El Periódico - Castellano - Dominical
Volver (¡alerta!) al restaurante
largo, así que si ellos (profesionales de la hostelería) y nosotros (comensales) dejamos de respetar los códigos impuestos regresaremos a la primavera de muerte y encierro.
Toser. He visto camareros y cocineros con la mascarilla por debajo de la nariz o tan húmeda que podrían cultivar champiñones. He visto propietarios chulitos con el tapabocas en la barbilla departiendo con los clientes con una camaradería asesina. He visto comensales deambular por el comedor desprotegidos y acercarse a las mesas de conocidos a saludar mofándose de la distancia reglamentaria. He visto clientes toser abiertamente, sin hacerlo sobre el interior del brazo, ¡después de tantos mensajes preventivos durante meses!
Ruin. Sé que trabajar con mascarilla es como currar con alguien que te va abofeteando y que en cocina se la levantan y la bajan para probar la comida (y espero que cada vez cambien la cuchara), pero si prescindimos de ella, así como de la limpieza permanente de manos y la desinfección de los puestos de trabajo y los lugares comunes, empeoraremos las cosas. Sobran, por peligrosas y ruines, las actitudes de esos irresponsables que se burlan de los que siguen las recomendaciones.
Seguridad. Cuesta mucho aceptar la situación: vigilar la separación entre mesas, estar atento por si alguien se salta a la brava el distanciamiento social, preguntar si la carta es de un solo uso. Me han entregado una con la pegatina «recién higienizadas»; en otro lugar, el QR con el contenido estaba en un adhesivo en la mesa, ¡y qué práctico disponer junto al cubierto de una botellita de gel hidroalcohólico! Vivo la sensación horrible de sentirme un bobo, un exagerado o un miedoso por pedir esos mínimos regulados por ley. Solo volveremos a disfrutar si todos hacemos lo que tenemos que hacer. ¿Alguien se cachondea de la seguridad alimentaria? ¿Se permite despachar comida contaminada, en mal estado, en un entorno sucio? En esos casos, los inspectores cortan cabezas sin
He visto camareros y cocineros con la mascarilla por debajo de la nariz o tan húmeda que podrían cultivar champiñones
miramientos. Entonces, el coronavirus ¿nos lo tomamos a broma?
Ruina. He comido sin compañía para escribir crónicas gastronómicas o con las personas con las que convivo y, de hacerlo con otras, querría una distancia suficiente. En ningún restaurante lo he vivido: alejamiento entre mesas, y en la propia mesa. Sé que es inviable, más ruina para el establecimiento. Si no hay garantía de eso, ¿cómo quedar con amigos con los que no has tenido contacto físico en meses? Este virus no solo corroe la salud, sino que carcome el estado de ánimo.
s una de las universidades más antiguas del mundo. Aunque, para muchos británicos, es sobre todo el lugar que unió al príncipe Guillermo y a Kate Middleton. Fue en un acto benéfico en 2002. El nieto de la reina vio a su hoy esposa desfilar con un vestido de encaje transparente y, por lo visto, los violines empezaron a sonar. Es lo que, al menos, cuenta la leyenda. Gracias a la cual esta institución fundada en 1410 reforzó su atractivo para las clases altas. El hechizo, sin embargo, se acaba de romper. Decenas de estudiantes denuncian abusos sexuales, coerciones y violaciones en el campus a través de la cuenta @standrewssurvivors en Instagram, que ya recoge más de 20 testimonios. Chicas, sobre todo, que se desploman borrachas en su cama y se despiertan con el pene de un estudiante de su confianza en el interior de su vagina. Las acusaciones apuntan a una
UNIVERSITARIOS Los duques de Cambridge no han hecho comentarios sobre el escándalo surgido en la Universidad de St. Andrews (Escocia), donde estudiaron hasta 2005.
hermandad de origen norteamericano llamada Alpha Epsilon Pi, relacionada con nueve casos que ya han derivado en la suspensión de varios asociados. Kate y Guillermo, en todo caso, no han comentado nada al respecto.
Las acusaciones apuntan a una hermandad de origen norteamericano