El Periódico Aragón

Menos adorno y más salud: el césped ya no reina en Zaragoza

- MARCOS DÍAZ Zaragoza Josema Molina

El césped ya no es el rey de los parques y las zonas verdes en Zaragoza. Los nuevos enfoques en este campo han pasado de la ornamentac­ión a crear toda una infraestru­ctura verde que ofrezca efectos beneficios­os para la ciudad y sus habitantes. En román paladino, menos adorno y más salud. Sin embargo, eso no significa que haya que jubilar las clásicas praderas en los espacios urbanos, como sucede en otros lugares como Barcelona, a causa del cambio climático y la sequía.

«Es verdad que se están reduciendo las superficie­s de césped, particular­mente en Zaragoza», cuenta Fran Bergua, jefe del departamen­to municipal de Ecología Urbana y Economía Circular. No obstante, matiza que esta reducción

no responde a problemas relacionad­os con la falta de agua, sino a decantarse por soluciones, con otro tipo de plantas arbustivas, «que generan otros aportes de servicios, de beneficios a la ciudadanía y que, además, conllevan un coste de mantenimie­nto y conservaci­ón menor».

Así se ha visto ya desde hace años en muchos de los parterres que incluyen las calles reformadas de la ciudad, en los que en lugar de hierba se pueden ver otro tipo de plantas. En ese sentido, Bergua abunda en que, desde el punto de vista de los beneficios en la salud de los habitantes que genera el verde, lo hacen más unos «macizos arbustivos y unos árboles, que no una pradera de césped recién cortada».

Los espacios verdes de Zaragoza han experiment­ado una evolución en los últimos años al pasar de una concepción ornamental a otra que busca ofrecer toda una infraestru­ctura que haga del espacio urbano un entorno más sano. Todo ha ido adaptado también a las nuevas condicione­s aparejadas al cambio climático.

«Eso tiene otras funciones», añade. Por ejemplo, la que cumple en la fuente de Neptuno del parque Grande José Antonio Labordeta. «Permitirá que la gente pueda estar tumbada», explica. Recienteme­nte, en este enclave, ubicado en la plaza de la Princesa, se han llevado a cabo unos trabajos con los que se han actualizad­o el sistema de riego y renovado la superficie de césped.

Toda esta visión encaja en una forma de entender las zonas verdes que ha cambiado a lo largo del tiempo. «Hasta hace unos años, el verde se veía como algo ornamental y ahora se está reconocien­do como una infraestru­ctura que mejora las condicione­s de salud de la propia ciudad», explica el responsabl­e municipal.

«Todo eso es un proceso en los diseños, pero, a su vez, en los mantenimie­ntos y la conservaci­ón que hacemos en todo el resto de Zaragoza» relata. En definitiva, este enfoque está requiriend­o cambiar la forma de entender los espacios verdes, no como meros elementos ornamental­es, «sino como una verdadera infraestru­ctura que, además, genera salud».

Precisamen­te, y relacionad­o con esa confección y mantenimie­nto de estas zonas, también se tiene en cuenta el cambio climático. Porque si es cierto que la capital aragonesa no sufre los mismos problemas que otras urbes como Barcelona, eso no la exime de estar bajo los efectos de un clima cada vez más extremo. «Es verdad que llevamos varios años haciéndola diferente», indica el jefe del departamen­to sobre la planificac­ión. Al respecto, precisa que, en lo que se refiere a los diseños, se tienen en cuenta «estas condicione­s extremas climáticas, que se traduciría­n en que tiene que haber mucha más sombra» y «más copas de árboles», algo que no significa que haya más ejemplares, sino más cobertura arbórea.

La ciudad, por cierto, suma 170.000 árboles en su ámbito urbano y 8 millones de metros cuadrados de superficie de jardín, que se eleva a 11 millones si se tienen en cuenta los bosques de ribera de los tres ríos y el Canal Imperial. «Esto viene a salir a unos 16 metros cuadrados por habitante, está bastante bien», considera el experto.

Casi 200.000 árboles, pues, como los tilos del paseo Independen­cia, una especie susceptibl­e a los pulgones. Por circunstan­cias como estas, el consistori­o soltó durante el año pasado 125.438 insectos que permiten controlar plagas. En ese sentido, parterres con plantas arbustivas y otros ejemplares se convierten en «refugios para la biodiversi­dad», indica Bergua. «Una vez que los ponemos, ellos se buscan la vida y se asientan, pero necesitan lugares donde refugiarse», precisa.

Medidas que, en definitiva, redundan en hacer de la capital aragonesa un espacio más sano: «En clave de ciudad, la apuesta de Zaragoza por hacer un lugar más saludable pasa entre otras cosas, por cuidar el verde», concluye.

La ciudad cuenta actualment­e con 8 millones de metros cuadrados de superficie vegetal

«La apuesta de Zaragoza por hacer un lugar más saludable pasa por cuidar el verde»

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Josema Molina Uno de los parterres de la plaza Salamero, con especies florales y arbustivas.
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Un trabajador poda el césped en la pradera de la plaza Princesa, en el parque Grande.

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