La zona de interés
Lo que ocurre con Ucrania e Israel recuerda a ese film que narra el día a día del director de Auschwitz en su hogar idílico, ajeno al Holocausto
Quizá hayan visto La zona de interés, del británico y judío Jonathan Glazer, ganadora del Oscar a la mejor película extranjera este año. Narra el día a día del director del campo de concentración de Auschwitz junto a su familia en una bonita casa con jardín, piscina y vistas a las chimeneas de los hornos crematorios. Los niños corretean por el césped mientras la esposa se desvive por el correcto crecimiento de las plantas. Prácticamente todo el filme transcurre en ese hogar aparentemente idílico. Poco se ve y se explica de los horrores del Holocausto porque lo que verdaderamente pretende es mostrar la capacidad humana para desconectar de la barbarie e ignorar el mal. Miles de personas conocían a Hitler y sus políticas de exterminio. En Alemania y fuera de allí. Sabían de los trenes de deportación de judíos, de los trabajos forzados y de las cámaras de gas. Sin embargo, seguían con sus vidas. No tenían ni siquiera que esforzarse para continuar con sus quehaceres diarios y banales ajenos a la muerte de millones de judíos. Solo debían hacer como si nada de eso estuviera ocurriendo y mirar para otro lado. Y lo consiguieron.
Sucede ya con Ucrania y vamos camino de que se repita con Palestina. Ninguno de los dos conflictos va a resolverse por humanidad porque esta cualidad siempre ha permanecido ajena a la toma de decisiones de este tipo. Nos hemos acostumbrado a ver diariamente en los informativos noticias de bombardeos y nos hemos vuelto casi inmunes al horror. Entre plato y plato nos enteramos de alguna manifestación que reclama el fin de las guerras o de las acampadas universitarias que empiezan a llegar a España desde Estados Unidos como forma de protesta por la persecución del pueblo palestino. Llegamos al postre diciendo qué pena nos da esta pobre gente, pero para el café ya nos preocupa más si saldremos pronto de trabajar para ir a hacer la compra. Eurovisión, el televoto, la que salía con la bandera palestina o la presentadora que no quiso votar en directo han generado más tráfico en redes este fin de semana que los propios ataques de Israel sobre la franja de Gaza. Esta sociedad, presumiblemente más culta, formada e informada, sigue enzarzándose en redes sociales y discutiendo desde las trincheras y el autoconvencimiento. Ignoramos al adversario porque nos interesa más reafirmar los argumentos propios que entender los ajenos, las conversaciones son pura destrucción y nadie quiere buscar puentes sino encontrar la victoria dialéctica y ganar el relato. Continuemos gritando y elevando la voz, que así nuestro propio ruido tapará el sonido de las bombas que siguen matando a niños.