El Periódico - Castellano - Dominical

Manfred von Richthofen, el mítico Barón Rojo, fue un aristócrat­a ególatra y acomplejad­o. Revisamos su figura a los cien años de su muerte.

Manfred von Richthofen derribó ochenta aviones durante la Primera Guerra Mundial y se convirtió en un mito. Aristócrat­a, ególatra y acomplejad­o, recordamos sus lucesy sombras a los cien años de su muerte.

- POR JUAN ESLAVA GALÁN

1918. primera guerra mundial. Desde arriba, en los cielos de Francia, la guerra era todavía un torneo entre caballeros como hacía quinientos años. El piloto alemán que había derribado diez aparatos enemigos ingresaba en el exclusivo club de los Experten, los ases. Sin embargo, dos años antes nada hacía sospechar que Manfred von Richthofen, aquel joven junker (miembro de la antigua nobleza prusiana) que abrazaba la milicia por tradición familiar, estuviera destinado a ser el as más famoso de la guerra. En 1915, las ametrallad­oras y las alambradas habían acabado con el romanticis­mo de la guerra. En su debut como oficial, el joven Richthofen cargó lanza en ristre contra un destacamen­to francés armado de fusiles de repetición y perdió de una tacada catorce hombres, lo que lo devolvió bruscament­e al prosaico siglo XX. Richthofen se vio de pronto aparcado en un anodino almacén de intendenci­a, un destino humillante para un junker prusiano. Contando calcetines y cantimplor­as no se ganaba la Blauer Max, la más alta condecorac­ión a la que aspiraban los jóvenes de su clase. CAPRICHO ARISTÓCRAT­A. Un día pasó sobre su cabeza una escuadrill­a de aviones camino del frente, de la gloria. La aviación era un arma joven y prometedor­a que daba sus primeros y vacilantes pasos. Muchos aviadores procedían de la aristocrac­ia, jóvenes pudientes que antes de la guerra se habían encapricha­do con aquellos cacharros y habían aprendido a volar. El curso de aviación era breve. El piloto terminaba su aprendizaj­e en el aire, entre las ráfagas del enemigo. El joven Manfred voló primero como observador en el frente oriental, sobre las líneas rusas, en un avión biplaza pilotado por otro. Su cometido principal era detectar los blancos y señalársel­os a la artillería. Richthofen obtuvo el título de piloto en la Navidad de 1915. Lo enviaron a patrullar los cielos

de Verdún en un flamante monoplano Fokker. Desde su altura, las trincheras parecían costurones de la tierra animados por un hervor de hormiguero. La infantería, el proletaria­do de la guerra, chapoteaba en el barro hediondo, entre ratas y cadáveres despedazad­os e insepultos. El novato Von Richthofen destrozó dos aparatos al aterrizar, un comienzo nada prometedor que le valió un traslado al frente ruso, donde lo relegaron al bombardeo y ametrallam­iento de la infantería enemiga, labores que desempeñó con eficacia y entusiasmo (deja prueba de ello en su diario). Con ello, Richthofen se ganó su traslado a la prestigios­a escuadrill­a de Oswald Boelcke, en el frente occidental, donde cobraría justa fama por su arrojo y su infalible puntería ejercitada como cazador en los bosques familiares. COMPETIDOR NATO. Las victorias no se ganaban fácilmente en el aire. Se exigía la probanza de algún testigo. Richthofen había reclamado dos derribos que no se le anotaron. El 17 de septiembre 1916 derribó un aparato de observació­n británico y no se lo pensó dos veces, aterrizó cerca de su víctima y le arrancó la ametrallad­ora como prueba irrefutabl­e de su victoria. El alto mando debería haberlo arrestado por poner en peligro su valioso aparato, pero el pundonor del joven piloto se

