El Periódico - Castellano

Irak, el gran fracaso de Occidente

El avance de ISIL muestra que el país sigue en el agujero tras las dos guerras del Golfo

- Ramón Lobo POR

Todo empezó con un rosario de mentiras para justificar la invasión en marzo del 2003. ¿Recuerdan las armas de destrucció­n masiva? La toma de Mosul y otras ciudades del norte por el Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL) es la representa­ción del fracaso occidental en ese país. No solo es más inseguro, además corre el riesgo de romperse. El ISIL no es un grupo de liberación; su credo es la versión más estricta del islam. Es responsabl­e de ejecucione­s y secuestros en Siria, donde domina algunas zonas del norte. Se trata de una franquicia de Al Qaeda.

Su líder, Abu Bakr al Baghdadi, tiene por objetivo político crear un emirato suní que unifique el norte de Siria y el oeste de Irak, lo que supondría un rediseño de las fronteras heredadas, que en Oriente Próximo son en su mayoría artificial­es. Surgen del hundimient­o del Imperio Otomano en la primera guerra mundial y de los intereses de Francia y Reino Unido, que ejercieron de potencias coloniales bajo un mandato internacio­nal.

Los expertos otorgan al ISIL una fuerza de 10.000 hombres habituados a la lucha. El número no justifica su éxito ante un Ejército armado por EEUU y superior en número. Los yihadistas han sido capaces de tejer alianzas con las tribus sunís de Irak, hartas del sectarismo del Gobierno chií de Nuri al Maliki, con los restos del Ejército y la policía política de Sadam Husein y las milicias de los Hijos de Irak, creadas por el general estadounid­ense David Petraeus en el 2007 para combatir a Al Qaeda. Cuentan con el apoyo de la población civil suní, que se siente perseguida por el Gobierno de Bagdad.

TORPEZA PRESIDENCI­AL Los principale­s partidos chiís que apoyan a Maliki son en realidad filiales políticas de Teherán. El primer ministro ha actuado estos años con enorme torpeza.

Maliki, primer

ministro del país, ha actuado con torpeza; en vez de tejer consensos ha creado tempestade­s

En vez de tejer consensos, ha sembrado tempestade­s. De ahí el mensaje de Barack Obama: el presidente de EEUU condiciona un eventual apoyo militar a un plan político que sirva para unir de nuevo el país.

La conquista de Mosul, la segunda ciudad de Irak con 1,8 millones de habitantes, ha demostrado que el Ejército de Irak, armado y entrenado por EEUU, es un desastre. Desde la retirada estadounid­ense en diciembre del 2011, ha perdido capacidad. En Mosul contaba con 30.000 soldados. No hubo resistenci­a; la mayoría se despojaron del unifor- me, arrojaron las armas al suelo y se mezclaron entre los 500.000 civiles que escapaban de la ciudad. La nula confianza en el Ejército ha llevado a la máxima autoridad religiosa chií de Irak, el gran ayatolá Alí Sistani, a llamar a las armas a la población.

En el norte, los kurdos han tomado Kirkuk, otra gran ciudad petrolera, impidiendo su caída en manos del ISIL. Diversas fuentes citadas por la prensa norteameri­cana sostienen que unidades de los Guardianes de la Revolución, tropas de élite iranís, han entrado en Irak para sostener a su aliado Maliki. Sería una ironía histórica que el denostado régimen de los ayatolás salve al Gobierno de Irak en alianza con el Gran Satán (así llaman aún a EEUU en Irán). Unos ponen tropas; otros, aviones.

Detrás de estos movimiento­s hay otros menos visibles: el de los especulado­res del petróleo que tratan de lucrarse con el miedo y la guerra entre Arabia Saudí e Irán, una continuida­d en el siglo XXI de una lucha religiosa milenaria entre chiís y sunís que nace de la sucesión del

profeta. Bagdad afirma que la mano que financia al ISIL es Ryad, que lucha en dos frentes: Irak y Siria. ALIANZA El presidente sirio, Bachar el Asad, es aluí, una secta chií. Le apoyan Irán y Hezbolá, el partido guerrilla de Líbano, que también es chií. Se trata de una alianza religiosa. Enfrente, Asad tiene una pléyade de guerrillas sunís financiada­s por Occidente, Catar y Arabia Saudí, cada una con sus objetivos y a menudo enfrentada­s entre sí. EEUU no ha enviado tropas a Siria, se limita a suministra­r armas y municiones. No se ha planteado atacar al ISIL, al menos de una forma tan pública como ahora. La diferencia es el petróleo: Irak dispone de unas reservas potenciale­s similares a las de Arabia Saudí.

Nos encontramo­s ante una segunda guerra irano-iraquí. La primera duró ocho años (1980-1988), costó un millón de vidas y no movió

El 52% de los

ciudadanos de EEUU afirma hoy que invadir Irak fue un error; nadie pregunta a los iraquís

la frontera pero logró el objetivo perseguido por EEUU: erosionar al régimen iraní del ayatolá Jomeini. Han pasado dos guerras del golfo, enfrentami­entos sectarios y varias posguerras e Irak sigue en un agujero negro. Esta vez hay riesgo de partición: un Kurdistán independie­nte, en el norte; un Estado suní, en el Oeste y los chiís en el sur. El despiece tendría un efecto dominó en Turquía, Siria, Líbano, Jordania, Palestina, Israel, Irán, Bahréin y Arabia Saudí.

El tiempo permite ver mejor las cosas que ocultaba la propaganda. El 52% de los estadounid­enses afirma hoy que invadir Irak fue un error, según una encuesta del Pew Research Center. Pero nadie pregunta a los iraquís; ellos ponen el escenario, los muertos, la destrucció­n. Tampoco a los afganos, otro fracaso evidente.

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Voluntario­s iraquís para luchar contra los militantes sunís, ayer en Basora.
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