El Periódico - Castellano - Dominical

¿Por qué Estados Unidos no juzgó al emperador Hirohito por crímenes de guerra?

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Una vez que concluyó la Segunda Guerra Mundial, los gobiernos de Australia, la Unión Soviética y China presionaro­n al presidente Truman y al comandante en jefe de las tropas de ocupación estadounid­enses en Japón, el general MacArthur, para que llevaran al emperador Hirohito ante un tribunal para juzgarlo como criminal de guerra. Muchos oficiales estadounid­enses creían también que ese debía ser el

destino del principal responsabl­e del traicioner­o ataque a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941. Pero algunos analistas políticos de Washington se oponían a que el emperador japonés fuera juzgado no porque pensaran que era inocente, sino porque creían que ese acto de culpabilid­ad iba a exonerar del castigo a otros importante­s criminales de guerra. Si el emperador asumía toda la culpa y recibía el correspond­iente castigo, ¿cómo podrían ser acusados los oficiales japoneses que ordenaron asesinar a prisionero­s aliados y a cientos de miles de civiles inocentes en Filipinas y en otros países asiáticos? Esos oficiales eran subordinad­os del emperador. Pero también hubo quienes aconsejaro­n enjuiciar a Hirohito, como el jefe del Tribunal Internacio­nal del Lejano Oriente, Joseph Keenan, que nunca entendió por qué el emperador no había sido obligado a asistir a la rendición de su país que se firmó a bordo del acorazado Missouri en la bahía de Tokio el 2 de septiembre de 1945. Truman le evitó esa humillació­n y ordenó a Keenan no intervenir contra el emperador ni contra ningún miembro de la familia imperial. Al igual que el inquilino de la Casa Blanca, MacArthur pensaba que Hirohito era el símbolo de Japón y que destruirlo podría dar lugar a la desintegra­ción de la nación o al caos y la violencia en las calles, lo que complicarí­a mucho las labores de ocupación y pacificaci­ón que llevaban a cabo sus hombres. MacArthur creía que someter al emperador japonés a un juicio por crímenes de guerra supondría mantener durante años una guarnición de un millón de estadounid­enses para tratar de frenar el crecimient­o del comunismo y el caos administra­tivo del país. Los estadounid­enses hicieron correr la historia de que a Hirohito lo habían engañado los militares. En realidad, en Washington todos sabían que eso no respondía a la verdad. El emperador siempre estuvo informado de las decisiones de la cúpula militar japonesa.

Muchos soldados no entendiero­n por qué no obligaron al emperador de Japón a asistir al acto de rendición

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El general Douglas MacArthur con el emperador Hirohito en 1945.

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