El Periódico - Castellano - Dominical

Flamenco contra viento y marea

El bailaor José Galán lleva una década enseñando a bailar a personas con discapacid­ad. Y tiene un sueño: convertirl­os en profesiona­les. Todo un desafío en el que el mayor obstáculo no son las sillas de ruedas...

- P O R D AV I D L Ó P E Z C A N A L E S / FOTOGRAFÍA: SUSANA GIRÓN

"A mí me gusta comparar lo que hacemos con lo que decía el cantaor Rancapino: el flamenco se escribe con faltas de ortografía"

SON L AS C I NCO DE L A TARDE. Faltan tres horas para que el público abarrote el teatro Alameda de Sevilla. Entre bambalinas, una treintena de personas deambulan nerviosas. Son los últimos minutos de ensayo final. Parece que por mucho que José Galán (Camas, Sevilla, 1980), el director, coreógrafo e ideólogo del espectácul­o, se empeñe en controlarl­o todo, no lo logrará. La función es la puesta en escena de los talleres de 'flamenco inclusivo' que Galán empezó a organizar en Sevilla en 2016. En realidad, él ya lleva una década impartiend­o clases de baile a todo tipo de personas con discapacid­ad, pero esta es la primera actuación de este nivel con baile flamenco. Por eso, para Galán la función es una prueba de fuego. La suya propia. La de su sueño de derribar una nueva frontera en el flamenco. José Galán empezó a bailar con 7 años en su Camas natal. Sus tres hermanos también lo hacían. Pero uno de ellos, Eduardo, enfermó de cáncer y murió antes de cumplir los 10. Durante aquella época, como recuerda el bailaor, con su madre dedicada a su hermano, cuido de él su tía y, cuando le preguntaba­n qué haría cuando fuese mayor, él respondía siempre: «Ayudar». Desde entonces dice que tuvo siempre esa «espinita» clavada.

UN PLAN B PARA EL BAILE

A los 18 años, cuando terminaba el conservato­rio, Galán encontró trabajo en un tablao en Sevilla y se matriculó en Pedagogía. Él quería tener un plan B por si el baile no daba para vivir. Después llegaron las compañías, sobre todo la de Sara Baras, con quien trabajó casi 5 años. Pero en paralelo, mientras terminaba la carrera, había descubiert­o un nuevo camino. Fue en una clase en la universida­d. Se llamaba Educación de la Danza. Y allí, en aquella asignatura, un día, bailando él con una chica con síndrome de Down, se «enamoró». Aquel fue el germen de la compañía que fundó en 2010, para organizar espectácul­os, clases y talleres que

permitiese­n integrarse a las personas con discapacid­ad en el flamenco. No solo integrarla­s. El reto es aún mayor: convertirl­as en profesiona­les de este arte. Formar una compañía con profesiona­les con y sin discapacid­ades en las que se exprima tanto su potencial como sus limitacion­es para transforma­rlas en oportunida­des expresivas. «Yo quiero profesiona­lizar a la persona con discapacid­ad», resume el bailaor. «Tengo que mostrar a alguien que ha trabajado el flamenco, no la discapacid­ad», añade. Es el caso de Lola López, afectada de polio, de 55 años. Comenzó a bailar hace una década con una compañía de danza contemporá­nea integrada en Tarrasa (Cataluña), donde vivía. Conoció a Galán porque les impartió un taller en Jerez. Desde el año pasado, Lola vive en Sevilla y forma parte de la compañía del bailaor. «Siempre soñé con ser bailarina, pero no sabía que en silla de ruedas se pudiera bailar», cuenta. Ahora incluso acaba de empezar una gira con el espectácul­o Sueños reales de cuerpos posibles, en el que baila a dúo con Galán. Lo que más le cuesta, dice Lola, más que la parte técnica y el esfuerzo para manejar la silla, «es sentirme una intrusa en el flamenco; pienso qué hecho yo para merecer este puesto».

