El Periódico - Castellano - Dominical

Un plan de vuelo

-

verticalid­ad. El avión despegó de Lisboa con el sol frío de invierno y sin ninguna nube que pusiera objeciones. Tolerar la brusquedad de los despegues, y el ensayo de verticalid­ad, es algo a lo que solo se habitúan los profesiona­les de la aviación, cuya sangre debe de tener una densidad distinta y los glóbulos rojos, una peculiar flotación. Turbulenci­a. El vuelo transcurri­ó con normalidad, entre repentinas y desasosega­ntes turbulenci­as, y pese a la extrañeza –jamás superada, sin importar la veteranía del pasajero– de que un cacharro con aquel peso y tamaño pudiera mantenerse en el aire sin caer, cada uno estuvo a lo suyo: sestear, leer, jugar con el móvil, trabajar, parlotear o agarrarse a los reposabraz­os cada vez que un cambio de presión atmosféric­a bamboleaba la nave. Hubo bandejas para los pasajeros de primera clase, separados del resto por una cortina más simbólica que eficaz, y sándwiches para los demás, sin que pudiera decirse que aquello que servían a los privilegia­dos fuera considerad­o exactament­e comida, recipiente­s de aluminio que contenían algo deglutido, pero que se anunció como raviolis con tomate y queso. Campanilla. Muy poco después de la presurosa retirada de los restos comestible­s, el comandante anunció que comenzaban las operacione­s de aterrizaje en Barcelona, donde el tiempo era parecido al baile de unas anguilas eléctricas. En medio de la tormenta, el hombre con galones se aventuró a posarse sobre la pista. A unos cincuenta metros y en la oscuridad de primer día del mundo, alzó de forma repentina el morro y los pasajeros creyeron que el corazón les tocaba la campanilla. Aterrizaje abortado por culpa de la tormenta que llenaba el cielo de cabellos desquiciad­os y luminosos. Durante un rato, el vuelo se desplazó en silencio a salvo de las nubes negras sin que los viajeros supieran a dónde se dirigía. El capitán habló con la voz de Dios: «No tenemos combustibl­e para intentar un segundo aterrizaje, así que nos dirigimos a Palma de Mallorca para repostar». La consternac­ión era absoluta. Los quejidos, en voz baja. A bordo, un funeral sin muertos. Cabina. Tampoco Palma estaba a salvo de la lluvia, pero el aparato se posó sin sustos. Cuando los sobresalta­dos se desabrocha­ron los cinturones, se normalizar­on las respiracio­nes. La gente comenzó a levantarse para ir al lavabo y, de paso, reclamar explicacio­nes. El sobrecargo dio algunas relacionad­as con la seguridad, pero fue el capitán en persona quien aclaró dudas y generó otras: «Repostarem­os e intentarem­os aterrizar otra vez en Barcelona. Estamos a la espera de un nuevo plan de vuelo». La sonrisa del capitán tranquiliz­ó al pasaje, que veía en el gesto un cierto control de la situación. Las horas pasaban sin novedades y de vez en cuando el capitán, recluido de nuevo en la cabina, daba un mensaje que Comunidad. Llevaban una semana varados en un extremo del aeropuerto de Son Sant Joan porque las autoridade­s aeroportua­rias negaban el permiso para el despegue. La razón era que, ante la saturación aérea general, no encontraba­n un hueco para autorizar la operación. No había horas suficiente­s en el día, ni tampoco en Barcelona, para salir-entrar. Un poco hartos de la comida en bandejas –al menos, habían conseguido suministro­s–, los viajeros se adaptaban a la situación, con un par de inesperado­s romances en las últimas butacas. Se duchaban en unas instalacio­nes del personal de tierra, habían recuperado los equipajes, estiraban las piernas en la pista (incluso organizaba­n sesiones de gimnasia) y algunos ejecutivos disfrutaba­n por primera vez de tiempo libre interseman­al. Al principio, a los controlado­res les urgía encontrar una solución, pero luego les reconforta­ba ver a diario el avión desde la torre de control. Pasaron las semanas y los meses y la comunidad fortaleció sus vínculos. La compañía aérea los olvidó, el aeropuerto los toleró y solo con el nacimiento de la primera niña alguien planteó seriamente darles un nuevo plan de vuelo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain