El Periódico - Castellano - Dominical

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–«no quería irse a un sitio para expertos del arte»–. Pablo Genovés tiene su propia lectura del cuadro y pensaba que su forma circular enfatizaba, desde luego, la imagen de personas que dan vueltas a un planeta, pero estaba seguro también de que su padre buscaba lecturas filosófica­s y existencia­listas. «Estamos siempre dando vueltas a lo mismo, haciéndono­s siempre las mismas preguntas de quiénes somos y qué hacemos aquí», reflexiona.

Su padre era un lector infatigabl­e, pero nunca leía novelas, siempre títulos de filosofía, antropolog­ía o ciencia. Algunos todavía tienen su hueco en los anaqueles de su estudio, donde todo sigue intacto, tal como lo dejó el propio Genovés. Tan solo estuvo un día sin trabajar. A la mañana siguiente ingresó en un hospital madrileño y falleció cinco días después, rodeado de sus tres hijos.

Vivía en un chalé de dos plantas en Aravaca, en lo que antaño sería todo menos una zona burguesa de las afueras de Madrid. Su vivienda está en la planta de abajo y subía a diario a la de arriba para pintar. En su estudio quedan cuadros acabados contra las paredes, muchos botes de pintura, de infinitos colores, reposando en estantería­s, al igual que en una tienda de bellas artes. Todo en un orden admirable. Hasta una tapa de algún recipiente está deliberada­mente colocada sobre su mesa. Una tapa con mensaje. Por un lado, indica: «No tocar», y por el otro: «Ordenar». Era su forma de comunicars­e con su asistente desde hace 16 años, Leonardo

Villela, cuando hasta hace poco aún trabajaba de madrugada y se iba a la cama por la mañana antes de que Leonardo llegase. «Es muy duro –confiesa–. El primer día que entré en el estudio después de morir Juan, estaban aún sus llaves con el llavero del escudo del Valencia». Para su asistente, Juan era un rayo de luz porque todo lo contaba con alegría. Sin embargo, los últimos días estaba «enfadado». Luchaba contra su vejez, contra su falta de energía para pintar y también sufría por la situación política. «Estaba muy descorazon­ado por el nivel tan bajo en la clase política», revela.

Un año atrás, Juan Genovés decía que el Museo del Prado era una especie de tesoro en el que entraba y salía como de su casa. También decía que el Prado le daba confianza, y quizá por eso fue el último sitio al que tuvo fuerzas de ir antes de fallecer, el pasado 15 de mayo. Fue a visitar la exposición de Goya, el artista que probableme­nte más lo influyó, otro cronista de su tiempo, con el que se sentía identifica­do por su tono reivindica­tivo y su dramatismo.

Pablo Genovés llamaba a su padre 'Juan'. «Era parte de su filosofía de 'hijos-amigos' que siempre incentivó –afirma–. Me he dado cuenta estos días de que se me ha muerto un amigo», añade.

"Cuand las fuerzas le fallar n, n dej de pintar –dice su hij , Pabl –. Sigui haciénd l c n l s pinceles de su pensamient "

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