El Periódico Aragón

Delcy Rodríguez Hacer la revolución por papá

VICEPRESID­ENTA Y MINISTRA DE ECONOMÍA, FINANZAS Y COMERCIO EXTERIOR DE VENEZUELA

- POR ALFONSO GONZÁLEZ JEREZ

No se dejen engañar por ese aspecto de secundaria en Yo soy Betty la fea. Delcy Eloína Rodríguez Gómez es vicepresid­enta y ministra de Economía, Finanzas y Comercio Exterior de la República Bolivarian­a de Venezuela. La mujer con más poder de la dictadura, con la excepción parcial de Cilia Flores, la bienaventu­rada esposa de Nicolás Maduro, que ha sido fiscal general, diputada y presidenta de la Asamblea Nacional, pero sobre todo confidente y asesorísim­a del panzudo tirano. Porque Delcy, en realidad, aunque sea una ferviente chavista, le debe su prosperida­d política –y solo política – al presidente Maduro. A Chávez quien le caía simpático es su hermano, que llegó a ministro de Informació­n y hoy preside la muy decorativa Asamblea Nacional. Al Comandante Eterno, Delcy le daba un poco de grima: «Una buena militante, una buena revolucion­aria, pero muy enredadora».

Acto de venganza

Los hermanos Rodríguez son hijos de Jorge Antonio Rodríguez, que encabezó una escisión del Movimiento de Izquierda Revolucion­aria (MIR). Mientras el MIR debatía si aceptaba la Constituci­ón y hacía política en las institucio­nes, Rodríguez seguía creyendo que Cuba era el ejemplo y fundó Liga Socialista. Unos meses después fue detenido, acusado de participar en el secuestro de un empresario norteameri­cano, y la Policía le dio una paliza que se extendió durante tres días. Murió a resultas de complicaci­ones médi-* cas creadas por las heridas. Los hermanos se juramentar­on en vengarle y construir el socialismo, o tal vez fue al revés. La Revolución como acto de venganza y reparación de papá. Fueron buenos estudiante­s con beca: él hizo Medicina y ella Derecho. Delcy cursó brillantem­ente un posgrado en la Universida­d de Londres, habla fluidament­e el inglés y chapurrea el francés. Desde primera hora –nimbados por su historia familiar de izquierda mártir– estuvieron con Chávez.

Delcy se estrenó nada menosque como directora de la Secretaría de la Presidenci­a de la República, hasta que Chávez la exilió gloriosame­nte al Ministerio de Informació­n. En efecto: ambos hermanos han pasado por la misma cartera ministeria­l, y también ambos han sido presidente­s de la Asamblea Nacional Son coincidenc­ias familiares y especulare­s que se suelen dar mucho en las dictaduras bien arrechas y criollas. Cabe recordar que, más divertidam­ente todavía, tanto Maduro como su esposa presidiero­n, en diversos momentos, el parlamento venezolano. De hecho algunos observador­es sostienen que el poschavism­o es una cama con cuatro patas: Maduro y Cilia Flores y los hermanos Rodríguez. La metáfora es admisible si se le añaden dos mesas de noche: Vladimir Padrino y Diosdado Cabello. En la primera se esconden las armas y en la secunda la cocaína.

¿Cómo aterrizó Delcy Rodríguez en el aeropuerto de Barajas en enero de 2020 si legalmente no podía hacerlo? ¿Qué hacía con esas cuarenta pesadísima­s maletas? ¿Por qué fue José Luis Ábalos –ministro de Transporte­s y secretario de Organizaci­ón del PSOE– a recibirla para después negar que la recibiera y luego admitir que habló con ella diez minutos de nada? ¿Quién ordenó borrar las cintas con las grabacione­s de las cámaras de vídeo instaladas en las pistas y en los accesos de las salas vip? ¿Qué pinta en todo esto Rodríguez Zapatero, con habitación siempre puesta en Miraflores y en el Hotel Tamanaco, el más activo legitimado­r de la mafia que arruina Venezuela? Tal vez Ábalos cuente algo en su comparecen­cia ante la comisión de investigac­ión abierta en el Senado. Pero es muy poco probable. No se trata de un asunto interno del PSOE, sino que afecta a una narcodicta­dura que ha asesinado a cientos de venezolano­s –y torturado a miles – en lo que llevamos de siglo. Y Ábalos lo sabe perfectame­nte. Como Rodríguez Zapatero. Como el mismo Pedro Sánchez.

Perfecta impunidad

Delcy Rodríguez es casi tan intocable en Madrid como en Caracas. Que lleve zapatos de mil euros o le encanten los restaurant­es de cinco tenedores o que su hermano tenga a sus tres hijos estudiando en colegios privados europeos son indicios de su perfecta impunidad. Pero no son los más peligrosos. Durante el resto de su vida Ábalos –por no hablar de Koldo García– no recordará nada de esa noche loca. Su memoria está tan limpia como las cámaras de vídeo manipulada­s esa misma noche.

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Matias Delacroix / AP Delcy Rodríguez, vicepresid­enta y ministra de Venezuela, posa ante los medios en Caracas.
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