El Periódico - Castellano - On Barcelona

LA ÚLTIMA CAMISA

- Miqui Otero Periodista y escritor

Cinco minutos después de entrar en aquel lugar, me estaban midiendo el cuello con una cinta métrica de color amarillo. Esto no te sucede cada día. Solo pasa una vez en la vida y la ocasión lo merece. Estoy con unos amigos en una camisería de (casi) 200 años de vida. No es fácil resistir tanto tiempo en Barcelona, pero aún es más improbable hacerlo en el número 74 de las Ramblas. Ahí, un negocio antiguo, inmutable, como un insecto atrapado en una bola de ámbar. Quizás por eso la Camisería Xancó cerrará para siempre dos días después, el 31 de diciembre. Delante de esta camisería, las Ramblas han mudado mil veces. De cuando se vendían mimosas y margaritas en invierno, ramas de almendra en primavera, gladiolos en verano, hasta ahora, que solo se pueden comprar gofres y jugadores del Barça de peluche (hay un Neymar Jr como ahorcado en uno de los tenderetes que resiste meses y demandas). Los escaparate­s de la Xancó anuncian una liquidació­n total con ofertas al 50% de camisas de estampado de pata de gallo y polos de algodón de tacto toallero. Los precios del lugar siempre han sido bastante prohibitiv­os, y son caros incluso rebajados a la mitad, pero nos hemos permitido esta última entrada triunfal. Con la pérdida de este negocio se perderán no solo camisas y estantería­s de madera noble, sino también palabras.

DEL «CUELLO PERKINS» AL «‘PULLOVER’ SIN MANGAS»

Porque aquí hay que hablar con propiedad. En pocos sitios se volverá a formular el sintagma «Cuello Perkins» (ese que no es ni redondo ni de cisne) aplicado a ese jersey color celeste desteñido por el sol que restalla en la vitrina. Y en pocos lugares se pronunciar­á la palabra alpaca y menos aún, cuando sostenemos la prenda en nuestras manos, dos abuelas vendrán a palparla con gesto extático. Las mismas, incluida la dependient­a, que nos corregirán una y otra vez cuando digamos que eso es un chaleco. Porque es cierto, no lo es. Eso es como llamar gavilán a un gorrión o facha a un político de extrema derecha (bueno, esto último no tanto), porque esto no es un chaleco, sino «un pullover sin mangas».

Aquí no se toquetea y se amontona ese género con obsolescen­cia programada de tres lavados de lavadora. Aquí uno no elige, sino que pregunta. No busca, sino que encuentra lo que no sabía que buscaba. Como en una librería, uno debe consultar a los dependient­es, que huronearán en sus estantería­s tu prenda. Si para que te quede bien deben medirte el cuello, lo harán.

La dependient­a, a pesar de negarlo, es Pilar Satta. Le pregunto si es la responsabl­e del local y lo niega, pero es ella, esposa de Tristan Xancó (quien, contó Patricia Castán en este diario, presidió la asociación de comerciant­es y hasta le dio un premio a Gorvachov), y lleva tras el mostrador medio siglo, atendiendo en inglés y matizando materiales. Mi amigo le pregunta si es por culpa de una subida de alquiler y contesta, con la pericia de un ministro, que «son muchos factores en juego». También personajes como ella escasearán cada vez más.

Leo en una crónica de José Ángel Montañés en El País que en el 2014 Barcelona catalogó una lista de 226 establecim­ientos emblemátic­os. Desde entonces, han cerrado ya 31. A los que se acaba de sumar esta camisería. El destino de esta ciudad parece marcarlo una pequeña estatuilla broncínea de Colón señalando el mar que ahí quedará, rodeada por olas y olas de camisas de colores cada vez más desteñidos. —

MIQUI OTERO UNO QUE ESCRIBE COSAS PARA VIVIR Y QUE VIVE COSAS PARA ESCRIBIR

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