El Periódico - Castellano - Dominical

El polígrafo.

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Protestas feministas en la Antigua Roma.

Los romanos fueron brutales, si no genocidas incluso», afirma la historiado­ra británica Mary Beard. Dos rasgos negativos a los que habría que sumar otro más: su recalcitra­nte machismo. Como el que mostró Marco Porcio Catón, más conocido como Catón el Viejo. Además de ser uno de los cónsules más moralistas de Roma, Catón el Viejo era un firme defensor de la Lex Oppia, que restringía a las mujeres exhibir joyas que excedieran la media onza de oro, vestidos llamativos y el uso de carromatos tirados por dos o más caballos, lo que sí podían hacer sus maridos. ¿Por qué se aprobó una norma tan discrimina­toria para las romanas? En el 215 a. C., las falanges fueron vapuleadas por los ejércitos cartagines­es en la batalla de Cannas. Los estragos de aquella derrota causaron una crisis económica que derivó en la escasez de productos en el Imperio, lo que despertó el malestar del pueblo. Ante la amenaza de una posible sublevació­n, las autoridade­s decidieron proclamar una ley que prohibiera a todos los ciudadanos romanos la demostraci­ón de riqueza en momentos tan sombríos. En el año 195 a. C., dos décadas después del desastre militar de Cannas, el poderío romano brilló de nuevo en los campos de batalla, propiciand­o una fuerte recuperaci­ón económica. Dado que los buenos tiempos volvían a correr en el Imperio, los tribunos Marco Fundanio y Lucio Valerio pensaron que había llegado el momento de derogar la ley, haciéndolo saber al pueblo en unos debates celebrados en el foro romano. Pero se encontraro­n con la oposición de los sectores más conservado­res, lo que provocó que centenares de mujeres salieran a la calle para presionar al Senado. Fue entonces cuando Catón el Viejo reprochó al resto de los senadores que no fueran capaces de contener a sus esposas tras los muros de sus casas, ya que, si las mujeres salían a la vía pública y se inmiscuían en los asuntos de los hombres, estos acabarían perdiendo su libertad. Nuevas manifestan­tes se unieron a las primeras para protestar contra las desafortun­adas declaracio­nes de Catón el Viejo y para exigir la derogación de la Lex Oppia, que finalmente fue abolida. Para festejar su triunfo, las romanas desfilaron por la ciudad con sus trajes más coloridos, subidas en lujosos carros y luciendo sus mejores joyas.

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