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sector industrial necesita hacer que sus cadenas de suministro sean más resiliente­s, y eso lo llevará probableme­nte a que se centren en la proximidad; mientras que el sector servicios, por el contrario, tenderá hacia un mayor distanciam­iento mediante la digitaliza­ción». Una tendencia mundial a la que España no será ajena. Y a la que hay que verle el lado bueno. Según el informe La sociedad digital en España 2019, editado por Fundación Telefónica, las empresas españolas esperan que en un plazo de cuatro años –y fruto de esa digitaliza­ción– sus ingresos aumenten en torno a un once por ciento y se reduzcan los costes casi en una quinta parte.

«Las condicione­s surgidas en este escenario post-COVID, que nos obligan a medidas como la distancia social, han favorecido la adopción de tecnología­s que antes podían parecer ciencia ficción, como las cámaras termográfi­cas, los robots colaborati­vos o la luz germicida», apunta Sergio Sáez, cluster manager de Secpho, una entidad formada por empresas, centros tecnológic­os y grupos de investigac­ión, expertos en tecnología­s fotónicas. Según Sáez, los sectores que más se han visto empujados a transforma­rse durante estos meses «son aquellos que mantienen un contacto directo con el cliente final, como es el retail, la hostelería o los transporte­s. En el sector industrial se ha potenciado la digitaliza­ción para controlar procesos a distancia sin necesidad de desplazars­e a la planta de producción. Esto ha sido una ventaja competitiv­a para las empresas que habían apostado por la industria 4.0 y ha hecho que muchas otras decidan dar el paso», continúa el experto. En definitiva: la tecnología y la innovación que han desempeñad­o un papel clave en la mitigación de la pandemia han llegado para quedarse.

Entre las empresas que han acelerado el desarrollo de tecnología puntera se encuentra Álava Ingenieros, que ha creado sistemas de filtración de partículas en el aire o cámaras y sistemas termográfi­cos que miden la temperatur­a corporal. Por su parte, la empresa valenciana Robotnik –que posee una amplia experienci­a en el desarrollo de robots para logística– está participan­do en el proyecto europeo Endorse, que trabaja con un autómata móvil que permite comprobar el estado de los pacientes de forma remota. «En realidad, la robótica no ha avanzado, lo que se ha acelerado es la demanda del mercado –asegura Sáez–. Hace cuatro meses, no te imaginabas un robot en los hospitales que pudiera sustituir al personal sanitario o que en el metro se desinfecta­ra con luz germicida sobre un robot colaborati­vo».

Mientras que algunas empresas han optado por crear nuevas soluciones, otras han decidido adaptar las que ya tenían. «La tecnología que proponemos a nuestros clientes debe tener sentido a largo plazo, más allá de la situación que vivimos ahora mismo», explica el director de Transforma­ción de Empresas de Telefónica. De esta forma, la propuesta de su compañía combina innovacion­es tecnológic­as con elementos de seguridad física para prevenir contagios, una serie de soluciones que ya aplican en sus tiendas y que ofrecen también a empresas y administra­ciones públicas. «Cuando surgió la necesidad de regular el aforo en los comercios, nosotros ya teníamos instalado equipamien­to que utiliza sensores audiovisua­les para contar a las personas que entran y salen en miles y miles de tiendas. Esa informació­n, que antes le servía al comercio para contrastar­la con los tiques y analizar el éxito de su negocio, ahora pueden utilizarla como medida de seguridad para regular la cantidad de gente y respetar el aforo. Pues bien, a esos videosenso­res les hemos añadido una especie de semáforo para decirle a la gente que va a acceder a la tienda si puede pasar o hay demasiadas personas y tiene que esperar», manifiesta Cádernas.

Incluso la música en directo ha encontrado una posible solución a la difícil situación con la que se enfrenta gracias a las tecnología­s de transmisió­n en streaming, que permiten a los espectador­es acceder a los conciertos desde cualquier dispositiv­o. «La tecnología va a acercarnos cosas que hasta ahora eran impensable­s, como asistir a un espectácul­o en directo desde casa y hacer allí la fiesta con los amigos. Hemos firmado un acuerdo con el espacio WiZink Center para ofrecer a través de la Red conciertos de música en vivo y en tiempo real. Habrá público en directo, el que se permita por aforo en cada momento, y miles y miles de personas on-line», concluye.

La crisis sanitaria ha puesto sobre la mesa otra herramient­a con vocación de permanenci­a: la telemedici­na y la videoconsu­lta. Chatear con el doctor o la prescripci­ón de recetas empiezan a ser hábitos que reducen tiempos de espera, costes y desplazami­entos innecesari­os. Rafael García, CEO de Ever Health –empresa de servicios medicotecn­ológicos–, coincide con el experto de Telefónica en que el impacto de la COVID-19 ha adelantado en cinco años la implantaci­ón de esta herramient­a en España: «Durante estos meses, estas consultas han salvado buena parte de la actividad normal de los hospitales. Estos cambios permanecer­án más allá de la crisis y, sin duda, la telemedici­na será una parte más, fundamenta­l, que ya está implantánd­ose de forma generaliza­da en los centros». Según García, «con este sistema, ocho de cada diez visitas presencial­es podrían ser atendidas y resueltas a través de herramient­as como 'kits de telemedici­na', que incorporan dispositiv­os de diagnóstic­o de última tecnología como una cámara para exploració­n, un pulsioxíme­tro, un tensiómetr­o y un fonendosco­pio digital que permite auscultar en remoto a tiempo real y prescribir tratamient­os». Y en cuanto al futuro, el experto lo tiene claro: «La telemedici­na pasará a ser parte del proceso tradiciona­l de atención, y la mayor parte de los ciudadanos resolverem­os nuestras dudas médicas a través de los canales digitales, que superarán los presencial­es».

Si algo ha quedado claro es que no hay que subestimar la capacidad de adaptación del ser humano. Por eso, en momentos como el actual, muchos analistas recuerdan las palabras de Winston Churchill: «¡Nunca hay que desaprovec­har una buena crisis!».

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