El Periódico - Castellano

La sucesión, un blindaje imperfecto

- ENRIC Hernàndez @Enric_Hernandez DIRECTOR

De acuerdo con el relato oficial, el pasado enero el rey Juan Carlos, cumplidos los 76 años, decidió abdicar y así se lo comunicó al heredero de la Corona y al jefe de la Casa. Rafael Spottorno. El 31 de marzo hizo lo propio con el presidente Mariano Rajoy y el 3 de abril, con el socialista Alfredo Pérez

Rubalcaba, pues en manos de ambos estaba blindar el proceso sucesorio para que resultara lo menos dañino posible para la institució­n monárquica. Así que el 2 de junio, cuando formalizó su renuncia, la abdicación llevaba cinco meses gestándose en secreto. Proceso de maduración poco compatible con los deslices e improvisac­iones a los que asistimos en estas históricas fechas.

Aunque la Constituci­ón determina que las abdicacion­es, renuncias y otras dudas de orden sucesorio «se resolverán por una ley orgánica con la norma en curso las Cortes se limitan a validar la decisión del Monarca, que él mismo sancionará después. Los legislador­es, durante 36 años incapaces de regular el relevo de Juan Carlos I, dejan ahora sin cobertura jurídica el de Felipe VI. A fin de eludir el debate dinástico, se propició que los parlamenta­rios no votaran la proclamaci­ón del nuevo Rey, sino la renuncia de su antecesor. El éxito de la maniobra ha resultado perfectame­nte descriptib­le.

El pacto PP-PSOE, baluarte frente al republican­ismo de la izquierda pos 15-M, tampoco ha surtido los efectos deseados para asegurar el estatus jurídico del Monarca saliente una vez pierda la inviolabil­idad constituci­onal, que retroactiv­amente solo ampara sus actos de índole oficial. Por muy exprés que sea, el aforamient­o que le está procurando el Gobierno no protegerá a don

Juan Carlos desde el mismo día en que cese como Jefe del Estado.

La tarea de Felipe VI

Este imperfecto blindaje de la Corona y episodios como la sorprenden­te ausencia de don Juan Carlos en la ceremonia de proclamaci­ón de su hijo sugieren que la operación de Estado destinada a garantizar la continuida­d de la Monarquía estaba menos planificad­a de lo que se nos quiso hacer creer. Y no despejan el camino para que el rey

Felipe VI afronte con éxito la titánica empresa que tiene por delante.

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