempre ahí, entre los más bonitos de mi carrera, con los partidos de la selección española, con la Recopa, con aquel camino que recorrimos en el Zaragoza hasta llegar a la gloria.

— Para el penalti Cedrún a Alejo y usted es el último lanzador…

— Ya había varios que casi nos los paró Cañizares y cuando Alejo falla y teniendo la afición justo detrás de la portería… es que lo tenía que meter sí o sí. Un penalti es un cara o cruz y se puede fallar o que el portero te lo adivine, pero cuando iba caminando hacia el punto solo visualizab­a eso, el meterlo como fuera. Ese título era muy deseado y al ir a lanzar piensas en todo eso. Tuve la suerte de meterlo porque Cañizares se tiró pronto y fue relativame­nte fácil disparar al otro lado.

— ¿Usted se ofreció a tirar el último? En una tanda de penaltis los más difíciles son ese y el primero.

— Lo que recuerdo es que decidí yo que fuera el último en tirar, nos íbamos diciendo entre nosotros el orden y yo dije que quería lanzar ese. Fue más autogestió­n nuestra, creo recordar, que el hecho de que Víctor nos diera el orden de lanzadores. En ese caso se preguntaba quién quería lanzarlos, quién se sentía bien y seguro. Algunos no lo ven tan claro o no están con esa confianza y notan el cansancio y hay gente que los quiere tirar y otros prefieren que no.

— En su caso, lo tenía muy claro.

— Sí, clarísimo. Tiraba el primero o el último, pero uno de los claves lo lanzaba yo, seguro. Y decidí que el último. Siempre se me dio bien y quería asumir esa responsabi­lidad.

— ¿Qué siente cuando entra?

— Lo primero, el alivio por ver que ya había terminado todo. Esa sensación de liberación absoluta, de solo ir a pensar en celebrarlo con la afición. Recuerdo que veníamos de una semana muy intensa, de la final perdida el año anterior en Valencia contra el Madrid. Traíamos esa presión que nosotros mismos nos poníamos por el deseo de ese título. Todo eso provocó la alegría en la celebració­n, pero también ese desahogo de tener ya la Copa, de llevarla para el Pilar y de sentir que era un título muy merecido que habíamos conseguido, lo que nos dio un plus como equipo para el año siguiente lograr mucho más.

— En ese sentido, la Copa además del billete para la Recopa les dio también esa capacidad y seguridad de confiar en sus posibilida­des…

— Nos supuso el empujón definitivo, nos dio valor hacia fuera, en la considerac­ión del resto de equipos, pero sobre todo para dentro, saber que puedes hacer grandes cosas, que el grupo iba en evolución y crecimient­o. Eso fue vital para llegar a una final europea el año siguiente y llevarnos la Recopa. Pasar a la historia con títulos es una satisfacci­ón enorme y en un club como este, lleno de historia y de una afición que está hecha para que su equipo esté entre los cuatro mejores de España. Nosotros lo situamos ahí y es un orgullo el ver después lo logrado.

— Menuda época dorada vivió el Zaragoza entonces…

— Fueron unos años magníficos, un equipo que se fue haciendo poco a poco, progresand­o, mejorando en muchas facetas año a año, con un estilo propio para pelear bien con los de abajo y para mirarles a los ojos a los grandes. Era además un vestuario magnífico en el que los jugadores que iban llegando se amoldaban bien, entraban perfectame­nte.

— Y jugando de memoria.

— Es que jugar en Primera pero además disfrutand­o y haciendo disfrutar como lo hacíamos nosotros no está al alcance de muchos equipos. Tuvimos la suerte de ser uno de ellos, de competir y disfrutar, hicimos unos años en los que ganábamos y además tenías una felicidad absoluta con el fútbol que hacías.

— 30añosyaho­ralarealid­adesotra.

— Sí, y de no creerla, la verdad. Que lleve 11 años en Segunda era inimaginab­le para nosotros, para los que vivimos eso, para los que conocemos el club y esa afición. Es que no lo puedes explicar estando fuera qué puede ocurrir para que una entidad como el Zaragoza lleve tantos años fuera de su sitio. A mí me preguntan y no sé qué decir, porque probableme­nte no tiene explicació­n. A ver si ahora solventamo­s el año pronto, logramos la permanenci­a y se prepara con Víctor un buen equipo que sea capaz de lograr ese ascenso.

— Víctor es de las pocas cosas que no han cambiado. Sigue acumulando partidos en el banquillo en diferentes épocas.

— Ha vuelto otra vez y la gente tiene esa confianza en él, algo que se ha ganado en una carrera tan larga. Lo fundamenta­l es saber elegir a los jugadores para saltar a ese campo porque no es fácil hacerlo en La Romareda, con esa afición acostumbra­da al buen fútbol y que exige. Tienes que traer a futbolista­s que tengan personalid­ad, que sepan mostrarse y no esconderse cuando la gente achuche, que tengan personalid­ad para pedir el balón y tirar para delante.

— ¿El Zaragoza es el club de su vida?

— Sí, eso sin duda. Jugué seis años en el Mallorca, pero al venir aquí me cambió todo, fue el momento cumbre de mi carrera y soy mucho más del Zaragoza que del Mallorca, aunque también es un club al que quiero mucho, pero mis años futbolísti­cos grandes los viví en La Romareda y eso pesa mucho más.

— ¿Y qué le queda ahora?

— Al Zaragoza lo quiero muchísimo, siento esa sensación de añoranza, de cariño, de recuerdos bonitos que me afloran mucho más cuando voy por allí. Ahora iré para el final de Liga y al entrar en ese estadio se me ponen los pelos de punta. Cada vez que voy siento unas ganas de saltar al césped y jugar tremendas. Del Zaragoza me queda todo, la ciudad que tan bien me acogió, el cariño de los zaragocist­as, está Albertito en el club (delegado), hablo con Andoni, con el Chucho… en el grupo de WhatsApp de la Recopa estamos todos y comentamos todo y mantenemos esa amistad de forma duradera.

«Decidí yo ser el último en tirar. Siempre se me dio bien y asumí esa responsabi­lidad»

«Esa Copa supuso el empujón definitivo, nos dio valor hacia fuera pero, sobre todo, para dentro»

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Ángel de Castro
Paquete Higuera, fotografia­do en la Ciudad Deportiva del Real Zaragoza. Ángel de Castro

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