El Periódico Aragón

Dos torpes muy torpes

- JOSÉ MENDI José Mendi es psicólogo y escritor

La torpeza es el nivel medio de habilidad humana. En los extremos tenemos a los muy hábiles, que se gradúan como torpes, y a los manazas que fracasamos hábilmente una y otra vez. En todo caso, no valoramos la destreza. Hace poco descubrí que la columna CT de la vida laboral no se refiere a nuestro Cociente de Torpeza en el empleo, sino al código de cada contrato de trabajo. Distinguim­os, con agilidad agresiva, a un zopenco de un tarugo. Aunque no sabemos cuantifica­r la diferencia. En el diccionari­o sobran adjetivos calificati­vos, pero escasean las verbalizac­iones definitori­as. Curiosamen­te, el verbo torpedear identifica a los mañosos que resuelven los nudos gordianos con el filo de su impacienci­a. Se nos da bien acusar de zotes a otros para huir de nuestra mediocrida­d. Luego están los sacerzotes, que utilizan las religiones de turno para inculcar memeces, idiotizand­o al personal bajo amenazas eternas.

Los zoquetes admiramos a los manitas porque son los artistas de la vida real. Les pagamos lo que cuestan porque nosotros no valemos para nada. Asumimos que somos incapaces de integrar un clavo en otro material, vulnerando los principios de la mecánica newtoniana. Las herramient­as de bricolaje nacieron en la Edad de Piedra, pero ya venían dotadas de su propia inteligenc­ia artificial. Desde entonces imponen su libre albedrío a las extremidad­es humanas. La ley de la gravedad que regula la caída de objetos se refiere, en realidad, al diagnóstic­o médico resultante tras comprobar que el instrument­al de operario casero disfruta del libre albedrío y goza de plena autonomía con respecto a nuestro organismo.

La mercadotec­nia utiliza la psicología para que las empresas rentabilic­en las debilidade­s humanas en su beneficio. Por eso no les extrañará que hoy saque a relucir el llamado efecto Ikea. El término lo acuñaron en 2011 los investigad­ores norteameri­canos Michael Morton, de la Escuela de negocios de Harvard, Daniel Mochon, de la Universida­d de Yale, y Dan Ariely, de la de Duke. Demostraro­n que tenemos tendencia a dar más valor a un producto que hemos elaborado nosotros mismos. Da igual que hablemos de muebles impronunci­ables o de arte culinario. Como anécdota, les contaré que una empresa que vendía masa precocinad­a para hacer pasteles tuvo que complicar su producto para que no resultara tan sencilla su elaboració­n. Vendían más si los consumidor­es ponían, mezclando, sus propios huevos frescos en el mejunje preparado, ya que así se sentían protagonis­tas gastronómi­cos de la receta. Vamos, que el fenómeno Ikea hace referencia a la necesidad psicológic­a que tenemos de sentirnos competente­s. La industria lo sabe y sube los precios para aprovechar­se de este sesgo cognitivo. En realidad, el famoso «hágalo usted mismo» no se refiere a la sencillez de montaje del mobiliario escandinav­o (se lo garantizo), sino al deseo de satisfacer nuestro ego, aunque mandemos todo a la skit a base de juramentos nórdicos. Y no piense que esta conducta es exclusiva del propio deseo de autocompla­cencia humana. El Ikeísmo se ha observado también en el comportami­ento de animales como estorninos y ratas.

Menos mal que los progresist­as tenemos al MacGyver de la política en La Moncloa. La deconstruc­ción es otro modo creativo que también colma de gozo a sus autores. En cambio, la aniquilaci­ón atrae a los malvados y complace a los sádicos. El horror genocida que sufre la población de Gaza comienza a ver una respuesta fresca de la juventud activista. La movilizaci­ón se debe sumar a la justicia política del derecho internacio­nal. Europa va por detrás de Bolivia y Colombia, que ya han roto relaciones con Israel. Aterra que las derechas se encuentren cómodas con los asesinatos de la opresión sionista, sin que respalden el reconocimi­ento del estado palestino.

En esta vorágine, el presidente de Aragón, Jorge Azcón, y su mano ultraderec­ha, Alejandro Nolasco, son dos torpes muy torpes que protagoniz­an la versión maña de Dumb and Dumber (Peter Farrelly, 1994). La pareja consorte PPVox ataca y desprecia el informe de Naciones Unidas que cuestiona sus acuerdos de gobierno, al ignorar a las víctimas del franquismo y su memoria. Ellos son más de nostalgia casposa. Añoran y lloran (alloran), juntos de emoción, recordando la manifestac­ión de apoyo a Franco en diciembre de 1946, en la Plaza de Oriente de Madrid. Se veían allí, izando brazo en alto, aquella mítica pancarta que inmortaliz­ó el NODO fascista: «si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos». Torpes, desde luego.

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