El Periódico - Castellano - On Barcelona
ESTOY EN EL BOADAS
El pluriempleo puede hacerte añicos. Mucha gente me pregunta cómo puedo trabajar en tantos sitios y mantenerme cuerdo, y siempre echo mano de alguna mentira cuando contesto. Pero en este espacio íntimo que ya considero mi diván, voy a contar la verdad. Ni antidepresivos, ni estupefacientes ilegales, ni sesiones de reiki, ni visitas furtivas a clubs de BDSM: mi secreto se llama Boadas.
Existen pocos lugares en Barcelona con las capacidades curativas de esta coctelería casi nonagenaria. Boadas es una hendidura en el espacio-tiempo que te atrapa como un insecto prehistórico en una gota de ámbar. Algo ocurre en La Iglesia, pero en cuanto hincas las nalgas en sus taburetes milenarios de hierro y madera, las fechas de entrega y los estragos laborales se disipan en la inmensidad de su Dry Martini escanciado, una copa perfecta que es como el ópalo de Uncut Gems: puedes ver el universo en su interior. Enfundados en trajes impecables, Jerónimo Vaquero y sus Reservoir dogs de la coctelería se encargarán de amortecer el griterío, el estrés, la tontería. Nadie como ellos para mantener a raya, con su coctelería clásica, a los vampiros que te esperan ahí fuera, preparados para exanguinarte. Porque a Boadas, y esto es muy importante, hay que ir solo. A Boadas vas a socializar contigo mismo; estableces un monólogo imaginario entre el copazo y tú que solo el barman tiene permiso para romper. Cuando necesito una desconexión radical de mi entorno, en lugar de sobornar a un psiquiatra para que me entumezca a golpe de benzodiazepinas, prefiero perderme en las esquinas de esta coctelería. De modo que, si no os contesto, no me lo tengáis en cuenta: seguramente estoy flotando el Boadas, el mejor ansiolítico del mundo. —
A BOADAS, ESTO ES IMPORTANTE, HAY QUE IR SOLO. A BOADAS VAS A SOCIALIZAR CONTIGO MISMO