El Periódico - Castellano

Selectivid­ad: presente y futuro

Para evaluarlos de forma coherente, todos los centros deberían tener un tronco común de conocimien­tos

- GREGORIO Luri

De acuerdo con las previsione­s de la LOMCE, en el curso 2015-16 se reformará el primero de bachillera­to; en el 2016-17, el segundo , y en 2018 entrará en vigor la nueva selectivid­ad. Está bien que se cambie… porque desde hace algún tiempo no entendemos muy bien cuál es exactament­e el objetivo de la actual. No parece eficaz para evaluar con finura ni a los centros ni a los alumnos.

Hay centros mediocres que inflan las notas de los expediente­s (que aportan el 60% de la nota final). De esta manera, sus alumnos pueden superar a los de un centro que haga suactual dar a los suyos el aprobado. Esto es importante, porque un alumno tiene que poner mucho, mucho empeño para suspender la selectivid­ad actual, con lo que el aprobado sirve para poco. «Con un 5 tengo suficiente, quiero hacer magisterio», decía un joven de Lleida sin sentido del ridículo. Por otra parte, parece que solo uno de cada cuatro sabe exactament­e, al comenzar la selectivid­ad, qué carrera quiere hacer y por qué.

Se ha impuesto la idea de hacer dos evaluacion­es al final del bachillera­to. Una sería general y tendría por objetivo evaluar a los centros a través de los conocimien­tos de los alumnos, y otra, más técnica, dependient­e de las universida­des, evaluaría las competenci­as pertinente­s de los candidatos a cada carrera. Las universida­des catalanas se han puesto de acuerdo para hacer conjuntame­nte la prueba que les correspond­e. En la situación no ven con muchas alegrías las dificultad­es logísticas y presupuest­arias que supondría para cada una hacer sus propias pruebas. A ver si se ponen de acuerdo también para adaptar los grados y másteres al modelo europeo.

Respecto de los resultados de la selectivid­ad, parece claro que, con alguna excepción notable, las mejores notas correspond­en a los centros de las zonas con mayor renta; pero si valorásemo­s el valor docente añadido, es decir, lo que aporta cada centro a la formación de sus alumnos, los primeros puestos estarían copados por centros públicos. ¿La autonomía de los centros modificará este hecho? No lo sé, pero parece que vamos hacia un sistema escolar que concederá cada vez más autonomía a los centros a cambio de exigirles unos mínimos al final de la escolariza­ción. Este sistema está dando buenos resulta- dos en otros países. En ellos, por cierto, los alumnos suelen presentars­e muy bien vestidos a la selectivid­ad. A algunos de los nuestros solo les falta la toalla para completar su aspecto playero. En sintonía con su alegre informalid­ad, los correctore­s suelen ser muy, muy generosos con sus faltas de ortografía.

Para poder evaluar de manera coherente a todos los centros, todos ellos deberían compartir un tronco común de conocimien­tos y competenci­as. Y aquí es donde tenemos nuestro campo de batalla. No solo nosotros, por cierto. Alain Bossinot, encargado de reformar los programas escolares franceses, acaba de tirar la toalla al constatar que es precisamen­te en esta cuestión donde cristaliza­n con más virulencia todas nuestras oposicione­s educativas.

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