Placeres manuales
No me malinterpreten: con este título me refiero al placer que proporciona la mano al dibujar. No voy a intentar definirlo, pero sí voy a recomendarles el magnífico mano a mano que Miguel Condé y Xavi
Mariscal nos ofrecen en la Galería Alejandro Sales, hasta finales de febrero.
Miguel Condé es una rara avis, un dandi que no es esnob. Este mexicano cosmopolita lleva medio siglo acariciando el papel y la tela, dejando un rastro de dibujos intemporales de una belleza que estoy seguro que ofende a muchos comisarios de esos que escriben Arte con mayúscula (y tal vez con hache, que diría Cortázar). Tan soberbia es su técnica, que este maestro del buril logra que las incisiones de sus grabados parezcan caricias al cobre. Su país es el barroco español e italiano, y siempre parece recién descubierto.
Mariscal es el antidandi. Su mano juguetona descubrió hace 30 años un continente de imágenes inmediatas, frescas, tiernas, asumibles por toda una generación, y para allá que nos fuimos (porque yo no me excluyo) una masa de ninotaires que trajimos de esas Indias obras de diverso calado. Se llegó al empalago y al hartazgo, y la crisis ha puesto en cuarentena ese lado «qué bonito», pero hay que ver en esta exposición cómo
Mariscal continúa el tema con técnicas tan clásicas como el pastel, o tan digitales como el Brushes del iPad, y mantiene la frescura de sus inicios, para escándalo de comisarios/as.
Una gozada… Perdón, quiero decir, dos.