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CHRISTINA ROSENVINGE FIN DE CICLO

La artista cierra (o casi) la gira de ‘Un hombre rubio’ con su actuación en la sala Apolo del jueves, día 16

- Juan Manuel Freire freire.juanma@gmail.com

El caso de Christina Rosenvinge es bastante único en el paisaje de la música española: a ver cuántos artistas han sabido evoluciona­r sin cesar durante cuatro décadas de carrera y, además, ir a más, reservando sus mejores discos para la segunda mitad de ese periodo.

Para cualquiera que viva su vida sin prejuicios, cada disco de Rosenvinge debería haber sido importante. Los de Álex y Christina, por todos sus ganchos pop y el influjo (pegad la oreja) de Prefab Sprout. Los de Christina y Los Subterráne­os, por ser rock feminista cuando casi nadie se planteaba eso por aquí. Los que ha grabado a su nombre, por sus canciones intemporal­es, sensuales y maduras, esto último siempre en el mejor sentido del término; complejas, no acomodadas.

Tu labio superior, del 2008, supo a resumen de carrera: sus viejos instintos pop se unían a la experiment­ación sutil cultivada durante su periplo neoyorquin­o de finales de los 90, principios de los dosmiles, cuando compartió sesiones de grabación y conciertos con Steve Shelley y Lee Ranaldo de Sonic Youth. Pero lejos de tocar techo con ese disco, Rosenvinge publicó después otros incluso más ambiciosos: La joven Dolores, en el 2011, Lo nuestro en el 2015 (con Raül Fernández Refree como aliado creativo), y Un hombre rubio, en el 2018.

Este último trabajo ha marcado un nuevo punto de inflexión en su carrera, para sorpresa de la propia artista: «Una hace todos los discos con las mismas ganas», nos explica vía telefónica. «Y, después, con algunos te pegas la sorpresa. Yo no esperaba que el álbum tuviera esa recepción a todos los niveles. Me sorprendió la popularida­d de una canción como Romance de la plata, una elegía tan dura».

LA SOLEDAD DEL VARÓN

Romance de la plata debe su existencia a la cantaora Rocío Márquez, quien pidió a Rosenvinge que le escribiera un romance flamenco (escuchen Almendrita) y despertó en nuestra entrevista­da el recuerdo de la pasión de su padre por el cante jondo. «Para estudiar un poco, me puse a escuchar su colección de flamenco. Pensé mucho en mi padre, algo que no había hecho demasiado en 25 años. Entendí que esa querencia por el cante jondo hablaba mucho de su espíritu, que era dramático, turbulento… Era un hombre encerrado en las convencion­es de su época». Rosenvinge compuso Romance de la plata el día del 26º aniversari­o de la muerte del padre.

UNIVERSAL Y ALEGÓRICO

Hace unos años, Un hombre rubio habría sido quizás un disco muy directo, bello pero descarnado, sobre la difícil relación de una hija con su padre. En parte, es ese disco. Pero, a juego con La joven Dolores y Lo nuestro, trasciende lo específico para apuntar hacia lo universal y alegórico.

A partir de Romance de la plata, Rosenvinge empezó a componer temas desde un yo masculino para tratar de comprender la soledad del hombre o, para ser más precisos, el varón, desde dentro.

«Comenzé a pensar en otros padres herméticos. Y desde ahí llegué a la soledad del varón. Em- pecé a tratar las letras de otra manera a partir de La joven Do- lores. Por entonces, las cosas me iban bien, y ya sabía que no iba a abandonar la música, algo que en

CAETANO VELOSO

Una influencia segurament­e antigua: la bossa nova formaba parte de la paleta sonora de Álex y Christina, grupo del que ella no reniega, pese a lo castigador que podía ser grabar para una multinacio­nal.

KENDRICK LAMAR

Otro favorito reciente de Rosenvinge es este rapero de espíritu innovador y, a la vez, muy antiguo: defiende el rap más atlético y virtuoso contra el ascenso de los versos murmurados y a medio cocinar.

RYUICHI SAKAMOTO

«Estoy estudiando sus melodías», dice la artista. «Tras ver el documental Coda –me pareció muy interesant­e–, he intentado entender su proceso. Pero voy de una música a otra sin parar. Anteayer estuve sacando La leyenda del tiempo, de Camarón, con la guitarra». otras épocas se me había pasado por la cabeza. Eso me obligaba a hacer letras que se pudieran sostener durante 30, 40 años; tener una vida más larga de lo que yo había pensado», recuerda.

CADA DÍA ES UN DEBUT

Pero las viejas letras de Rosenvinge ya eran duraderas, como se comprueba en el reciente libro Debut (Literatura Random House), mezcla de cancionero (desde 1991, época de Subterráne­os), discografí­a comentada y ensayo sobre la peculiarid­ad de escribir verso cantado.

¿Por qué Debut, por cierto, tantos años después de empezar? «Tenía un título de trabajo que era Mis labores,

algo muy de la dictadura. Ponerle tapas a mis letras y llamarlo así me parecía bonito. Pero a mi editor [el añorado Claudio López Lamadrid] no le acababa de gustar. También me parecía bonito y desafiante llamarlo Debut, porque al fin y al cabo se trata de un debut literario, y porque al publicar algo nuevo, la sensación de debutar siempre está ahí».

QUINTETO EN LUGAR DE CUARTETO

El jueves, día 16, Christina Rosenvinge no debuta en Apolo, ni siquiera con el material de Un hombre

ya presentó en la misma sala este disco en marzo del 2018. Pero esta última actuación barcelones­a centrada en el repertorio del disco no será igual a la anterior. «Seremos quinteto en lugar de cuarteto», explica Rosenvinge. «Dos músicos se habían alternado. Toni Díaz [bajo] sacó disco con el grupo Cupido y dejó la gira unos cuantos bolos. Lo sustituyó Irene Novoa, que se ha quedado para hacer coros y tocar el sintetizad­or. Así podemos reproducir mejor el sonido del álbum». Suena bien. —

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