El Periódico - Castellano - Dominical
Gente como yo
intentan servir: yo creo que la gente ya lee un titular encabezado por cosas como «prestigiosos artistas/ pensadores/intelectuales/actores... firman un manifiesto para pedir...» y el bostezo se puede oír hasta en Madagascar y más allá. Me encantaría equivocarme, pero no es eso lo que percibo. Hay una necesidad salvaje de posicionarse, de opinar, de condenar a los que no piensan como tú, de no distinguir entre respetar una cosa y decir simplemente que no te gusta, que son cosas perfectamente compatibles. Yo confieso que le tengo una manía injustificable al color marrón, al bacalao, a las acelgas y a la voz de Bono. Pero eso no me da derecho a condenar a los que les gustan las acelgas, Bono, el marrón y el bacalao.
Ni me da derecho tampoco a construir una teoría cuyo enunciado insista en que Bono, las acelgas, el bacalao y el color marrón son perjudiciales para la salud de la humanidad y deberían ser abolidos de la faz de la Tierra. Simplemente, les tengo manía y ya. Cada vez más a menudo veo que las manías personales, que todos, hasta el más zen, tenemos, están en la base de muchos discursos. Y a partir de ahí se construyen teorías presuntamente académicas. Prefiero mil veces el «no me gusta» a vacuos párrafos enteros que intentan respaldar el «no me gusta» con palabrería obtusa.
Vamos a hachazo limpio contra cualquier intento de matizar las cosas, los argumentos. Y la existencia, sin matices, sin claroscuros, sin grises, sin ser poliédrica es muy difícil de definir y de vivir. Tenemos, en numerosas ocasiones, sensaciones, opiniones, ideas contradictorias que se simultanean en el cerebro. Todos los intentos de resumir esas ideas, de reducirlas a un sí o un no, acaban irremediablemente en la confrontación y en un callejón sin salida.
Yo estaría dispuesta a comer acelgas con bacalao, vestida de marrón y
A los que están en el «o conmigo o contra mí» lo único que les interesa es encontrar paredones diáfanos para fusilar a gente como yo
escuchando a Bono si mi acción fuera a servir para tender algún puente hacia aquellos que piensan exactamente lo opuesto a mí. Pero sé bien que me lo puedo ahorrar. A los que están en el «o conmigo o contra mí» lo único que les interesa es encontrar paredones diáfanos para fusilar a gente como yo.