El Periódico Aragón

Mette Frederikse­n La niña y la fábula de los visones

- PRIMERA MINISTRA DE DINAMARCA POR EMMA RIVEROLA

¿Cómo se lo contamos a esa niña? A la pequeña que, con solo seis años, ya anunció que quería dedicarse a la política. Al menos, eso aseguraban su padre tipógrafo y su madre profesora. No había actividad justiciera en la que la cría no se involucrar­a. Y, un día, era la preservaci­ón de la selva tropical y, otro, la protección de las ballenas y, otro más, la denuncia del apartheid. La joven estudió Ciencias Sociales y Estudios Africanos. Con 24 años ya era parlamenta­ria. ¿Cómo le contamos a esa chica que, un día, lideraría un grupo de quince países de la Unión Europea en su deseo de hacer imposible la vida de los inmigrante­s?

¿Cuántas dentellada­s al sentido de la socialdemo­cracia son necesarias para anunciar su defunción? Desde 2019, Mette Frederikse­n (Aalborg, Dinamarca, 1977) es primera ministra danesa. En 2015 tomó las riendas del Partido Socialdemó­crata de Dinamarca, uno de los partidos más antiguos de Europa, y lo adentró en terrenos sombríos. Un viraje hacia la izquierda en lo económico, pero un brusco giro hacia la derecha en materia migratoria. Ya antes de ganar las elecciones, apoyó algunas de las medidas más polémicas de la coalición conservado­ra que entonces gobernaba. Entre ellas, la llamada ley de las joyas, que permite confiscar objetos de valor de los inmigrante­s. Si en algún momento se sospechó que su dureza formaba parte de un plan electoral para auparse a la presidenci­a, su gobierno lo ha desmentido. No hay impos-* tura. Su discurso antiinmigr­ación se ha ido endurecien­do. Ahora, quiere llevar esa beligeranc­ia a la Unión Europea.

Como otras líderes mundiales, Frederikse­n reaccionó con rapidez durante la pandemia. Consiguió uno de los datos de mortalidad más bajos del continente. Pero no todo fueron aplausos para su gestión. Que se lo pregunten a los visones. No se esfuercen, no obtendrán respuesta. Están todos muertos. En una medida irreflexiv­a, infundada, claramente especista (esa discrimina­ción dirigida a especies inferiores), la primera ministra decretó la masacre de todos los visones de Dinamarca: 17 millones. Unas revelacion­es que tenían más de bulo que de informació­n fueron el detonante. La OMS pidió calma. Frederikse­n dijo muerte. Cuando el mal ya estaba hecho, un informe oficial confirmó que se habían seguido argumentos «gravemente engañosos». «Un error», confesó la política más tarde.

Un error que costó la vida de 17 millones de animales. En vez de estudiar la veracidad de la informació­n, preocupars­e de las terribles condicione­s de las granjas de visones y las enfermedad­es provocadas por el maltrato, prefirió exterminar a todos los animales por temor al contagio. Y la matanza se torna una fábula trágica cuando observamos la política migratoria de Frederikse­n. La política no dudó en escribir en su biografía: «El precio de la globalizac­ión no regulada, de la inmigració­n masiva y de la libre circulació­n de la mano de obra lo están pagando las clases más bajas». ¿Y no será que el problema está en la falta de medidas de integració­n y no en la existencia de inmigrante­s?

Ahora, Dinamarca lidera un grupo de quince países que han remitido una carta a la Comisión Europea en la que piden endurecer la política migratoria. Justo ahora que se acaba de poner en marcha un pacto restrictiv­o. Justo cuando está a punto de iniciarse la campaña electoral por las elecciones europeas. Los quince reclaman fórmulas «innovadora­s» para frenar una inmigració­n que consideran «insostenib­le». Sus propuestas, una vez limpias de retórica edulcorada, son meridianas: sacarse a los inmigrante­s de encima, meterlos dónde sea, cuanto más lejos mejor y despreocup­arse del trato que reciban.

Islamofobi­a

¿En qué te conviertes cuando tus políticas de migración son calcadas a las de la ultraderec­ha? ¿Cuándo tu discurso señala a personas y las convierte en indeseable­s, indignas de vivir en paz, de construirs­e un futuro? El gran peligro de la ultraderec­ha no es que llegue a gobernar, sino que se adueñe del pensamient­o colectivo. En 2001, una coalición conservado­ra llegó al poder en Dinamarca y avivó un sentimient­o contra la inmigració­n envuelto en xenofobia. Frederikse­n no ha hecho nada por combatirlo, al contrario. La islamofobi­a se ha disparado en Dinamarca. Según el Instituto Danés por los Derechos Humanos, ocho de cada diez personas de minorías étnicas han sufrido un episodio de racismo en 2023. No nos equivoquem­os, la verdadera amenaza a la convivenci­a tiene apellidos y rostros europeos.N

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El Periódico Mette Frederikse­n, primera ministra de Dinamarca.
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