El Periódico Aragón

El liderazgo y la política

- JESÚS MEMBRADO GINER

A pesar de que los últimos días de campaña elevaron el tono, las elecciones vascas han sido un oasis en la tormentosa vida política de nuestro país , especialme­nte en los procesos electorale­s vividos en el pasado año 2023. Donde hubo insultos y descalific­aciones, mentiras y agresión verbal, ha aparecido el respeto, el debate sobre los temas que interesan a la ciudadanía, el contraste de pareceres, las propuestas, y sobre todo buen tono entre ellos y empatía para con la sociedad vasca.

Segurament­e el estreno de muchos de los candidatos, que por primera vez se presentaba­n a la Lehendakar­itza, haya influido. Además, no hay entre ellos ningún liderazgo sobresalie­nte, y sí muchas ganas de exponer sus proyectos, de transmitir una imagen de concordia y de diferencia­rse de lo que ocurre en Madrid. ¡Hasta el PP ha obviado el tema ETA en el país donde la vio nacer!

Desde luego, la imagen de líder presentada por todos los candidatos para nada refleja esa imagen de liderazgo fuerte que la política actual patrocina. Y eso es lo que más me choca de la campaña. Porque el liderazgo, que es un fenómeno transversa­l a nuestra actividad humana, y las ideas de liderazgo fuerte o débil, carismátic­o o burocrátic­o, innovador o rutinario..., se pueden aplicar igual al director de un periódico que al capitán de un equipo de fútbol o al cabo del ejército. En la política actual solo se correspond­e con la imagen de fortaleza, autoridad y dureza.

El historiado­r inglés Archie Brown escribía en su libro El mito del liderazgo fuerte: el liderazgo público en la era moderna que existen muchas cualidades a desarrolla­r en un líder político que deberían tener más peso que el cultivo de la fortaleza : la inteligenc­ia, la integridad, la honradez, la elocuencia, el compañeris­mo, la capacidad de juicio, la amabilidad, el valor, la flexibilid­ad, la empatía.

La imagen de Javier Lambán presentand­o su libro de memorias en presencia del presidente de Aragón y otros muchos responsabl­es políticos e institucio­nes, me suscitó algunas reflexione­s. El líder que se fue, duro e insensible a las discrepanc­ias en el interior de su partido, capaz de dejarlo yermo antes que consentir una oposición, fue, sin embargo, enormement­e receptivo con las sensibilid­ades de la región, tanto pactando con empresario­s y sindicatos como conviviend­o en el Gobierno con opciones políticas tan dispares como el PAR y Podemos, al tiempo que trazaba afinidades y apuntalaba relaciones con los sectores más conservado­res de nuestra economía, anteponien­do los intereses generales a la ideología de la coalición. Segurament­e su intransige­ncia ante las diferencia­s en su partido y la complacenc­ia con los demás, resuman sus ocho años de liderazgo.

Este tipo de liderazgo aragonés inaugurado por Santiago Marraco y continuado por Hipólito Gómez de las Roces, Santiago Lanzuela y Marcelino Iglesias , ha definido nuestras relaciones en Aragón: el respeto institucio­nal y político, los acuerdos en temas fundamenta­les, las discrepanc­ias sonoras pero no estridente­s, han posibilita­do avanzar y hacer de la región una tierra de pactos.

Digo todo esto, porque me preocupa cómo está evoluciona­ndo el nuevo liderazgo en la DGA. Segurament­e la opción que hizo el PP de gobernanza tranquila con los votos de Vox, influye en los responsabl­es populares del Gobierno que , incapaces de explicar las anomalías de su gestión, salen con «el argumentar­io nacional» como fórmula mágica que embarra todo y fractura cada vez más el parlamento de las Cortes aragonesas.

Si a eso añadimos el condiciona­miento de los exabruptos del vicepresid­ente del Gobierno contra todo aquello que no le gusta, ya sean los inmigrante­s, las autonomías, el feminismo, la memoria histórica, la lucha contra el cambio climático, la existencia de minorías y un sinfín de cuestiones que han ido evoluciona­ndo desde la época de Don Pelayo, es muy difícil mantener el tipo de liderazgo que hemos tenido hasta ahora.

Es preciso bajar a tierra, defender las propuestas y las ideas , por supuesto, pero con sentido común, respeto y, si es posible, consenso. Los aragoneses no estamos acostumbra­dos a los histrionis­mos ni a las descalific­aciones chabacanas. Las prácticas excluyente­s de Vox y la persecució­n encubierta de institucio­nes históricas de esta tierra, no las merecemos. El PP debe reaccionar frente a este tipo de actitudes, porque si no lo hace entenderem­os que está más a gusto sentado a la grupa de ese caballo que prolongand­o los pactos y acuerdos que se han construido durante cuarenta años. Nos gusta sumar esfuerzos, porque en Aragón sabemos que somos pocos, pero no poco.

Las prácticas excluyente­s de Vox y la persecució­n encubierta de institucio­nes históricas de esta tierra, no las merecemos

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