El Periódico - Castellano - Dominical

Irascibles

- POR Benjamín Lana @uncomino

ientras ha durado

el calorón de este verano, había justificac­ión. Con estas temperatur­as de horno de leña, cualquiera pierde la compostura, la paciencia y hasta el oremus. Es curioso. El grueso de la piara estábamos de vacaciones en nuestro Ferragosto nacional, ese tiempo-espacio teórico del relax y el disfrute y, sin embargo, en lugar de diseminar el buen humor y la socarroner­ía por los campos de España, como si fuera polen, andábamos a la gresca, y no me refiero, precisamen­te, al restaurant­e de Rafa Peña. Al cocinero Boronat lo llamaron «ladrón» por pedir una señal a un cliente nuevo que quería una reserva para ocho en la Ambassade de Llívia en prime time

agosteño. En un lugar de Ibiza del que no quiero acordarme cobran 35 euros por dos aguas y una cola. Y no piensen que quizá se ofrecía show, música, tapa o aceituna. Silla de terraza a pelo y chimpún.

Los de Villa Arriba dicen que todo está muy caro y se abusa de los guiris, como antes, pero ahora también de los locales. Los de Villa Abajo aseguran que los precios de la hostelería patria son baratísimo­s e insostenib­les si siguen subiendo los insumos y la energía. Los de la piel de toro nos hemos pegado todos contra todos a lo largo de la historia, pero creo que lo único que faltaba es que los clientes nos enfrentára­mos con los 'bareros', esa suerte de amigos y psiquiatra­s. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Yo, desde luego, no lo haré. Como cantaba Pedro Guerra, «todos tenemos algo escondido y yo, como todos, tengo lo mío». Y algún cabreo me he agarrado, sí. A estas alturas llevo mejor que me cobren de más a que me traten de menos, eso sí.

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