Palabra de Juan Marsé
Un documental en forma de entrevista revisa la trayectoria profesional del escritor
Sabido es que Juan Marsé odia sobre todas las cosas hablar de sí mismo. «Jamás me he interesado como tema», dice simulando ser ese personaje gruñón y esquivo con el que gusta identificarse. Por eso es casi una heroicidad haberse prestado a ser el único y omnipresente protagonista del documental Juan Marsé habla de Juan Marsé, que es exactamente eso, una larguísima entrevista de hora y media, firmada por el veterano crítico de cine Augusto Martínez Torres. Ayer la película abrió Carta blanca a Juan Marsé, un ciclo que le dedica la Filmoteca de Catalunya en su 80 cumpleaños, donde junto a sus películas favoritas, todas clásicas, todas antiguas, se podrán ver esas adaptaciones de sus novelas que él detesta cordialmente. Luego el documental se instalará, a partir de mañana, en la Sala Mélies.
Si el interés del filme no decae es precisamente por un Marsé duro y tierno, relajado y sin pretensiones que bajo la artesana leyenda «El esmero es la única convicción del escritor» –una frase de Ezra Pound que Marsé tiene en su despacho–, pasa revista a sus novelas, su vida pública y su trayectoria profesional. Hay evocaciones de momentos impagables como aquel que coloca a una jovencita Carmen Balcells –cuesta imaginarla como tal– en plena faena de echar las redes a los autores para crear su agencia. «Yo me había ido a unos ejercicios espirituales, un material que luego utilicé en La oscura historia de la prima Montse y cuando regresé me encontré a Carmen Balcells hablando con mi madre queriendo gestionar mis próximas novelas». Amedrentado la joven promesa espetó a Balcells: «No estoy seguro de que vaya a escribir otra novela».
O aquel en el que futuro premio Cervantes, tras haber pactado con
La Filmoteca de Catalunya ha invitado al autor, gran cinéfilo, a que seleccione sus películas favoritas
el censor Carlos Robles Piquer sobre los términos más vagamente sexuales de Últimas tardes con Teresa –«Me sugirió que cambiara pecho por seno y le dije que sí pero no lo hice porque sospeché que nadie se lo iba a leer»– le pidió una recomendación para su padre, «un rojo separatista».
Pero donde el más auténtico Marsé suele crecerse es en los momentos en que harto de sujetarse a las convenciones dice lo que piensa. En el documental explica todo el proceso que le llevó a declarar que la novela con la que Maria de la Pau Janer obtuvo el Planeta era «un bodrio tremendo». Y también echa pestes con- tra los realizadores que adaptaron sus novelas, Fernando Trueba, Jaime Camino, Gonzalo Herralde o Vicente Aranda, que partieron peras con él cuando cuatro o cinco meses después de estrenada la película, para no entorpecer su carrera comercial, Marsé cargaba contra el resultado. «Es que creían que además de comprar los derechos compraban también mi criterio».
MEMORIA Y CINEFILIA El documental desvela también algunos datos sobre la que será la próxima novela del autor, de la que no quiere hablar demasiado. Unos capítulos desgajados de su último trabajo, Caligrafía de los
sueños, son el punto de partida de esta obra, basada, como tantas otras de Juan Marsé en el tema de la memoria y de la cinefilia, la pasión que nutría sus aventis, esas historias que inventaba de niño con sus amigos del barrio de Gràcia y del Guinardó, el terri
torio Marsé.
Otra de las noticias, es que muy posiblemente este año Josep Maria Cuenca acabe por fin la biografía sobre Marsé en la que lleva años trabajando y en la que se desvelará, quizá, el verdadero origen de ese niño adoptado que fue Juan Faneca y que acabó siendo Juan Marsé.