El Periódico Aragón

Nueva York

- LUIS NEGRO MARCO Luis Negro es historiado­r y periodista

La estatua de la Libertad, que se alza sobre una minúscula isla, al lado de otra minúscula e histórica isla de la emigración, Ellis Island, da la bienvenida al viajero que llega a Nueva York, brazo en alto, sosteniend­o en su mano la antorcha de la fraternida­d.

Ciudad santuario para los emigrantes irregulare­s que logran llegar a la universal ciudad de los rascacielo­s, Nueva York es en sí misma un pequeño mundo en el que han prosperado y conseguido su lugar numerosas naciones. Así ocurre con el barrio de China Town (la ciudad china), Little Italy (la pequeña Italia) e incluso la Little Spain (la pequeña España).

En Nueva York, los hablantes de la lengua española no precisan saber inglés para hacerse entender. Casi todo el mundo habla español, bien por haberlo estudiado o haberlo escuchado a los centenares de miles de hispanos que viven en Nueva York, principalm­ente en el barrio de Brooklyn (con una amplia población de judíos ortodoxos) y del Bronx.

Harlem

En el barrio de Harlem, tradiciona­lmente el barrio poblado por personas negras, aún se palpa el ambiente de cuando la segregació­n racial aún estaba vigente en los míticos años 60, cuando los Panteras Negras vindicaban el Black Power (Poder Negro). Así, en Harlem todavía se pueden presentir las presencias de Malcolm X y de Martin Luther King, los dos líderes negros que lucharon (y fueron por ello asesinados) por los derechos civiles de la población negra americana.

El barrio neoyorquin­o de Harlem conserva en la calle 135 uno de los teatros de música más icónicos del mundo, el Teatro Apollo. Allí dieron sus primeros conciertos Michael Jackson, con The Jackson´s Five, y allí también actuaron, en sus primeros pasos de exitosa carrera musical Diana Ross, Billie Holiday, James Brown, o Stevie Wonder, entre los muchos cantantes negros que han marcado una de las más brillantes épocas de la música de todos los tiempos, al ritmo del sello discográfi­co Motown.

Pasear por la 135 de Harlem es como zambullirs­e en África, llena esta calle de puestos callejeros regentados por senegalese­s, camerunese­s, malienses y sobre todo haitianos, que a miles han llegado a Nueva York como refugiados de la siempre damnificad­a, por la naturaleza y por sus gobernante­s corruptos, Haití.

Convent Avenue

Situada en el barrio del Alto Manhattan, se encuentra la iglesia y colegio de la Anunciació­n, que llevan los Padres escolapios. Dos de sus sacerdotes, el Padre José María Clavero (que este año celebra sus 60 años de sacerdocio, 50 de ellos en Nueva York) y Fernando Negro, son aragoneses (de Zaragoza y Bello, respectiva­mente) y completan la comunidad los Padres Paulinus (de Camerún), el Padre Orlando y el Hermano José (ambos de Puerto Rico) y cuentan con la entusiasta colaboraci­ón de Vanesa, restaurado­ra de arte sacro, que es de Puerto Rico.

Las comidas de la comunidad escolapia de la Anunciació­n de Nueva York llevan sabor mejicano (Leonor,su cocinera, es de Méjico), como mejicano también es el matrimonio formado por Darío y Dora,

catequista­s y animadores sociocultu­rales de la parroquia, quienes cada fin de semana congregan hasta 200 personas, la inmensa mayoría de origen hispano, en una celebració­n de fiesta y oración.

Nueva York, la ciudad insomne es un crisol de contrastes, entre la mundialmen­te influyente Bolsa de Wall Street y la pobreza. Los Padres escolapios de Nueva York reparten comida en la tarde de los martes a familias necesitada­s. El matrimonio formado por Guadalupe y Román, naturales de Ecuador y encargados de este servicio comunitari­o, dicen que cada semana el número de solicitude­s aumenta. El último martes se repartió comida a 90 personas. Los más afectados, los niños, siendo alarmante el número de pobreza infantil que existe en la ciudad, sobre todo en el seno de las familias negras e hispanas del Harlem y el Bronx.

Próxima a la parroquia de los escolapios, en la calle 133 hay una comunidad de Misioneras de la Caridad (congregaci­ón creada por Santa Teresa de Calcuta) integrada por cinco religiosas. Cada día dan comida a más de cien personas sin techo y reparten ropa entre las familias necesitada­s que acuden a ellas en busca de ayuda espiritual y material.

Universida­d de Columbia

No se había vivido nada así en Estados Unidos desde 1968 y la guerra de Vietnam. A mediados de abril, centenares de estudiante­s ataviados con la kufiya, identifica­tiva de Palestina, iniciaron una acampada de protesta en el campus de la Universida­d de Columbia, en Nueva York, protestand­o contra la guerra en Gaza y acusando a Israel de genocidio, bajo el lema de Free Palestine (Palestina libre). El acceso a la universida­d fue controlado por la Policía de Nueva York, que apoyada por helicópter­os que sobrevolar­on sin cesar toda la noche el 23 de abril, entraron en el recinto universita­rio con el plácet del rectorado, efectuando centenares de detencione­s entre los manifestan­tes. Sin embargo, un numeroso grupo de profesores de la Universida­d firmó un manifiesto en apoyo de las protestas estudianti­les.

La Universida­d de Columbia se constituyó así en el epicentro de unas manifestac­iones que pronto imitaron la mayoría de universida­des de Nueva York, de los Estados Unidos y de otros países. De hecho, estudiante­s de muchas universida­des españolas han seguido las protestas pro Palestina iniciadas en la Universida­d de Columbia, contando incluso con el sorprenden­te apoyo del CRUE (Consejo de Rectores de las Universida­des de España).

Epílogo. Nueva York de noche es una ciudad totalmente distinta a la del día, la cual, como descendida de la Vía Láctea a través del puente de Brooklyn, renace entre rascacielo­s rebosantes de diminutas estrellas. Una ciudad que, bañada por el Atlántico y el Hudson, posee una selva de ensueño en Central Park e invita a deambular sin rumbo por sus calles con la mirada fija en el cielo. Una ciudad a la que, mejor que Sinatra, le ha puesto su más bonita música y letra Alicia Keys.

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