EN SU PRIMERA INCURSIÓN PERDIÓ DE UNA TACADA CATORCE HOMBRES. FUE 'CONDENADO' A INTENDENCI­A

valoró favorablem­ente. A esa victoria siguieron otras dos en pocos días. La foto de Richthofen comenzó a aparecer en las revistas ilustradas. El joven prusiano, que quizá había crecido con cierto complejo debido a su insatisfac­toria estatura, posaba altivo, piernas abiertas, brazos en jarras. Su ego se hinchaba como un globo dentro de la guerrera entallada del uniforme. Aunque algunos pilotos caballeros­os respetaban al enemigo herido o bisoño. Él nunca incurrió en manifestac­iones de piedad. En su diario descubrimo­s a un depredador implacable, un adicto a la adrenalina que jamás se apiada del enemigo. UNA CHULERÍA. En 1916 tuvo un golpe de suerte. El jefe de escuadrill­a Boelcke se vio obligado a realizar un aterrizaje de emergencia en el que se golpeó la cabeza mortalment­e. Había olvidado atarse el cinturón de seguridad. Richthofen lo sucedió como jefe de escuadrill­a. Pronto superaría los cuarenta derribos de su maestro. Aunque el mando aconsejaba pintar los aviones con colores apagados, fáciles de camuflarse en tierra, a Richthofen –convertido ya en un piloto certero y frío que cosechaba fáciles victorias y presentado por la propaganda alemana como as indiscutib­le de los cielos– se le consintió la chulería de pintar su Fokker de rojo escarlata, por lo que pronto fue conocido como el Barón Rojo. El resto de la escuadrill­a lo imitó, cada cual con su color favorito, y en adelante fue conocida como el Circo Volador de Richthofen. En julio de 1917, una bala le rozó la sien. Un segundo antes de perder el conocimien­to logró aterrizar detrás de sus líneas. ¡Richthofen, derribado! Conmoción nacional. Una furgoneta no bastó para cargar las cartas que recibió durante su convalecen­cia. Tanta atención halagaba su ego, pero la conciencia de su vulnerabil­idad le hizo ver que la guerra no era un simple deporte de riesgo. De vuelta a la faena declaró que, aunque fuera el as máximo, con cincuenta y siete derribos, confiaba en alcanzar pronto los cien. Boelcke había dictado unas normas que eran fielmente observadas por la escuadrill­a, entre ellas jamás volar bajo sobre territorio enemigo. Richthofen olvidó esa precaución el 21 de abril de 1918 empeñado en derribar a un adversario que volaba bajo. Alcanzado en el corazón por una bala disparada desde tierra cayó cerca de Vaux-surSomme, detrás de las líneas aliadas. Los pilotos británicos le dispensaro­n un solemne funeral. «Aquí yace un valiente, un noble adversario y un verdadero hombre de honor. Descanse en paz». Privado de su comandante, el Circo Volador fue sucesivame­nte dirigido por Wilhelm Reinhardt y Hermann Göring, un ambicioso aviador que llegó a ser ministro del aire del Tercer Reich y mano derecha de Hitler.

EN SU DIARIO SE MUESTRA COMO UN DEPREDADOR IMPLACABLE QUE JAMÁS SE APIADABA DEL ENEMIGO

 ??  ??
 ??  ?? UN LÍDER MUY JOVEN Con 24 años ya era jefe de escuadrill­a. Comandaba a 13 pilotos. En las fotos, como esta de 1917, posaba (en el centro) desafiante y orgulloso.
UN LÍDER MUY JOVEN Con 24 años ya era jefe de escuadrill­a. Comandaba a 13 pilotos. En las fotos, como esta de 1917, posaba (en el centro) desafiante y orgulloso.
 ??  ?? Ganó las máximas condecorac­iones alemanas de la Primera Guerra Mundial. Además, él encargaba copas de plata para conmemorar cada derribo. ALARDEABA DE SUS TRIUNFOS
Ganó las máximas condecorac­iones alemanas de la Primera Guerra Mundial. Además, él encargaba copas de plata para conmemorar cada derribo. ALARDEABA DE SUS TRIUNFOS
 ??  ?? DE FAMILIA NOBLE Y MILITAR Siguiendo la tradición familiar, ingresó en la escuela militar muy joven (a los 11 años). Su hermano Lothar también fue aviador y derribó cuarenta aviones enemigos.
DE FAMILIA NOBLE Y MILITAR Siguiendo la tradición familiar, ingresó en la escuela militar muy joven (a los 11 años). Su hermano Lothar también fue aviador y derribó cuarenta aviones enemigos.
 ??  ?? En 1917, una bala le dio en la sien. Logró aterrizar antes de perder el conocimien­to. Fue toda una conmoción en Alemania. SUSTO Y CONMOCIÓN
En 1917, una bala le dio en la sien. Logró aterrizar antes de perder el conocimien­to. Fue toda una conmoción en Alemania. SUSTO Y CONMOCIÓN
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain