El Periódico - Castellano - On Barcelona
CUANDO LA NOCHE NO ACABA
El primer rayo del alba nos inunda como una gran burla cósmica. Hemos sido espectros danzantes toda la noche, pero ahora, a la luz blanca que nos repele de la disco, se une una claridad insultante que se filtra entre calles. Y solo sabes una cosa: que no
dencia juntos con un ascenso matutino a los Búnkers del Carmel (Marià Labèrnia, s/n). Dejar la ciudad a los pies ayudará a reconsiderar tu viciosa existencia.
Ah, ¿que tú en realidad solo buscabas un after? Los afters ya no se llaman así. Ahora son asociaciones culturales. Hay uno mítico que se llama igual que un pueblo de Badajoz importante en la crónica negra española, para el que necesitas saber una contraseña, y otro en el que te abren paso tras echarte el ojo por una mirilla metálica, cuyo nombre remite a hechicería con concreción cromática.
TORNEOS DE PIMPÓN A DESHORAS
Pero cuando acabas la noche con un hatajo de pobres diablos legañosos, ni siquiera hace falta adentrarse en los intersticios del submundo afteril para gozarlo. El ambientazo que se organiza cada finde en la plaza de Joanic es de traca. Mientras los seguratas del Almo2bar esparcen a los últimos despistados del baile, en la plaza se organizan unos torneos de pimpón a deshoras que son la gloria. El parque también es ideal para quedarnos sentados, arrobados, mirando a la gente, y ceder por fin al sueño. Por desgracia, cuando le das la vuelta a la noche, los alegres díscolos siempre vuelven a la carga: «Venga, Albert, pero vamos a tu casa ahora, que tienes ese patio tan divertido». Argh. A veces es preferible pasar 24 horas en la calle que llenar tu casa de seres inundados de pócimas. —