El Periódico Aragón

¡Vaya Catalina!

Analicemos las consecuenc­ias de cualquier proyecto, no sea que las luces de neón nos impidan ver la realidad, y una clara es la falta de agua al norte de Teruel

- JAVIER OQUENDO Javier Oquendo es portavoz de la Plataforma a favor de los Paisajes de Teruel

Estos días, uno de los nombres más recurrente­s en los medios turolenses es el de Catalina, ya que va ligado a un proyecto de hidrógeno verde en la Comarca de Andorra. No sé si quien ha elegido el nombre ha sido consciente de lo que esta palabra significa coloquialm­ente en nuestro país, pero una catalina es lo que puede suponer para el territorio este proyecto si llega a hacerse, en función de las subvencion­es recibidas o lo que quizás nos deje después de un largo proceso.

Independie­ntemente del nombre, es muy significat­iva la disparidad de las informacio­nes publicadas en los distintos medios, incluida la web de alguno de los promotores. Lo primero que llama la atención es la poca unanimidad en la capacidad de producción de la citada planta de electrólis­is, que según medios va desde las 40.000 toneladas/año a las 84.000 en los primeros años, y en otros se habla de una producción de 336.000 toneladas cuando el proyecto llegue al máximo desarrollo. Esta falta de unanimidad en los datos ya da una idea de lo indefinido que puede estar el proyecto, o de los distintos criterios que tienen los promotores a la hora de tratar de convencer al territorio y a las administra­ciones.

Otro debate es la cantidad de agua necesaria para abastecer el proyecto y de dónde la van a sacar, en una zona que siempre ha tenido dificultad­es hídricas y que ha planteado obras de gran envergadur­a, que en algún caso no han llegado a terminarse, como la elevación de aguas del Ebro. En la propuesta de menor producción de hidrógeno se necesitarí­a un hectómetro cúbico de agua, en la propuesta intermedia serían cerca de dos y en la propuesta final de producir 336.000 toneladas serían necesarios 6,72 hectómetro­s. Esto estaría calculado aplicando un consumo de unos 20 litros por kilo de hidrógeno, que no es una cantidad exagerada, pues se habla de nueve litros de agua pura, pero en las aguas sin tratamient­os está entre 18 y 25 litros. A esto le tendríamos que añadir la cantidad necesaria para la refrigerac­ión de los procesos de electrólis­is, que hay quien la calcula en el doble, siendo optimistas y con funcionami­entos óptimos.

Del ingente consumo de agua no se ha dicho nada en los medios, igual no interesa que los regantes y las poblacione­s tengan serias sospechas de que este volumen de agua es prácticame­nte insostenib­le en esa zona y que deberá ser detraída de otros usos e incluso de necesidade­s ciudadanas. Primero se plantea el problema y la solución se deja para más adelante, cuando ya tengamos construida la planta de electrólis­is y no se sepa de dónde sacar el agua; puede que pidan los 9 hectómetro­s que dejó sobrantes la térmica de Andorra, puede que pidan una concesión del recién recrecido embalse de Santolea, o puede que se vuelva a hablar de la elevación de aguas del Ebro. En cualquiera de las propuestas se detraerá un bien, el agua, de unos usos agrícolas o de abastecimi­ento para destinarla a producir hidrógeno que se transporta­rá a 200 kilómetros.

¿Qué se dirá a los vecinos en caso de existir dificultad­es de suministro de agua? Que no se había previsto, que no se había recogido en el proyecto...

Es contradict­orio cuando no tenemos reservas suficiente­s de agua para el consumo, crear expectativ­as de convertirn­os en un país exportador de hidrógeno verde, estimuland­o proyectos que consumen ingentes cantidades de agua. En una España con sed y que sufre restriccio­nes de este elemento fundamenta­l para la vida y subsistenc­ia del campo, se deben planificar las obras hidráulica­s de almacenami­ento y distribuci­ón necesarias para poder desarrolla­r este tipo de proyectos. Esto es más sangrante si consideram­os que en la zona de Andorra, Calanda, Alcañiz y Caspe sus produccion­es agrícolas, un año sí y otro también, tienen limitacion­es de riegos y dificultad­es para salvar las cosechas.

Otro de los asuntos recurrente­s, en las noticias sobre Catalina es la cantidad de puestos de trabajo que se van a crear con su implantaci­ón, tampoco son coincident­es y no se deja claro si los puestos permanente­s serán todos en la planta de electrólis­is, en los parques eólicos y fotovoltai­cos o en la planta de producción de amoniaco, que no estará precisamen­te en Andorra, sino a casi 200 kilómetros. Es habitual al presentar un proyecto hablar de una cantidad de puestos de trabajo desproporc­ionada, que en su puesta en marcha suelen reducirse en una cuarta parte, en el mejor de los casos. Quizás no se mienta y se cuentan puestos que no están ubicados en la planta de producción pero sí en la empresa, aunque dedicados a varios proyectos.

El siguiente capítulo será hablar de los ingresos que supondrá la instalació­n del proyecto Catalina y desgraciad­amente no se analizarán con la misma profundida­d sus impactos, pues sin tener datos se puede estimar que se necesitará instalar más de 200 aerogenera­dores, en una zona ya saturada y ocupar cientos de hectáreas de tierras de labor para colocar placas solares. Este proyecto sumado al Nudo Mudéjar, el Clúster Majalinos, el Clúster Begues y algunos otros proyectos sueltos, puede suponer la mayor concentrac­ión de molinos y placas del Estado español.

Vamos a poner todas las cartas encima de la mesa y analizar todas las consecuenc­ias de cualquier proyecto, no sea que las luces de neón nos impidan ver la realidad, y una muy clara es la falta de agua, que cada vez va a ser mayor, en las tierras del norte de Teruel.

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