El Periódico - Castellano

«Que nos pidan perdón»

Anna tenía 8 años cuando las tropas de Mussolini bombardear­on su colegio en la Barcelonet­a El padre de Alfons murió en el ataque

- H. L.

«A la paz no se llega con bombas ni con cañones. Tenemos el don de la palabra, usémoslo»

barrio que comparten, la Barcelonet­a. «Me han preguntado si vi a Franco y les he dicho que sí, en el ayuntamien­to, cuando f ui concejal » , explica el hombre en la relojería familiar. «A la paz no se puede llegar con bombas ni cañones. Si tenemos el don de la palabra, hagámoslo servir», afirma Alfons con una envidiable lucidez a sus 95 años. « La guerra civil dejó medio millón de muertos para acabar con una paz que no era paz, que era de mentira», añade.

Una de las cosas que más recuer- Anna tenía 8 años, «pero era muy espabilada». A sus 85, no solo lo sigue siendo –y mucho–, sino que, además, tiene una memoria privi legiada. «La bomba cayó entre el patio y las aulas. Si hubiera caído solo en las aulas hubiera sido aún peor» , recuerda la mujer. «Sentí algo frío en la espalda y vi que era sangre, me había caído metralla en la cabeza», prosigue. Un soldado entró en el colegio –en tiempos de guerra estaba en el casino de la Barcelonet­a, entre la plaza de Sant Miquel y la del mercado–, sacó a niños heridos –entre ellos Anna– y los metió en un camión para llevarlos al dispensari­o. «Recuerdo cómo bajaba la sangre por la acera. Fue algo horrible. Las calles estaban llenas de cuerpos. Fue un horror». Una vez allí, huyó. Quería buscar a su madre.

Alfons no vivió el bombardeo en el barrio. Estaba en el frente de Aragón cuando este ocurrió. La guerra estalló cuando tenía 18 años, así que la tuvo que luchar entera. Pese a no haberlos vivido, le tocaron muy de cerca. Mataron a su padre. «Estaba trabajando en el huerto –junto al Palau de Mar–, y no tuvo tiempo de refugiarse. Le pillaron».

Anna y Alfons, primos hermanos, ambos víctimas de los bombardeos y vecinos de la Barcelonet­a, forman la acusación particu- lar de la querella admitida a trámite ayer. «Buscamos que no se repita y que no quede solo como una triste anécdota», insiste Alfons, ayer muy contento no solo por la aceptación de la querella sino también por la charla que hizo en la escuela Alexandre Galí, en el barrio. «Los niños han quedado encantados. Hasta me han aplaudido», comentaba emocionado. Lo que les explicaba Alfons no les era tan lejano.

Pese al tiempo transcurri­do, los protagonis­tas de la historia no dejaban de ser niños y el escenario, el da Anna de la guerra civil es el miedo. Al día siguiente del ataque contra la escuela se vivió el bombardeo de la universida­d, uno de los episodios más sangriento­s de la guerra. En ese momento dejaron el barrio. «Aquí no quedó casi nadie. La Barcelonet­a fue arrasada. Solo se mantuvo en pie esta casa», recuerda señalando una vivienda baja frente al mercado. Anna explica que iban al colegio a la plaza de Espanya y que no le extrañó ver los aviones sobrevolar la ciudad. «Los maestros, cuando pasaba eso, nos decían que nos tiráramos al suelo y nos hiciéramos los muertos, porque volaban tan bajo tras los bombardeos que con metralleta­s se encargaban de acabar el trabajo», explica la mujer, que no se cansa de repetir sus vivencias.

«No buscamos venganza»

«Este episodio ha sido muy silenciado. Ha quedado muy escondido por el miedo. A ver si la querella sirve para que se hable de él. Para que se haga justicia», prosigue Anna, quien solo pide «que los responsabl­es pidan perdón por todo el dolor causado, que se sepa lo que hicieron».

A Alfons no le gusta hablar de culpables: «En la guerra se hacen cosas horribles, pero algunas han quedado tapadas. A los que tienen miedo de que se remueva el pasado les digo que no se preocupen, que no buscamos venganza, solo justicia».

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Anna y Alfons, frente al lugar donde cayó la bomba sobre el viejo casino, en la Barcelonet­a.
FERRAN NADEU Memoria viva Anna y Alfons, frente al lugar donde cayó la bomba sobre el viejo casino, en la Barcelonet­a.

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