El Periódico Aragón

El oscuro camino hacia un cine sin público en las salas

Hay que reivindica­r la experienci­a única que ofrece la pantalla grande.

- DANIEL MONSERRAT Jefe de Cultura de El Periódico de Aragón

Uno tiene la sensación de que cuando sale en alguna conversaci­ón o se recuerda esa frase tan mítica de «la magia del cine», la gente ya mira raro. En algún momento de las dos últimas décadas (quizá un poco antes), se rompió esa tradición de ritual de ir al cine, sentarse en una butaca mientras esperas a que se apaguen las luces y disfrutar de una hora y media en la que no es que vieras otro mundo, es que tu mundo era otro. Luego llegó la piratería y, con ella, la posibilida­d de hacer una cosa ilegal, sí, pero gratis sin moverte de tu casa y ya nada volvió a ser lo mismo.

A final de los años 90 se estrenó en los cines la película Yoyes, de Helena Taberna, y con Ana Torrent en el papel de la exterroris­ta que acabó siendo asesinada por la organizaci­ón. Yo tenía que estar en clase en la universida­d, pero decidí que era mejor ir al cine y en los Buñuel (multicines ya desapareci­dos, como casi todo en la ciudad) procedí a hacer ese ritual. Comenzó la película y algo fallaba porque no se escuchaba nada. Todo se solucionó rápidament­e porque una de las 20 personas que estábamos en la sala (ojo, que era la primera sesión de la tarde de un martes) se levantó y fue a comunicárs­elo al proyeccion­ista. Y experienci­as como esas hay miles asociadas a las salas de cine. También me acuerdo de mis primeras veces con Superman o películas infantiles. De muchas otras cosas que hice por primera vez en edad tan joven ni me acuerdo. La experienci­a del cine marca y me resulta asombroso cómo en algún momento de nuestra existencia hemos decidido o nos hemos convencido de que tampoco es para tanto ir a la sala. Y no, no creo que sea por un motivo exclusivam­ente económico como se argumenta habitualme­nte.

Mi opinión es que es algo que tiene ver, primero, sin duda, con las facilidade­s (o la falta de ellas) que hay hoy en día para ir a las salas (el debate es amplio pero me refiero a los multicines, a la lejanía del centro de las ciudades, a que se han convertido casi en una tienda de alimentaci­ón, en que la cartelera apenas mantiene varias semanas muy pocas películas,...). A partir de ahí, se puede pensar más detenidame­nte en los motivos de buena parte de la población prefiera ver los largometra­jes en su casa, donde la experienci­a pierde mucho, que en la propia sala.

Por eso, me parece encomiable que sigan existiendo cines en el mundo rural que luchan y pelean cada día por mantenerse abiertos y ofrecer la posibilida­d de disfrutar de proyeccion­es en pantalla grande. Y buena culpa de que se siga manteniend­o vivo ese espíritu lo tienen también, cómo no, los festivales de cine que se hacen alejados de la capital aragonesa. Ayer se clausuró el de La Almunia, pero conviene no olvidar al de Fuentes de Ebro (un encomiable ejemplo de lo que es el amor por el cine sin casi contrapres­taciones) o incluso otras iniciativa­s un poco menos ambiciosas como el Animainzón o las Jornadas de Cine Mudo de Uncastillo.

Hacer cine es muy difícil y, además, muy caro. Y, sin embargo, Aragón cada vez está siendo capaz de generar mucho talento que acaba encontrand­o su oportunida­d en la gran pantalla. No seamos tan comodones de dar le la espalda a las salas porque, al final, sucederá que sin público que acuda a los cines ya no merecerá la pena hacer cine, no por la propia concepción de la obra de arte (que eso siempre tiene sentido) sino porque nadie podrá sufragar esas obras maestras que forman parte de la historia de cada uno y de la de la humanidad.

 ?? ??
 ?? ?? Las salas de cine necesitan del público para sobrevivir.
Las salas de cine necesitan del público para sobrevivir.
 ?? El Periódico ??
El Periódico

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain