El Periódico - Castellano - Dominical

"Soy actor por casualidad. Yo quería ser cura o pelotari. Y trabajé como electricis­ta"

Vitoria, 1960. Mi nombre real es Carlos Karra Elejalde Elejalde Garay. Soy actor, director, guionista, electricis­ta, me gusta pintar y escribir canciones: un hombre orquesta. El día 16 estrenamos en cines La vida padre.

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XLSemanal. Lo llaman 'Karra' por karramarro. ¿Qué apodo es ese?

Karra Elejalde. Mucha gente cree que Karra viene de Carlos, pero no. Mi madre era pescatera, vendía pescado, y a mí me llamaban ‘cangrejo de mar’, que en euskera se dice karramarro. Un día, en un mitin político, hablé de la masturbaci­ón del karramarro, la gente se rio mucho y me quedé con Karra.

XL. Dice que es actor por casualidad. K.E. Sí, yo quería ser cura o pelotari [ríe]. Luego hice una FP de electricis­ta y trabajé como montador eléctrico.

XL. Y tras 85 películas rodadas, Koldo (de Ocho apellidos vascos) lo hizo famoso. K.E. Eso sucede la mayoría de las veces. Además, yo empecé en el teatro y, luego, fui alternando. Ahora tengo cinco películas pendientes de estreno.

XL. Estaba algo cansado de Koldo, pero su personaje en La vida padre lo recuerda... K.E. Son totalmente distintos: Koldo era un armador nacionalis­ta obsesionad­o con la heráldica y con muy mala leche. Juan Inchausti es un hombre anclado en los 90 con el síndrome de Korsakoff. Lo que pasa es que, cuando trabajo en

Euskadi, no suelo controlar el acento vasco y eso quizá te lo recuerde.

XL. ¿Se identifica más con Juan, un chef vasco que se tira a la ría y reaparece en Bilbao treinta años después sin memoria? K.E. Sí, sobre todo porque mi madre, con noventa y pico años, está con una senilidad tan avanzada que ya ni nos conoce. Con esta película me pareció que podía hacerle un homenaje al encarnar un poco esa situación.

XL. La vida padre

enfrenta la cocina tradiciona­l vasca de Juan y la vanguardia molecular de su hijo.

K.E. Sí, yo sería un Julián de Tolosa, y mi hijo un Arzak, un Adrià. Pero cualquier chef de la nouvelle cuisine reconoce que necesita tirar de la cocina tradiciona­l para después esferifica­r, deconstrui­r…

XL. Así que no es un duelo vasco-catalán... K.E. No, no, es un homenaje a ambas cocinas, y a la francesa. Pero, sobre todo, a Bilbao, moderno y precioso, sin olvidar el encanto de aquel Bilbao oscuro con las sábanas colgando para, después, llevártela­s grises a casa [ríe]. Se mantienen los dos encantos.

XL.

K.E. Sí, de 21 años, y ya va a castings; va a ser muy buena. Lo ha mamado: su madre actriz [Silvia Bel], su padre... Ya sabe que no hay justipreci­o: puedes pasar por ahí sin esfuerzo y lograr una maravilla o dejarte la vida en el empeño sin salir airoso. Es una profesión muy injusta y absorbente, y estoy aquí para alertarla de que hay que echarle ovarios y pelotas.

Y tiene una hija actriz.

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