El Periódico - Castellano - Dominical

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Fallecido hace dos meses, Genovés es el ejemplo de una vida dedicada a la creación. Famoso por su obra realista, que plasmó como nadie en su icónico cuadro El abrazo –símbolo indiscutib­le del espíritu de la Transición española–, su estilo personal desembocó en imágenes de multitudes, con personajes cada vez más empequeñec­idos captados desde lejos, en colores intensos y a la vez dramáticos.

En los últimos meses de su vida ideó una técnica para poder sacar el mayor rendimient­o posible al hilo de energía que le quedaba y seguir pintando. En la pared de su estudio se instaló un cronómetro que sonaba como un estruendo –«oía bastante mal»– después de media hora. Era el tiempo límite que le había aconsejado su médico para trabajar. «Se quedaba en casa hasta que veía el momento de subir al estudio, cuando tenía claro lo que quería pintar», asegura Pablo Genovés, fotógrafo y el mayor de los tres hijos del artista. Así, dosificand­o sus fuerzas, le decía a su primogénit­o que pintaba con el pensamient­o. A pesar de su debilitami­ento, continuó trabajando hasta el final en un cuadro de formato circular que dejó inacabado y que ilustra la portada de nuestro número. «Empezó pintando la parte de abajo –describe su hijo–; iba muy lento, acabando poco a poco los personajes hacia la luz, hacia arriba». Eso explica que a las figuras de la parte superior les falten las sombras.

Una bandeja de plástico con una mezcla de carbones y grafito estaba preparada, en su mismo sitio, esperando que les diera uso para terminar de difuminar esas sombras. Tampoco le dio tiempo a poner título al cuadro.

Durante los días de la pandemia, Juan Genovés ya se encontraba mal y estaba «muy pasota». «Normalment­e podía pintar un cuadro en una semana, pero con este redondo llevaba unos tres meses», cuenta su hijo.

El artista elegía, a menudo, el formato circular para sus obras; era casi una 'obsesión'. Una forma de reflejar la relación tan importante que tuvo con la fotografía, como si estuviera fijando la obra a través de un foco. «Lo último que me dijo sobre ese cuadro es que iba a su ritmo, que iba haciendo lo que le iba pidiendo», cuenta Pablo.

Era un clásico oír decir a Juan Genovés que sus cuadros no había que explicarlo­s, que había que sentirlos y vivirlos. Y defendía sus múltiples interpreta­ciones porque quería que la gente los entendiese

En sus últim s meses de vida ide una técnica para apr vechar al máxim el hil de energía que le quedaba. Instal un cr n metr en el estudi

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