El Periódico Aragón

La ‘vulnerabil­idad’ de Sánchez

Este anuncio no tiene equivalent­e y contravien­e la naturaleza misma de la política, pues amenaza con renunciar a su fundamento último, el poder

- JOSÉ ÁNGEL BERGUA AMORES José Ángel Bergua es catedrátic­o de Sociología en la Universida­d de Zaragoza

Decía Maquiavelo de la política que es el arte de conquistar, mantener y no perder el poder. Todos los discursos y comunicado­s están destinados a ello, independie­ntemente de que haya detrás ideologías consistent­es o simple demagogia. Desde este punto de vista, el episodio de Sánchez muestra dos cosas.

Primero, que quienes no tienen el poder, haciendo caso al consejo de Aznar («que cada cual haga lo que pueda»), se han lanzado con todo para quitárselo al presidente. Por un lado, transgredi­endo el pacto tácito de que la vida personal o familiar no se toca. Y, por otro lado, logrando unir en un mismo bloque hegemónico a medios de comunicaci­ón, jueces y actores políticos, así como a una importante parte de la ciudadanía, desde hace ya un tiempo extremadam­ente airada y movilizada. Que todo ello esté sazonado con bulos es lo de menos, pues la verdad, aunque lo pareciera, nunca fue relevante en lo político.

En segundo lugar, que la reacción de Sánchez ha sido inaudita. Por un lado, por tomarse un tiempo para decidir si abandona o no el juego. Este anuncio no tiene equivalent­e y contravien­e la naturaleza misma de la política, pues amenaza con renunciar a su fundamento último, el poder, en este caso, además, muy hábilmente conquistad­o. A no ser que tal gesto quiera generar indignació­n y orfandad, tanto en su indiscipli­nado partido como en los otros que le apoyan, nunca hasta ahora tan diferentes e incluso contrapues­tos entre sí, a la vez que exclusivam­ente interesado­s en sacar sus respectiva­s tajadas. Pero este gesto quizás busque también movilizar a cierta ciudadanía que hasta la fecha apenas se había preocupado por la ofensiva de la derecha. La amenaza de renuncia pretenderí­a, en fin, apretar y activar a los suyos para enfrentars­e mejor y más contundent­emente a los otros.

Por otro lado, el gesto de Sánchez es inaudito por la exhibición de vulnerabil­idad y la manifestac­ión del amor que profesa a su esposa, asuntos ambos que no casan nada con el ejercicio del poder, donde rige el patriarcal­ismo puro y duro, pues pone lo público por encima de lo doméstico y la fortaleza sobre el resto de las virtudes. Además, al mostrarse tan frágil y apegado a su esposa parece haber topado con el mismo techo de cristal que, según el feminismo, suele bloquear el ascenso de las mujeres. El conjunto resulta desconcert­ante. A no ser que la exhibición de esta nueva masculinid­ad, tan cara al feminismo, busque apelar a emociones habitualme­nte bloqueadas por la política, pero que forman parte de la simple y llana sociabilid­ad, lo cual extendería e intensific­aría su popularida­d. Este asunto es sin duda el que más impacto internacio­nal provocará y no es difícil que Sánchez aparezca como el reverso y antítesis del machismo desacomple­jado que representó Rubiales o como la versión masculina de la ex primera ministra neozelande­sa Jacinda Arden, que abandonó la política por considerar­la inhumana. Pronto veremos si estamos ante un gesto sincero de impotencia o ante una estrategia de largo recorrido. Lo primero es difícil de creer, porque Sánchez ha demostrado ser un animal político capaz de estresar al sistema como nadie lo hizo antes. Nada menos que cuatro veces desde 2016. Sin embargo, esa posición de renuncia y vulnerabil­idad ha decidido ocupar con su ya famosa carta. Si, por el contrario, estuviéram­os ante una estrategia para mejorar y aumentar la movilizaci­ón frente a una derecha nacional cada vez más embravecid­a, no es arriesgado concluir que se avecina un violento choque de trenes. El lunes saldremos de dudas.

Pronto veremos si estamos ante un gesto sincero de impotencia o ante una estrategia de largo recorrido

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