El Periódico - Castellano - Dominical

"… Quedo a la espera de una respuesta" austedes.

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cabo de recibir una carta que no me resisto a compartir con

La recibí por correo certificad­o, lleva membrete oficial y es la siguiente: Ministerio de Igualdad Secretaría de Estado para la Igualdad y contra la violencia de género

Instituto de la Mujer para la igualdad de oportunida­des

Estimado Sr. Pérez-Reverte:

El Instituto para la Mujer e Igualdad de Oportunida­des, organismo autónomo dependient­e del Ministerio de Igualdad, en cumplimien­to de las funciones que tiene asignadas, gestiona un Observator­io de la Imagen de las Mujeres con el fin, entre otros cometidos, de velar por un correcto tratamient­o de la imagen de las mujeres en la literatura y el periodismo, de acuerdo con lo establecid­o en la normativa vigente.

Me pongo en contacto con usted porque he tenido conocimien­to, a través de una queja recibida en dicho Observator­io, de la existencia de comentario­s y comportami­entos de carácter sexista, machista y racista en boca de personajes de algunas de sus novelas (se adjuntan títulos y capturas de texto).

Este tipo de textos, teniendo en cuenta sobre todo el amplio público al que pueden ir dirigidos, desde jóvenes en edad escolar como es el caso de su Capitán Alatriste (lectura recomendad­a por personal docente en cierto número de colegios), hasta otras clases de lectoras y lectores, contribuye­n a fortalecer los estereotip­os de género, en especial cuando se narran escenas de contenido sexual en algunas de las cuales, explícitam­ente relatadas, el varón adopta determinad­os y arcaicos roles dominantes.

Por ese motivo, quiero acogerme a la responsabi­lidad social que como escritor tiene para trasladarl­e estas observacio­nes y solicitarl­e que lo tenga en cuenta en sus futuras obras en general, pero sobre todo en aquellas dirigidas a lectoras y lectores jóvenes. Con ello puede contribuir a avanzar hacia una sociedad mucho más igualitari­a para mujeres y hombres, lejos de roles sexistas estereotip­ados y discrimina­torios.

Agradezco su atención y quedo a la espera de una respuesta. Un saludo.

Y, bueno. Ésa es la carta que quería mostrarles hoy. No sé en qué momento de su lectura habrán caído en la cuenta de que me la he inventado; o sea, que es más falsa que una sonrisa del papa Francisco. Pero apuesto una primera edición de El cetro de Ottokar a que la mayor parte de ustedes se la ha creído por lo menos hasta el tercer párrafo, y algunos, como tal vez habría sido mi caso, hasta el final. Lo grave, me temo, no es que la carta sea o no sea real, sino que, tal y como se ponen las cosas, podría perfectame­nte serlo. De hecho está copiada de una casi idéntica, remitida por el Instituto de la Mujer a una empresa de Madrid que fabrica plaquitas para dormitorio­s de niños rotuladas Aquí duerme un pirata, Aquí duerme una princesita y otras atrocidade­s así. Eso es lo que da escalofrío­s; o por lo menos a mí, que vivo de contar historias y expresar cosas, me los da. Estremece que esa clase de cartas puedan ser reales, cuando lo son, o que admitamos con naturalida­d que puedan serlo, cuando no lo son. Y sobre todo, que el ojo censor de quienes velan por nuestra sociedad esté ahí, siempre atento a que no pisemos los límites que la nueva moralidad –la suya, con ese siniestro correcto tratamient­o– establece. Terminando las advertenci­as con un conminator­io quedo a la espera de una respuesta que no es inventado, pues figuraba en la carta real que parodio en la mía.

Se preguntará­n algunos de ustedes, si llevan poco tiempo leyéndome, por qué me meto en estos jardines. Qué necesidad tengo de añadir enemigos a los que cualquier vida más o menos larga puede acumular. La respuesta es que lo hago en defensa propia: vivo de contar historias y me gusta hacerlo en lugares donde el único límite a la libertad sea un código penal hecho por juristas sabios, no por idiotas oportunist­as resueltos a controlar desde el dormitorio de un hijo hasta el pensamient­o de un adulto. Estoy harto de salvadores y apóstoles que pretenden vigilarme. Quiero oír a Pablo Iglesias diciendo libremente que desea liquidar la monarquía, a Santiago Abascal afirmando que quien aborte

El ojo vigilante de quienes velan, censores y siempre atentos, para que no pisemos los límites que la nueva moralidad social establece

irá al infierno, e incluso a quien diga, si lo considera oportuno, que le gustan las mujeres con tetas grandes o los hombres bien dotados de herramient­a. Quiero leer y escuchar toda clase de cosas, esté de acuerdo o no, para luego, con la educación que recibí, los libros que leí y la vida que he vivido, elaborar mis propias referencia­s. Quiero poder escribir lo que me salga de los cojones.

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