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MATRÍCULA DE HONOR EN FRAUDE
En la localidad neoyorquina de Roslyn, Frank Tassone era un hombre idolatrado. Superintendente del distrito escolar -en otras palabras, máximo responsable de todas las instituciones docentes públicas de la zona–, tenía dos másters y un doctorado por la prestigiosa universidad de Columbia, un historial intachable como administrador, un incomparable don de gentes y un completo fondo de armario de trajes a medida. Mostraba una dedicación total a sus alumnos y era un adalid de progresismo y justicia social; incluso dirigía un club de lectura para los padres de alumnos de la zona. La confianza de la comunidad en él no solo le proporcionaba un presupuesto anual astronómico y un salario muy superior al de la mayoría de sus homólogos, sino también una gran influencia en las vidas de los niños y hasta una columna en el periódico local. Todo cambió, claro, cuando se descubrió que Tassone había pasado buena parte de sus 12 años en el cargo al frente de uno de los fraudes más audaces sufridos por el sistema educativo estadounidense en toda su historia. El estupendo biopic Bad education, desde hoy en los cines, rememora su crimen.
Dirigida por Cory Finley, la película demuestra que, hasta cierto punto, Tassone –encarnado por Hugh Jackman– contó con la complicidad inconsciente tanto de padres como empleados. Los primeros veían en él al hombre que había convertido el distrito en uno de los más prestigiosos a nivel académico de Estados Unidos, y ello no solo garantizaba el acceso de sus alumnos a las mejores universidades, sino que también otorgaba una plusva
‘Bad education’ retrata uno de los mayores desfalcos sufridos por el sistema educativo de EEUU. Una malversación millonaria a la que ahora pone cara Hugh Jackman
HIZO QUE EL DISTRITO LE PAGARA UN TRATAMIENTO DE CASI 60.000 DÓLARES PARA PERDER PESO
lía a sus propiedades inmobiliarias. Los otros acostumbraban a recibir de Tassone regalos de cumpleaños como ordenadores, teléfonos móviles y hasta todoterrenos. Ni unos ni otros quisieron detectar las alarmas.
El verdadero alcance del robo empezó a salir a la luz en febrero del 2004, cuando miembros de la junta escolar, el fiscal de distrito y varios periódicos locales recibieron sendas copias de una carta anónima en la que se afirmaba que tanto Tassone como su persona de confianza, Pamela Gluckin, estaban involucrados en una malversación millonaria de fondos públicos. El documento, cuya autoría nunca llegó a ser identificada, condujo a una serie de investigaciones simultáneas por parte de varias autoridades.
TRAMPAS CONTABLES
Las arcas fueron saqueadas a través del falseamiento de cuentas de gastos, la manipulación de registros de cheques, la creación de negocios falsos y casi cualquier otra trampa contable imaginable. De ese modo Tassone hizo que el distrito le pagara dos viajes a Londres a bordo del Concorde, uno por valor de 20.000 dólares y otro, de 30.000, media docena de visitas a Las Vegas con sus amigos y lujosos cruceros en el Caribe, y que le costeara operaciones de estiramiento facial y un tratamiento de casi 60.000 dólares para perder peso; asimismo, usó el dinero ajeno para llenar su casa con muebles elegantes, adquirir joyas deslumbrantes, financiarse un Mercedes, alquilar un lujoso apartamento en Manhattan y hacer compras cotidianas –papel higiénico, comida para perro– que en ocasiones alcanzaron los 30.000 dólares; hasta cargó a la comunidad una serie de facturas de tintorería por un importe conjunto de 35.000 dólares. Llegó a estafar más de 2 millones, en parte para mantener una doble vida. Pese a que en el pupitre de su oficina tenía expuesta una vieja foto de boda y decía estar soltero desde que su esposa había muerto de cáncer, vivía desde hacía años con un hombre –también implicado en el fraude– al que engañaba con un stripper masculino, que tenía a su nombre un piso pagado por Tassone en la ciudad de los casinos.
Aunque los auditores descubrieron un desfalco total de 11,2 millones, los investigadores solo pudieron emprender acciones legales en relación a aproximadamente 7,5 millones, de los que se demostró que 4,3 millones habían sido malversados por Gluckin, durante años tesorera de las escuelas de Roslyn, en parte para pagar las renovaciones de su casa de veraneo. Tassone llegó a cumplir tres años de prisión; Gluckin, poco menos de cinco. Tanto durante su estancia en la cárcel como al salir de ella, ambos siguieron cobrando el plan de pensiones y el subsidio de atención médica a los que por contrato adquirieron derecho tras dejar de trabajar en Roslyn. —