El Periódico Aragón

Vivir con hijos mayores de 30 años afecta a la salud de las madres

Un estudio de la Universita­t Jaume I revela que las mujeres son las grandes perjudicad­as del regreso de los vástagos al hogar.

- CARLES VINTRÓ

Las sanitarias no se han pronunciad­o, pero las autoridade­s en economía y bienestar, las de la Universita­t Jaume I (UJI) en este caso, advierten de que volver a casa de los padres perjudica seriamente la salud. Y ojo que no se refieren a la de los hijos. El drama sobre el que han puesto el foco es el de los padres en general y el de las madres en particular. Y es que la conclusión del Grupo de Economía Experiment­al y Computacio­nal de la UJI, que en un estudio sobre economía y bienestar aborda la letra pequeña de los niños bumerán, esos a los que la vida devuelve al punto de origen, es que las mamás son las víctimas. Aunque para drama, un dramón, cuando se trata de pequeños treintañer­os que no abandonan el nido.

Teniendo en cuenta que de los datos han excluido deliberada­mente a los padres «muy ancianos», en una franja de edad en la que más que para ayudar están para que se les ayude, la encuesta financiera de las familias, incluida dentro del Plan Estadístic­o Nacional, arroja que la convivenci­a de progenitor­es de 50 a 75 años con hijos mayores tiene un «efecto adverso». Y si los niños, más que infantes, adolescent­es o jovencitos van siendo talluditos, pues entonces mucho peor para sus madres.

En los países del sur de Europa, con economías que no están para tirar cohetes y sociedades lejos de la paridad en cuanto al reparto de tareas domésticas, más del 40% de los adultos de entre 25 y 34 años viven en casa de sus padres. Ahí es nada. De hecho, la edad media para emancipars­e

asciende en España a 29,8 años. Un dato que, según los investigad­ores, pasa factura. Y es que en estos hogares son las mamás, no los papás, quienes reportan niveles más bajos de satisfacci­ón con la vida. Cuando hay hijos adultos de por medio, son las que se llevan la peor parte y las que soportan más carga de trabajo. Las que, al final, van a salir perdiendo.

«En un contexto internacio­nal en el que la convivenci­a entre padres e hijos es cada vez más común desde la crisis financiera y, en los últimos años por el aumento del coste de la vida, es importante tener en cuenta que la convivenci­a entre generacion­es puede afectar negativame­nte el bienestar de los progenitor­es y, en particular, según mostramos en nuestro estudio, el de las madres», según recoge el estudio.

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