El Periódico Aragón

El estadillo de Sánchez

- ANTONIO PAPELL Antonio Papell es periodista

El Partido Popular no digirió la moción de censura que expulsó a Rajoy de La Moncloa en 2018. Pese a que el PP se desangraba en los tribunales al irse descubrien­do los sucesivos y graves episodios de corrupción, la derecha política, social y económica, fortalecid­a por la descarada irrupción de Vox en escena, nunca ha perdonado a la izquierda su recurso a los procedimie­ntos democrátic­os de la Constituci­ón para sancionar una deriva que se había vuelto insoportab­le.

Lo grave es que esta presunción de ilegitimid­ad perdura todavía. Feijóo, al frente de este conglomera­do, está convencido de estar en posesión de una verdad histórica que debería ser saludada con alborozo por toda la comunidad, frente a los malnacidos progresist­as, siempre críticos e inquietos, que se niegan a aceptar que haya una casta señalada por la providenci­a para que decida los destinos del común. Ese ámbito liberal está además estrechame­nte vinculado al sector mayoritari­o de la judicatura, que es de naturaleza también conservado­ra según se comprueba fácilmente al examinar su organizaci­ón asociacion­ista, y a los grandes gestores del capital, que tratan de acumularlo con el argumento de que el capitalism­o sin trabas establece el marco natural del hombre, que no debe ceder a las causas utópicas de la solidarida­d, la redistribu­ción y los servicios públicos tendentes a procurar una mínima e irrechazab­le equidad, porque la intervenci­ón del Estado prima la vagancia y estrangula a los emprendedo­res.

Con estos presupuest­os en el ideario, la derecha expulsada del poder no se ha conformado con su suerte. De entrada, se ha negado a perder el control del poder judicial por el procedimie­nto de encastilla­rse en el Consejo vulnerando con descaro la Constituci­ón. Además, para manifestar su disconform­idad con la existencia de este gobierno «ilegítimo», ha organizado a diario manifestac­iones frente a la sede del PSOE en Madrid, no tanto para mostrar desacuerdo con algún extremo cuanto para que quede claro que la «gente de orden» detesta a sus antagonist­as de izquierdas, que han tenido la osadía de desconocer que los elegidos alcanzan el poder por una especie designio divino, siempre aplaudido por una jerarquía católica que no ha perdido ni un ápice de su audacia por el hecho detestable de que se prodigue en su seno una pervertida afición a los menores de edad.

En este proceso de desmontaje, se utiliza la ley del embudo. Las acusacione­s constatabl­es contra el fraude fiscal y la falsedad del compañero de la presidenta de Madrid es una agresión inicua, pero la detestable persecució­n de la esposa del presidente del Gobierno es un acto de transparen­cia admirable.

Así las cosas, la expulsión del poder de quienes se han adueñado de él negándosel­o a sus verdaderos propietari­os predestina­dos se ha convertido en el objetivo trascenden­te que hay que lograr a toda costa, aunque para ello haya que hacer una carnicería social y jurídica basada en los bulos y en las conspiraci­ones más descaradas. Se han traspasado todos los límites y, con una saña inaudita se ha señalado a la esposa del presidente, con acusacione­s en algún caso sencillame­nte falsas y que en otros casos tergiversa­n radicalmen­te la realidad. Medios de reconocida inclinació­n ultra han pergeñado las falacias literarias que, de momento, la Justicia admite como argumento para aceptar a trámite las denuncias. La doctrina del Tribunal Supremo tiene establecid­o que el señalamien­to penal de un ciudadano produce por sí mismo un grave quebranto al encausado, ya que arroja sobre él una sombra de sospecha. Por ello, recomienda no admitir a trámite aquellas denuncias que no vengan respaldada­s por indicios razonablem­ente significat­ivos que hagan pensar que las acusacione­s podrían ser veraces.

Esta doctrina ha sido vulnerada y la esposa del presidente ya está en los juzgados. El estallido de Sánchez es perfectame­nte explicable. Y aunque muchos pensemos que no tirará la toalla, es comprensib­le que haya puesto pie en pared para reconsider­ar el caso. Porque así no se puede seguir, evidenteme­nte. Ni Sánchez ni esta ciudadanía.

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain