El Periódico - Castellano - On Barcelona
EL ARTE DE NARRAR SIN CORTES
Destrozó las quinielas de los Globos de oro al llevarse los premios al mejor drama y director. La nueva ficción de Sam Mendes, ‘1917’, se compone de un único planosecuencia. Repasamos otras películas que lograron una gesta narrativa similar
Ahora que los efectos visuales generados por ordenador son capaces de casi todo, una de las pocas formas que les quedan a los directores para sorprender y deslumbrar son los planos-secuencia o, para entendernos, esas tomas sin cortes a menudo de larga duración que suelen combinar movimientos de cámara y sofisticados trabajos de coreografía o iluminación en el interior del frame. Un buen plano-secuencia permite sumergir al espectador en el universo de la película, y asimismo pueden usarlo como una herramienta efectiva para crear tensión dramática, dotar una escena de espectacularidad y, cómo no, demostrarnos de lo que son capaces.
Todas esas utilidades quedan en evidencia en 1917, que hoy llega a la cartelera tras sorprender en los Globos de oro con los premios al mejor drama y mejor director.
Ambientada en plena primera guerra mundial, acompaña a dos jóvenes soldados británicos que viajan tras las líneas enemigas para entregar un mensaje que podría evitar un mortífero ataque contra cientos de compañeros, entre ellos el propio hermano de uno de ellos. El director Sam Mendes la ha concebido en su totalidad como una única y mastodóntica secuencia sin cortes aunque, eso sí, ha hecho trampa; en realidad se compone de una sucesión de planos largos cuidadosamente ensamblados los unos con los otros para parecer uno solo. Es, por otra parte, un truco común a buena parte de las películas que, a lo largo de la historia, han intentado contarnos su historia en algo parecido al tiempo real. A continuación repasamos algunas de ellas.
LA SOGA
Thriller psicológico sobre dos hombres que matan a alguien, esconden su cuerpo en un baúl de madera y luego organizan una cena que transcurre alrededor de él. Hitchcock no la filmó en un solo plano sino que necesitó 10, y aprovechó los movimientos de cámara por detrás de un personaje o una silla para esconder los cortes. Al parecer fue un rodaje muy tenso, en parte porque el equipo se movía de puntillas alrededor de la cámara para no hacer ruido y evitar así la repetición de tomas.
TIMECODE
Narra simultáneamente cuatro historias –cada una en un cuadrante de la
pantalla, y cada una con su propio sonido– sobre una serie de habitantes de Los Ángeles que confluyen en la filmación de una película; todas ellas transcurren en tiempo real a lo largo de 93 minutos, y fueron rodadas a la vez usando sendas cámaras VHS y, sí, sin cortes. El director Mike Figgis necesitó 15 intentos para completarlas.
EL ARCA RUSA
Cuando se habla del arte del plano-secuencia, 9 de cada 10 expertos coinciden en que este deslumbrante viaje onírico a través del museo Hermitage de San Petersburgo es la película a batir. A lo largo de 96 minutos que no contienen ni un solo corte, el director Aleksandr Sokurov nos pasea por 300 años de la historia rusa que interactúan entre sí a medida que unos 2.000 actores van cruzando los salones y pasillos de la apabullante pinacoteca.
LA CASA MUDA LA CASA SILENCIOSA
Tanto los responsables de la película uruguaya original como los de su remake estadounidense aseguran haberlas rodado en un único plano-secuencia para capturar el terror de una mujer que trata de escapar de una vivienda quizás encantada. Sin embargo, se sospecha que al menos la primera de ellas posee cortes en el metraje. La cámara digital con la que fue filmada solo era capaz de grabar durante un máximo de 15 minutos seguidos.
BIRDMAN
Para sumergir al espectador en el torturado espacio mental de un actor en horas bajas que intenta desesperadamente reivindicarse estrenando un montaje en Broadway, se compone de una serie de escenas rodadas sin cortes y montadas con el fin de generar la ilusión de que toda la película transcurre a lo largo de un único plano de dos horas. Entretanto, la cámara entra y sale frenéticamente de los camerinos del teatro, se desliza por pasillos y escaleras y, llegado el momento, hasta vuela por los aires.
EL PINTOR Lluís Pessa cuenta que conoció a Joan Brossa en una galería de Barcelona. Pessa iba con la artista japonesa Fusako Yasuda, y esta le mostró al poeta una muestra de sus obras que llevaba en una carpeta. Eran del libro Aino. Al verlas, Brossa dijo: «En el próximo, yo quiero estar ahí». Así se inició una fructífera relación entre los tres de la que salieron ocho libros de artista, entre 1987 y 1995. La Galería Eude recupera algunas litografías de aquellos volúmenes en la exposición Capgirada i altres poemes, como uno de los últimos homenajes del Any Brossa, que conmemoró en el 2019 el centenario del nacimiento del poeta catalán. En la muestra, también se exponen poemas objetos y litografías de Brossa, y otros grabados que tanto Yasuda como Pessa hicieron para libros en colaboración con el poeta Pere Gimferrer y el compositor Josep Maria Mestes Quadreny (en este último caso, también con Dorota Zbikowska).
El proceso creativo de Pessa y Yasuda en estos libros eran paralelos e independientes. «Brossa no quería ilustraciones de sus poemas, quería que cada uno hiciéramos lo que quisiéramos», explica el
Capgirada i altres poemes
Galería Eude
Consell de Cent, 278 Horario
De martes a viernes, de 10.30 a 13.30 y de 17.00 a 20.30. Sábado, de 10.30 a 14.00 y de 17.00 a 20.30 horas. Hasta el 4 de abril Precio
Entrada libre pintor. Así puede verse en el volumen que da nombre a la exposición, Capgirada (1995), que consta de un poema de Brossa, tres litografías de Yasuda y otras tres de Pessa. Otros libros fruto de esta colaboración con el poeta que se exponen en la Galería Eude son Tri (1990), Parèntesi (1991) y Deu gravats i una ombra de mà (1993).
Pessa, que se confiesa «fan» de Jesús, Velázquez y Marlon Brando (trabajó haciendo carteles para la Metro-goldwyn-mayer), domina la técnica del grabado, en especial la litografía. «La piedra nos lo ha dado todo», afirma. A Yasuda la considera su discípula. Y ella, que vive medio año en su casa-museo de Tsuyama (Japón) y la otra mitad en Barcelona, le llama «maestro excelente» en la presentación del libro de Francesc Miralles Lluís Pessa (Àmbit editorial), cuya publicación coincide con esta exposición. La fascinación mutua hizo que los caminos creativos de ambos se cruzaran y siguieran unidos hasta hoy. —