Un ejemplo de un proyecto que ya es del público
Cuando se deja crecer y desarrollarse a la cultura pasa a ser del colectivo.
Acaba de pasar el Día del libro y, un año más, ha sido un rotundo éxito. La sensación que se tenía hace unos años ya es una realidad. Es una fiesta que ya prácticamente funciona sola, que en el imaginario colectivo aragonés ya se ha implantado la idea de que el 23 de abril hay que celebrarlo regalando (o regalándose) un libro a las personas más cercanas. Un hecho que alivia a las librerías (tampoco hay que obviar al aspecto económico de la cultura aunque hay que ponderarlo en su justa medida) y que, en teoría, demuestra el buen estado lector de la comunidad.
Un hecho que no acaban de mostrar las encuestas de hábitos de lectura que se realizan en España que si bien sitúan a Aragón un poco por encima de la media queda aún muy lejos de los primeros clasificados. ¿Cómo casa con el hecho de que el Día del libro de Zaragoza ahora mismo probablemente sea el segundo más importante del país (con Sant Jordi, a día de hoy, es imposible competir)? Probablemente porque que el 23 de abril sea un éxito de ventas significa que estamos en muchos caso ante la puerta de entrada a la literatura, lo cual es una muy buena noticia que quizá se refrenda más adelante cuando se coge la costumbre de comprar libros. En cualquier caso, tener un día tan potente es un hecho a celebrar que debería llevar a una certera reflexión en el sector cultural.
Todo lo que logra impregnarse en el imaginario colectivo es un éxito contra el que nadie puede competir. Y cuando digo nadie es nadie. El gran caballo de batalla de las actividades culturales deber ser traspasar el hábito de lo excepcional para abrazar la rutina cotidiana de disfrutar de la cultura. Solo así es cuando los proyectos no solo se mantienen sino que crecen pese a cualquier dificultad que se le pueda poner en el camino.
Y, ojo, solo así también, pueden convertirse en un arma peligrosa contra los que deciden ir contra ellos. Ejemplos hay muchos a lo largo de la historia.
Es curioso porque los detractores del cine español rescatan cada vez más a menudo la monserga de que no hay que verlo porque es una actividad hipersubvencionada por el Estado (algo que es mentira y que se ha demostrado en muchas ocasiones). O lo que es lo mismo, ellos luchan porque el hecho de ir al cine tenga un apellido (ver cine español) y este quede excluido del imaginario colectivo como una experiencia cultural gratificante. Y, desgraciadamente, es algo que va minando. Prueba de ello es que el cine español de los grandes nombres no se ve casi mermado (volvemos al hecho del imaginario colectivo) pero cada vez le resulta más complicado a un director (ya no digamos directora) poder sacar adelante un largometraje.
Dejemos que los proyectos culturales nazcan, pongamos las condiciones para ello, dejemos que se desarrollen y que crezcan por sí mismos (con toda ayuda que necesiten) y cuando ya sean mayores de edad y puedan demostrar todo lo que aportan ya serán de la sociedad. Y es ahí cuando es el momento de sacar pecho de tener un Día del libro potente, de tener una actividad teatral envidiable a lo largo de todo Aragón, de los muchos grupos de música que salen, de nuestros cineastas...
Aragón es una tierra muy rica en talento (no en lo económico, desgraciadamente). No lo estropeemos desde fuera del sector. Celebrémoslo y, sobre todo, dejemos que crezca desde la creatividad sin cortapisas de ningún tipo.