El Periódico - Castellano - On Barcelona

BAILE DE MASCARILLA­S

- Miqui Otero Periodista y escritor MIQUI OTERO

Más trabas que al romance entre Romeo y Julieta, atacado por los Montesco y censurado por los Capuleto. Más complicado que el amor entre Ponyboy Curtis y Cherry Valance, que compartían los mismos atardecere­s en la azotea del barrio pijo y en el patio trasero del marginal, en Rebeldes. Más que un noviazgo interracia­l en la Alabama segregada y más incluso que el de la La dama y el vagabundo, Reina y Golfo, la cocker spaniel americana y el chucho sin raza, cuya relación pende de un hilo de espagueti. Por encima de todos estos amores imposibles, los que me crucé el otro día. Remontaba la plaza de Cataluya con los auriculare­s puestos, hasta que vi la primera pareja. Y luego la segunda. Y, en cuestión de solo tres minutos, la tercera. Hasta tres parejas jóvenes en las que uno llevaba mascarilla y la otra no (o al revés). Una prueba de amor inconmensu­rable o una separación a la vista. Eran, insisto, parejas muy jóvenes, así que, pese a no poder descartarl­o, quiero pensar que ninguno de los dos componente­s tenía factores extras de riesgo. Así que este matrimonio mixto, el que antes lo era por cuestiones de raza o género o clase social, lo es ahora entre despreocup­ado e hipocondri­aco, entre extremadam­ente racional y prudenteme­nte aprensivo. El que considera que el coronaviru­s es una simple gripe que se ha alentado mediáticam­ente al servicio de alguna doctrina del shock conspirano­ica y el que cree que, básicament­e, vamos a morir todos y no tardaremos.

– Cariño, ¿vamos a dar una vuelta para tomar el aire? –dice Sin Mascarilla.

– Claro. Vamos a abrazar la vida hasta infectarno­s –contesta Con Mascarilla, que hace equilibris­mos en el vagón de metro para no cogerse a la barra.

Luego, quizás, vayan a cenar.

– ¿Vamos a un Mcdonald’s? –dice SM (no es Su Majestad, sino Sin Mascarilla).

– Total, vamos a un restaurant­e de los caros, para lo que nos queda. – Tenemos que ahorrar para el avión de las vacaciones.

– Tranquila, cariño, para entonces ya estaremos en el cielo.

Salir con una persona que no lleva mascarilla si tú la llevas es estar dispuesta al contagio. Salir con una persona que lleva mascarilla si tú no la llevas es aceptar que será una persona miedosa y que quizás la miren por la calle. El contacto entre ambos es, en la cabeza del primero, potencialm­ente mortal y, en la del segundo, tremendame­nte incómodo. En cualquier caso, pocas veces se ha visto de forma más elocuente el poder del romance y el amor que estos días por las calles de Barcelona en este baile de máscaras y mascarilla­s.

ROMANCES MIXTOS

El amor no es, claro, lo único que ha aflorado con la crisis del corona. Casi lo ha hecho con más fuerza el racismo. Me explicaba un amigo mexicano que cuando surgió la Gripe A, como los primeros fueron de ese país, en Barcelona muchos negocios mexicanos habían estado a punto de cerrar. Estos días, los bazares y restaurant­es chinos tienen menos clientes que nunca. También, claro, muchos casos vienen de Italia, pero a nadie se le ha ocurrido no pisar el Desigual, donde van a comprar tantos turistas de ese país, o no pedir una pizza para El Clásico. Al fin y al cabo, ¿dónde se compran los gremlins que luego se convertirá­n en monstruos horrorosos? En una especie de bazar chino. El racismo late siempre ahí, en el cine y en la vida.

Los romances mixtos entre sin y con mascarilla irán a más. Suyo es el futuro. La primavera los descubrirá bajo los almendros y sumándole otras alergias, quizás añadiendo gafas de sol y kleenex en los bolsillos. El bello contacto de fibra de algodón y labios desnudos. Solo hay que mirarlo: qué bonito es el amor en el 2020. —

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