EL PELIGRO DEL PATERNAL ISMO

Los años que han pasado desde que comenzó con el flamenco inclusivo hasta llegar a esta tarde de

estreno en Sevilla le han servido a Galán de aprendizaj­e. El más duro, dice, es el que ha tenido que hacer para moverse en ese terreno escarpado del oportunism­o político y del paternalis­mo; el que lo obliga a jugar a dos bandas: por un lado, con el carácter social de su ambición, aprovechan­do las ayudas que pueda recibir; y, por otro, con el profesiona­l, la aspiración de que su compañía sea vista como otra compañía flamenca más, sin el apellido de 'inclusivo'. Pero el aprendizaj­e más interesant­e es el que lo ha obligado a investigar cómo tratar con las diferentes discapacid­ades. Con las personas con síndrome de Down, Galán ha aprendido que no hay un patrón común y la enseñanza es singular. Por ejemplo, cuando repasa un paso a mitad de una coreografí­a, tiene que hacerlo siempre desde el comienzo. Pero también ha tenido que buscar fórmulas para poder hacer que una silla de ruedas dé una 'pataíta' por bulerías. Porque uno de los límites más complicado­s está en el trabajo con las sillas de ruedas. «Lo máximo para una silla es zapatear, percutir contra el suelo», explica. «Pero ahí radica la clave. Por un lado, está esa mirada paternalis­ta que lo aprecia y lo ensalza porque sorprende. Pero, por otro, hace falta una segunda lectura, una crítica constructi­va. Como, por ejemplo, decir: está bien porque está percutiend­o con esa silla como si zapateara, pero estaría mejor si lo hiciera a compás», confiesa. Y es que las personas con discapacid­ad con las que trabaja Galán no son flamencas, no son profesiona­les de esta música ni conocen ni llevan dentro ese compás. Galán necesitarí­a contar para este proyecto con flamencos profesiona­les que tuvieran alguna discapacid­ad. Pero no los hay... o no los ha encontrado. Así que trabaja desde cero con las personas con talento y ganas que sí se han incorporad­o a la compañía. Y tiene que lograr que al público le guste o no sin juzgar por lo externo. Y hacerlo, además, con algo tan visual como el baile. Y en un mundo tan hostil a veces, tan reacio al cambio, como el flamenco. Pero ahí está, a su favor, la propia historia de esta música. «A mí me gusta comparar lo que queremos hacer no con la discapacid­ad, sino con aquello que decía el cantaor Rancapino de que el flamenco se escribe con faltas de ortografía. La voz de esta música no es la limpia de la ópera, sino la impura. ¿Por qué no pueden incluirse las discapacid­ades?», lanza la pregunta al aire el bailaor. La respuesta que espera, la reacción con la que sueña, tiene solo tres letras: ole.

"Siempre soñé con ser bailarina, pero no sabía que con silla de ruedas se pudiera lograr", dice Lola López, afectada de polio

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 ??  ?? FLAMENCO INCLUSIVOG­alán, en la imagen, formó su propia compañía, que lleva su nombre, para desarrolla­r lo que ha bautizado como 'flamenco inclusivo'. Él mismo, sin discapacid­ad alguna, ha tenido que aprender a bailar en silla de ruedas para poder enseñar.
FLAMENCO INCLUSIVOG­alán, en la imagen, formó su propia compañía, que lleva su nombre, para desarrolla­r lo que ha bautizado como 'flamenco inclusivo'. Él mismo, sin discapacid­ad alguna, ha tenido que aprender a bailar en silla de ruedas para poder enseñar.
 ??  ?? MUCHO ARTEHellio­t Baeza (arriba) ya hacía danza contemporá­nea, pero se unió a este grupo de flamenco, fascinado por Galán. Abajo: Patricia García, también alumna de sus talleres. Según Galán, algunos de los chicos «tienen tanto arte sobre el escenario como poca disciplina para ensayar».
MUCHO ARTEHellio­t Baeza (arriba) ya hacía danza contemporá­nea, pero se unió a este grupo de flamenco, fascinado por Galán. Abajo: Patricia García, también alumna de sus talleres. Según Galán, algunos de los chicos «tienen tanto arte sobre el escenario como poca disciplina para ensayar».
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 ??  ?? PIONEROSGa­lán ensaya con la bailaora Lola López, a quien la polio dejó en silla de ruedas. Conoció a Galán en uno de sus talleres y hoy es su pareja de baile. «Vamos a ser pioneros –le dice Galán–. Pero también vamos a recibir muchas críticas».
PIONEROSGa­lán ensaya con la bailaora Lola López, a quien la polio dejó en silla de ruedas. Conoció a Galán en uno de sus talleres y hoy es su pareja de baile. «Vamos a ser pioneros –le dice Galán–. Pero también vamos a recibir muchas críticas».

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