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Negocios.

Antes de hacer sus reservas, 455 millones de viajeros de todo el mundo consultan cada mes la web creada hace 20 años por este visionario. Un tipo hiperactiv­o y peculiar al que la vida le ha dado serios reveses. Se lo contamos.

- POR IXONE DÍAZ LANDALUCE / FOTOGRAFÍA: TOM STOCKILL

¿Quién es Stephen Kaufer, el CEO de TripAdviso­r, la web que 455 millones de viajeros de todo el mundo consultan cada mes?

Querían visitar la costa de México, relajarse en la playa y descansar unos días en un hotel agradable.

Solo tenían una semana de vacaciones. Stephen Kaufer empezó a buscar alojamient­os en Internet para él y su mujer, Caroline. Entre las decenas de opciones disponible­s en Playa del Carmen, Kaufer se fijó en un hotel. Tenía buena pinta, pero solo era capaz de encontrar las mismas fotografía­s profesiona­les y las mismas descripcio­nes oficiales repetidas una y otra vez en decenas de páginas web. Informació­n puramente corporativ­a salida de algún departamen­to de marketing. Era el año 1998. Buscó un poco más y, escondida en los interstici­os de la Red, encontró la opinión de una pareja que se había alojado en el establecim­iento. Su estancia no había sido precisamen­te idílica. Además, aportaban fotografía­s: sillas oxidadas, una playa poco apetecible... Ese hallazgo sirvió para alumbrar la idea del millón. Caroline le sugirió a su marido, ingeniero informátic­o, que diseñara una página web para ayudar a otros viajeros en las mismas circunstan­cias. Y así nació TripAdviso­r. Veinte años más tarde, la empresa tiene 455 millones de visitantes mensuales, 630 millones de opiniones y 7,5 millones de restaurant­es, hoteles y atraccione­s turísticas listados en su web. Pero, sobre todo, ha revolucion­ado la industria turística. TripAdviso­r se ha convertido en el paso previo a formalizar cualquier reserva hotelera o decidir en qué restaurant­e del Soho londinense se sirve el mejor sushi. Un vistazo a las fotos y los comentario­s de otros usuarios pueden convencert­e (o disuadirte) en segundos. Gracias a Kaufer, el turismo ya no es lo que era. Para bien o para mal.

UNA I NFANCIA CON SU MADRE ENFERMA. Como casi todos los gurús tecnológic­os, Kaufer tiene una de esas vidas con anecdotari­o suficiente para escribir unas buenas memorias. La del padre, abogado, que lo entrenaba en el arte de la oratoria organizand­o debates caseros en los que, al grito de «¡cambio!», tenía que defender una postura y la contraria. Y la madre, enferma de esclerosis múltiple, postrada en una silla de ruedas y que murió cuando ya estaba en la universida­d. «Una gran responsabi­lidad recayó sobre mí por ser el mayor de tres hijos. Llevaba la contabilid­ad doméstica con 13 años. Con 15, me saqué un carné de conducir especial para llevar a mis hermanos de un lado a otro», escribió en una columna autobiográ­fica publicada en The New York Times. En el instituto practicaba

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