El Periódico Aragón

La Generación Paulina da el salto a la pantalla

El documental ‘Años de luz’ se proyecta hoy (20.00 horas) en el cine Cervantes.

- PEDRO LUENGO TOLOSA Miembro de la Generación Paulina media década prodigiosa, Años de luz.

Este jueves 16 se estrena en Zaragoza y Aragón, en el cine Cervantes, este documental de Javier Calvo, a partir de una idea de Joaquín Carbonell, que ilustra aquella experienci­a humana, docente y cultural del Teruel de finales de los sesenta, la cual tuvo como epicentro al Colegio Menor San Pablo, fundado por el profesor Florencio Navarrete, recienteme­nte fallecido, por lo que esta proyección es también un emotivo y justo reconocimi­ento a su labor formativa y paternal y a su talante aperturist­a y liberal.

Don Florencio puso el marco –la residencia estudianti­l–, preparó el terreno; el plantero, variado y vigoroso, llegó desde la provincia –Antonio Serrano, Juan José Rubio, Joaquín Carbonell, Carmen Magallón, Federico Jiménez, Maribel Torrecilla, Eliseo Moreno, Serafín Aldecoa...– y se sumó al de la propia capital: Manuel Pizarro, Gonzalo Tena, Pilar Navarrete, Rafael Navarro, Jaime Caruana……, y tantos otros del pueblo o de la ciudad. De una amplia geografía fueron apareciend­o los maestros hortelanos: José Antonio Labordeta y Juana de Grandes, José Sanchis y Magüi Mira, Eloy Fernández Clemente, Jesús Oliver, Agustín Sanmiguel, José María Pérez Calvo,… sin olvidar a Valdivia, Cebeira, Dualde, Novella, Carmen Culla, Mosén Cristóbal Navarro, y otros ilustres profesores.

Fue un feliz concilio, una confluenci­a astral: el laboratori­o turolense, asentado en el binomio San Pablo-Instituto Ibáñez Martín, acompañado­s de otros centros; alumno inquietos, con ganas de saber y abrirse camino; y unos docentes jóvenes, cercanos, cultos e innovadore­s. Los estudiante­s de pueblo, del Teruel profundo, quedamos impresiona­dos por los adelantos y maravillas de la capital, en especial por la Escalinata, el viaducto y el campo de fútbol.

En la enseñanza encontramo­s novedades radicales respecto a nuestras austeras escuelas con un maestro o maestra. Ahora teníamos seis u ocho profesores por curso, con otros tantos manuales y cuadernos, laboratori­o, biblioteca, gimnasio, pista polideport­iva, y compañeros de la capital y de toda la provincia. En el Instituto imperaba aún un nacional-catolicism­o atemperado, de la mano, sobre todo, de los profesores del Espíritu Nacional y de Religión. Las chicas en un piso, y los chicos en el de arriba.

Los frutos culturales

Los frutos de aquella lograda sementera se fueron manifestan­do poco a poco: el teatro, con El mercader de Venecia, la exitosa obra La zapatera prodigiosa, entremeses de Cervantes, piezas del teatro europeo de vanguardia; el periodismo juvenil, con la revista San Pablo, y colaboraci­ones en la prensa y radio

locales; la aparición de los cantautore­s aragoneses; amén de conferenci­as, audiciones musicales, cine-club, excursione­s… sin descuidar, claro, el fútbol y otros deportes.

No estará de más recordar que algunas creaciones constituye­n auténticas joyas de la cultura y el aragonesis­mo. Una muestra.Todo indica que Sanchis concibió en Teruel su Ay ,Carmela; Eloy y Labordeta gestaron Andalán; y de la mano y la guitarra de Labordeta y su aventajado discípulo Carbonell, nació en esas tierras turolenses la Canción Popular Aragonesa.

En cuanto a los alumno, una buena gavilla de ellos hicieron en la capital de los Amantes, sus pinitos artísticos, literarios o periodísti­cos,

como los citados Gonzalo Tena, Carbonell, Magallón, Jiménez Losantos, Pilar Navarrete y otros como Sarráis, Luengo, Simón Domingo, etc, etc.

Esta suerte de revolución cultural, discreta y silenciosa que afloró en Teruel a finales de los sesenta del siglo pasado –Eloy la denominó como «mi media década prodigiosa»– se ha dado en llamar la Generación Paulina, término acuñado por los estudiosos de aquella experienci­a pedagógica y creativa, tales como Javier Lacruz y Francisco Martín Martín.

El ojo del gobernador

Aquel acontecimi­ento socio-cultural surgió en una ciudad pacata y provincian­a, muy en consonanci­a con los postulados del régimen franquista, envuelta en sus relatos medievales y románticos, y aún con huellas y ecos de la contienda civil . Y pasó desapercib­ido casi para todo el mundo, salvo para las gentes de orden de la capital y los gobernador­es de turno, que observaron con cautela y cierta inquietud aquel movimiento novedoso y modernizad­or, por lo que pudiera tener de efecto crítico en la juventud y cuestionar los principios inalterabl­es del verdadero Movimiento Nacional.

Después se fue sabiendo que los docentes más significad­os de aquel impulso cultural –el profesor Labordeta y sus compañeros– fueron objeto de un control gubernamen­tal exhaustivo, que recuerda al sufrido por los intelectua­les de los países del Este. Y es que en aquellos años del tardo franquismo, aún pintaban bastos. Hasta el moderado ciudadano don Florencio, democristi­ano liberal, sufrió las ásperas acometidas de sendos gobernador­es civiles. Tiempo después, ya en democracia, se reconoció su labor educativa con las concesión de la Cruz de Alfonso X el Sabio, por parte del Ministerio de Educación, y la Cruz de San Jorge, otorgada por la Diputación Provincial de Teruel.

Aquellos vivencias y frutos turolenses, con sus penumbras referidas, pueden apreciarse hoy con más nitidez que en su momento. Nosotros, los jóvenes, lo veíamos como algo natural, consustanc­ial a la actividad académica y a la relación entre enseñantes y sus alumnos. No nos inculcaron ninguna ideología, ni nos indispusie­ron contra el sistema establecid­o. Avivaron, eso sí, nuestras inquietude­s y cualidades y la curiosidad por saber, por explorar nuevos mundos.

El espíritu paulino.

Un legado que resulta muy gratifican­te para nuestro colectivo es el llamado espíritu paulino, es decir, la pervivenci­a de una relación, de unos lazos de afecto, respeto y amistad, que se mantienen vigentes entre muchos de nosotros, por encima de las naturales diferencia­s culturales e ideológica­s. En los tiempos que corren, broncos y desafectos, ese vínculo de la amistad, ese compromiso de convivenci­a, es un valor irrenuncia­ble, nuestro mayor patrimonio.

De muchas de estas cosas, y de otras más, se da cuenta en este audiovisua­l de Javier Calvo, que será presentado por un experto en estas artes como Luis Alegre. El director, a través de testimonio­s diversos, de entrevista­s a profesores y alumnos, vídeos, materiales de filmotecas, fotografía­s de época, ilustracio­nes de David Guirao y otras aportacion­es, nos da una visión rica y sugerente de aquella

de aquellos

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Archivo P. Luengo Servicio especial Pedro Luengo, Maricruz Moreno y Serafín Aldecoa, en Teruel.
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Labordeta y Jiménez Losantos, entre otros, en una foto de los años 60.

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