Germán Valera, los gatos y las liebres
Valera empieza muchas acciones y termina pocas. Es un jugador aún inacabado
Gracias a la buena sintonía del Real Zaragoza con el Atlético de Madrid, por usar una expresión liviana, el club aragonés tuvo la oportunidad en el mercado del pasado verano de pescar en el antiguo Manzanares con la llegada de tres futbolistas en calidad de cedidos, el máximo que permite la reglamentación desde un mismo club. Una de esas plazas estaba destinada desde el principio del mercado para Germán Valera. La otra era para Santiago Mouriño y en la batalla Víctor Mollejo-Carlos Martín, el manchego salió vencedor para la dirección deportiva por sus características y su perfil.
Con Valera, el Real Zaragoza quería cubrir un déficit que había sufrido muy especialmente durante la última temporada y rellenarlo con sus cualidades: velocidad por los costados, juego por fuera, de fuera hacia dentro, verticalidad,
capacidad constante para encarar, regate, habilidad y explosividad.
Todo eso lo tiene Valera. Sin embargo, con 22 años recién cumplidos, se está demostrando como un extremo inacabado, que empieza muchísimas cosas, con una voluntad firme de exponerse de manera constante con el balón en los pies, siempre valiente, pero que prácticamente no acaba ninguna.
En el momento de la verdad, a la hora de culminar las acciones, de dar el pase decisivo o de terminar correctamente la jugada de manera individual, a Germán le falta pausa y capacidad para tomar buenas decisiones. Su golpeo tampoco es preciso en esas latitudes, con un déficit de tacto. También le sobra aceleración. Como a tantos otros a lo largo de esta temporada tan complicada, el contexto también
le ha engullido en esa fosa sin fondo donde acaban sepultados muchos fichajes. Individualmente, estamos ante un buen futbolista al que le falta ajustar la maquinaria en el momento clave del juego.
En 35 partidos, que son en los que ha participado, 24 como titular, solo ha marcado una vez y únicamente ha dado una asistencia de gol. En la última jornada frente al Burgos, pisó numerosas veces la línea de fondo pero todo ese esfuerzo cayó en saco roto. Es algo que se repite en sus actuaciones. Sus cifras son bajísimas para un futbolista con buenas condiciones pero todavía sin el imprescindible pulimentado final. Ese detalle que encumbra o frena carreras profesionales y de obligado perfeccionamiento para crecer. Tan importante que acaba distinguiendo a los gatos de las liebres.