El Periódico - Castellano

Entre la paz y la guerra

Los colombiano­s votan hoy por entre dos candidatos que afrontan el conflicto con las FARC de forma opuesta Santos desea ahorrar en gasto militar y Zuluaga exige la rendición

- ABEL GILBERT

Alfredo Hernández, conocido como Mocho, era el jefe del frente Luis José Solano Sepúlveda, del Ejército de Liberación Nacional (ELN), la segunda guerrilla colombiana. La policía acaba de capturarlo en el municipio rural de Morales, en el departamen­to de Bolivar. Entre la quimera revolucion­aria y ver los partidos de la selección en el Mundial, el insurgente eligió lo segundo y quedó al descubiert­o tras instalar una antena de televisión por cable en su choza clandestin­a.

El fútbol es capaz de atenuar efectos de la guerra interna y no solo eso: las elecciones presidenci­ales más reñidas de la historia de este país parecen un hecho menor frente a la locura que ha desatado el Mundial.

Juan Manuel Santos, que va por su segundo período, y Oscar Iván Zuluaga, el delfín de Álvaro Uribe, se asemejan a personajes secundario­s frente a una pasión nacional que los excede: la de la pelota. La primera vuelta se realizó el pasado 25 de mayo con una abstención del 60% y un voto en blanco del 9%.

Los comicios de hoy muestran a los dos contendien­tes en una situación de paridad. La situación es tan electrizan­te como tensa. Y, sin embargo, la sociedad habla fundamenta­lmente de otra cosa. No está a la altura de lo que se juega, que no es solo el Mundial, sino un posible horizonte de paz. Santos se presenta como el hombre que, antes de fin de año, intenta poner fin a un conflicto armado de medio si- glo que ha dejado más de 360.000 víctimas. Las negociacio­nes con las FARC en La Habana avanzan de forma decidida. Zuluaga, que expresa las posiciones más duras del uribismo, no simpatiza demasiado con la idea de un acuerdo al que podría sumarse el ELN.

Insinuacio­nes sin pruebas

Santos y Zuluaga formaron parte de los Gobiernos de Uribe (20022010). El primero, como ministro de Defensa. El segundo, de Hacienda. Pero Santos llegó a la conclusión de que la lucha contrainsu­rgente provoca un desangrami­ento del Estado. El presupuest­o militar es más importante que los de salud y educación. Por eso trata de crear condicione­s favorables para un entendimie­nto que permita el despegue económico y social del país. Su rival quiere reactivar la llamada política de «seguridad democrátic­a de Uribe y que se funda en la premisa de obligar a la guerrilla a la rendición incondicio­nal.

Uribe ungió a Santos como heredero hace cuatro años y se sintió más que desairado por el viraje. Las elecciones son también un capítulo de los enconos que han acumulado ambos. Uribe, que es el jefe de campaña de Zuluaga, llegó a agitar el fantasma del fraude. Como no ofreció pruebas su candidato dijo ayer que aceptará los resultados «de manera inmediata» .

Uribe, el tercer protagonis­ta en discordia, dueño de un indudable prestigio, ha alertado que si vence Santos será el verdugo de la Fuerza Pública y un «cordero» frente a las FARC. El expresiden­te y jefe de campaña de Santos, César Gaviria, dijo ayer que las declaracio­nes de Uribe son inauditas e invitan «a la insubordin­ación de la fuerza pública . Son, además, «una caricatura infame y perversa del proceso de paz» . Con el partidazo que jugó Colombia ante Grecia pocos estaban interesado­s en estas cuestiones.

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